Con serenidad he leído en este espacio, una columna en la que se analiza mi coherencia y mi capacidad política para llevar la candidatura presidencial que he asumido hasta el final. Efectivamente, por estos días se desata un intenso aunque soterrado debate acerca de cómo la DC va a resolver una de las dudas más cruciales que ha debido enfrentar en los últimos años: mantener su independencia y proyecto partidario llevando candidato propio en la primaria de la Concertación, o dar un paso más hacia la diluyente frontera del “realismo político”.
Las encuestas, los acuerdos políticos de dirigentes, las vueltas de mano al futuro, la estabilidad política, la supervivencia del proyecto de tal o cual partido, son todos grandes temas y a la vez grandes excusas para negarse a enfrentar el asunto de fondo: ¿por qué perdimos el Gobierno si se suponía que lo estábamos haciendo tan bien?
Claudio en latín puede significar “cojo”, es decir alguien a quien le falta una pierna o que tiene serios problemas para desplazarse. Pese a ello, avanza. Peor sería volverse ciego o incapaz de ver las señales que la ciudadanía manda desde el mismo día en que las primeras encuestas decían que íbamos a perder la elección ante Sebastián Piñera. No ver o no querer ver, ese sí que es un problema.
No ver que la gente no quiere una vez más imposición de candidatos, no ver que la gente está más allá de acuerdos firmados por dirigentes o por encuestas de tal o cual empresa, no ver que la ciudadanía merece respeto y que los blindajes sólo sirven para las guerras, no ver que Chile cambió, es una tara política que no tiene disculpa. Hoy, la Concertación está inmovilizada porque un grupo considera que la competencia interna y el debate de ideas no debe hacerse en función de encuestas, todo esto a más de un año de la elección.
Lo que hemos demandado es participación total, apertura de debates, respeto a la gente. No me corresponde hacer defensas de mis cualidades personales ni de mis éxitos de gestión municipal ni de fracasos ministeriales. Para eso están las urnas y ellas me han respaldado de manera categórica y abrumadora. No sé si en estos años hemos “quebrado huesos”, pero sí estoy seguro de que hemos “quebrado esquemas”.
Desde Peñalolén levantamos un proyecto político de desarrollo comunal que pone a las personas al centro de la gestión. Tenemos 42 mesas barriales en donde los vecinos y vecinas debaten de igual a igual con la Municipalidad, acerca de cómo implementar soluciones. Hemos apostado por la corresponsabilidad de las acciones y por ganar espacios públicos para que la gente los ocupe, los use y desde ahí, construya su futuro.
En 2011, sometimos el Plan Regulador Comunal a un plebiscito en el que participaron 75 mil personas y hace unos días, otros 23 mil vecinos votaron para elegir qué proyectos y obras debían ejecutarse en la comuna, un record nacional en votos y porcentaje de participación. Hemos enfrentado las dificultades, hemos hecho alianza con todos los que han querido ayudar, hemos asumido los errores y hemos celebrado los triunfos. Hemos realizado un trabajo que tiene el respaldo de la gente de a pie, esa que no lee encuestas ni asiste a los círculos de la alta política. Más que hablar de participación, la practicamos.
Detrás de cada uno de estos hitos, de cada reunión con los vecinos, de cada dificultad que fuimos destrabando, ha estado el sueño de construir una comuna mejor para sus habitantes. Un Peñalolén que crece bien para todos, que crece bien con todos aportando, sin dejar de preguntar la opinión de nadie.
¿Esto es falta de convicción? No, es reflejo de una decisión política de construir un proyecto de cara a la gente. A algunos puede que les baste que haya ciertos poderes fácticos que den “estabilidad”, “continuidad”, “seguridad” al establishment que la Concertación ha ido construyendo de a poco. Ante eso me rebelo.
Puedo ser cojo, pero ciego espero que nunca. Quiero ver lo que pasa en la calle, quiero interpretarlo y levantar una propuesta que supere estas pequeñas dictaduras que se han ido instalando en las mentes concertacionistas. No se cuestionan las encuestas, no se cuestionan los promedios ni las cifras oficiales, no se cuestionan los acuerdos políticos dirigenciales. ¿Qué más nos van a impedir cuestionar? Es hora de dejar atrás la soberbia de algunos que creen estar parados en dos piernas saludables y enteras, pero que a la larga les impiden moverse más allá de lo previsible que es la política de hoy.
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