Al salir del ex Congreso Nacional la mañana del sábado, el sonar de los vientos y la percusión iban dando un ambiente para el avance, las fotos espontáneas y las preguntas acerca de que está pasando no se hicieron esperar. Las familias que transitaban por la Plaza de Armas abriendo el paso con aplausos para el avance de la columna nos aceleraban las emociones. La alegría y el carnaval se tomaron el paseo Ahumada y ante la mirada de los vendedores ambulantes que corrían sus improvisadas tiendas para agradecer con aplausos la irrupción matutina, la interacción ciudadana no se hizo esperar. ¿Ustedes son los que no firmaron el acuerdo para avalar la corrupción? ¿Dónde se reúnen? Y la clásica estatua del minero, rompiendo su mutismo, enarbola la bandera en un gesto de aprobación.
Así y sin más, la Izquierda Ciudadana coronó el inicio de su proceso de legalización como partido. Las cámaras de agencias de prensa cubriendo todo el trayecto, pero silencio en los medios en relación al acontecimiento.
Para nadie ya es sorpresa que el andamiaje heredado de la dictadura ya no da para más. Por más que se trate de tapar el sol con un dedo, la necesidad de un cambio de reglas que nos permitan avanzar y fortalecer los procesos de transformación que Chile requiere para el siglo XXI, es innegable. Es en esta senda, es necesario avanzar en un plebiscito nacional que acelere las demandas ciudadanas en relación a una nueva constitución para Chile, por más que moleste a los que hacen gárgaras con el poder y tildan de muchedumbre a la soberanía popular que pareciera como un término restringido sólo a los textos de historia.
Al llegar a la Alameda con Ahumada y tras 45 minutos, la ciudadanía organizada coronó con vítores la buena nueva que, pese al descrédito que el instrumento partidario tiene por estos días, fortalece la democracia «ciudadanizando la política».
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