«Todo hace indicar que el programa de Bachelet ofrece un Chile para todos, menos para los científicos. Ignorando las propuestas de institucionalidad de la propia comunidad científica, dejando de lado a los jóvenes que, por diversas razones, decidieron realizar sus estudios de postgrado en Chile, sin ofrecer una meta concretar de inversión en I+D, y restringiendo la ciencia a su dimensión puramente económica».
En Mayo, la candidata a la Presidencia del Pacto Nueva Mayoría, Michelle Bachelet, sorprendía al anunciar la creación de una Comisión Asesora de Ciencia y Tecnología, tan amplia como diversa, y que se enmarcaba en una “Agenda de Innovación 2014-2018”. Esta agenda fue definida por la propia candidata como “una verdadera carta de navegación por los próximos años. Una carta que promueva la libertad de emprender, innovar, y crear. Todos ellos pilares imprescindibles de un desarrollo moderno”, señalando además que “estas materias son muy relevantes cuando hablamos de enfrentar la desigualdad para alcanzar el desarrollo, eje de nuestra propuesta para un futuro gobierno”. Se reconocía de esta manera una relevancia de la innovación (y, de manera más bien indirecta, de la investigación científica) que iba más allá de la ya trillada “competitividad”.
El marco en el que se creaba esta comisión distaba de ser azaroso o de tener un significado más allá de lo estrictamente técnico. Habían pasado sólo pocos meses desde que el entonces Ministro de Economía (Minecon), Pablo Longueira, lanzara una verdadera bomba sobre la comunidad científica: la idea de trasladar CONICYT (la principal agencia de fomento a la ciencia en Chile) al Minecon. La bomba no fue bien recibida. La comunidad científica respondió rápidamente, publicando un inserto firmado por varios Premios Nacionales de Ciencias, por los presidentes de más de una docena de sociedades científicas, y el movimiento “Más Ciencia para Chile”, en El Mercurio. Se lanzaron dos cartas que recolectaron más de cinco mil firmas cada una. En una de estas cartas, además, se reunieron las firmas de más de 50 organizaciones nacionales y extranjeras, y se realizó además una protesta frente al Palacio de La Moneda, que fue bautizada como “Morín 2012”, en alusión a la protesta que la comunidad científica había realizado cinco años atrás en la Plaza Bernarda Morín en Providencia, frente a CONICYT.
En consecuencia, si algo se puede decir respecto a la idea del Gobierno de reunir en el Minecon a todas las agencias de fomento científico (la Iniciativa Científica Milenio había sido ya traspasada al Minecon a inicios del actual gobierno), es que enfrentó un categórico rechazo. A inicios del 2013, Sebastián Piñera tomó nota y, escuchando dicho rechazo, anunció la creación de la llamada “Comisión Philippi”, una comisión presidencial asesora en el tema de la institucionalidad para la ciencia y la innovación, presidida por Bruno Philippi. Esta Comisión entregó su informe en Mayo, pocos días después del anuncio de la comisión asesora de Michelle Bachelet. ¿La conclusión del informe? Se recomendó la creación de una nueva institucionalidad, liderada por un Ministerio de Ciencia, Tecnología, Innovación y Educación Superior.
Para quienes venimos trabajando en este tema desde hace un tiempo (esta semana la campaña “Más Ciencia para Chile”, de la cual formo parte, cumple tres años), ha sido sorprendente ver cómo varios actores que inicialmente se opusieron a la idea de un Ministerio de Ciencia han ido convergiendo aceptando la propuesta. En la propia ‘Comisión Philippi’ existían algunos miembros cuya postura pública conocida era contraria a la creación de dicho Ministerio. Sin embargo, la claridad del informe de esta comisión evidenció la contundencia de los argumentos de quienes han trabajado por la creación de una institucionalidad de rango ministerial para la ciencia en Chile.
