Como podemos ver, cuando de culpar al otro de corrupto o de faltar a la verdad se trata hacemos gárgaras de honestidad pero en lo más profundo de nuestro ser hay que reconocer que Chile es un país de falsos exonerados.
Mucho se ha hablado en los últimos días sobre los falsos exonerados políticos. El gobierno por su lado rasga vestiduras cual Robin Hood defendiendo las arcas fiscales aduciendo que en los gobiernos de la concertación se creó una “maquinaria” para defraudar al fisco. Por otro lado, la concertación se defiende de los ataques argumentando manipulación política en época electoral y que si bien pueden existir casos aislados de personas que efectivamente están haciendo un mal uso de este “beneficio” son los menos.
Analizando estos hechos entre dimes y diretes de ambos lados me llama profundamente la atención la actitud del gobierno. Si bien están haciendo lo correcto en denunciar estos hechos deleznables para todos, esa misma actitud no existió en muchos de los que hoy están en la moneda – y que son los acusadores – pues guardaron un silencio cómplice cuando prácticamente se saquearon las empresas del estado con montos claramente superiores a la de los exonerados. Muchos dirán que esta es la tan manoseada frase “ley del empate” pero la verdad es que uno siempre espera en las personas y sobre todo las que nos gobiernan consecuencia en su actuar y acá claramente eso no existe.
Pero mas allá de este debate sobre los falsos exonerados creo personalmente que Chile es un país de falsos exonerados. Y cuando digo Chile me refiero a que lamentablemente los ciudadanos de este país siempre estamos buscando al igual que los falsos exonerados una forma de “engañar” el sistema. Ejemplos puedo dar por miles y a distintos niveles del estrato socioeconómico. Si analizamos el sector privado y a los grandes empresarios como por ejemplo las farmacias que se coluden para sacarnos más plata, hasta las grandes tiendas del Retail que repactan unilateralmente las deudas de los clientes y que incluso provoco la caída de un candidato por estas oscuras maniobras. Las Isapres no se quedan atrás ya que nos suben los planes unilateralmente y sin justificación hasta las AFP que lucran con nuestro dinero que les entregamos durante nuestra vida laboral y cuando tienen que “devolver la mano” entregan pensiones indignas y miserables.
Este es un mal de país. Cuando se deben buscar soluciones a los grandes problemas que nos aquejan, la solución siempre es castigando a los ciudadanos. El Metro de Santiago es un ejemplo papable de lo que digo pues cuando uno más necesita usar este medio de transporte en las horas peak por motivos laborales te cobran más caro. Las autopistas te cobran por circular por ellas pero tu igual debes pagar el permiso de “circulación” todos los años y a pesar de que en ninguna parte de este permiso especifica que no puedes circular por dichas autopistas terminas pagando dos veces.
Pero si analizamos al ciudadano común y corriente queda demostrado lo frágil que somos cuando de evitar desembolsar dinero o pagar por un servicio se trata. El vecino que se consigue la clave del Wi Fi para colgarse de la señal, el que compra decodificadores piratas para no pagar una mensualidad, el que compra la revisión técnica de su auto o el que compra el curso de conducir, el que se “saca” un parte policial, el que se atiende con un bono prestado, el que miente en la ficha de protección social, las ex esposas de militares que mienten para quedarse con los montepíos por generaciones, el que miente en su curriculum, ¿me lleva por cien? en fin.
Como podemos ver, cuando de culpar al otro de corrupto o de faltar a la verdad se trata hacemos gárgaras de honestidad pero en lo más profundo de