Resulta entonces particularmente alarmante que la propuesta de Michelle Bachelet para la ciencia chilena no sólo no contemple la creación de dicho Ministerio, sino que además reflote la idea del gobierno de Sebastián Piñera, idea que fuera tan categóricamente rechazada por la comunidad científica, al proponer la creación de una Subsecretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación en el Minecon, y fortaleciendo la labor de dicho ministerio como “autoridad principal” en materia de innovación (nuevamente, incluyendo aquí a la ciencia como un “insumo” más de la innovación).
El desacierto del programa de Michelle Bachelet no termina ahí. Para su mala fortuna, su propuesta fue publicada en la misma semana en la que la OCDE recomendó enfáticamente, en su “Economic Survey Chile 2013”, acoger la recomendación de la ‘Comisión Philippi’, aunque excluyendo a la Educación Superior, para dejarlo como un Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, similar al de Argentina, Brasil y muchos otros países. Tampoco el desacierto termina en ignorar la recomendación de la OCDE. Un programa que ha sido catalogado como “ciudadano”, ignora además el apoyo que miles de chilenas y chilenos han dado a la propuesta de un Ministerio de Ciencia para Chile, a través de la campaña “Más Ciencia para Chile”.
No especularemos aquí sobre lo que realmente ocurrió con la comisión asesora de Michelle Bachelet, en donde participaron algunos destacados expertos y académicos que, o bien habían participado de la ‘Comisión Philippi’ que a esas alturas había ya recomendado un Ministerio de Ciencia, o habían manifestado públicamente una clara preferencia hacia dicha figura ministerial para la ciencia. Tampoco mencionaremos los innumerables encuentros, el último de ellos desarrollado en Concepción y co-organizado por “Más Ciencia para Chile” junto a importantes organizaciones de la región, que contó incluso con un representante del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de Argentina, y en los que cada vez cobraba mayor protagonismo la figura de un Ministerio de Ciencia para Chile.
La verdad es que una propuesta de una Subsecretaría de Ciencia en el Ministerio de Economía no sólo ignora todas las recomendaciones, informes y mandatos ciudadanos más claramente existentes hasta hoy, sino que en la práctica obedece a una misteriosa agenda que hoy sólo una minoría tecnocrática busca impulsar (no sabemos si de manera intencional o no) para “capturar” a la ciencia, con el fin de dar mayor “competitividad” al país, ignorando la importancia cultural, social y hasta política de la ciencia. Es tragicómico que el miedo a la “captura” que otrora fuera expresado por algunos académicos para restringir la participación de la comunidad científica en la toma de decisiones sobre una política nacional para el desarrollo científico, se haya transformado, de manera casi profética, en la “captura” de la ciencia por parte del mundo económico.
Los desaciertos de las propuestas del programa de Michelle Bachelet para la ciencia no acaban en el tema institucional. Medidas igualmente criticables se entregan en materia de reinserción de posgraduados, al enfocarse exclusivamente en los graduados de universidades extranjeras, y abandonando a su suerte a los graduados de universidades nacionales. No obstante, no abordaré aquí éste y otros puntos que causan preocupación, ni tampoco las propuestas, algunas de ellas igualmente preocupantes, de otros candidatos (más información puede encontrarse en DebateCiencia2013).
Todo hace indicar que el programa de Bachelet ofrece un Chile para todos, menos para los científicos. Ignorando las propuestas de institucionalidad de la propia comunidad científica, dejando de lado a los jóvenes que, por diversas razones, decidieron realizar sus estudios de postgrado en Chile, sin ofrecer una meta concretar de inversión en I+D, y restringiendo la ciencia a su dimensión puramente económica. Todo muy lejos de un “giro ciudadano”, que tal vez aplique en otros aspectos del programa, pero en ningún caso en las propuestas para la ciencia.
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Foto: Protesta «Morín2012», frente al Palacio de la Moneda, 4 de Diciembre del 2012.
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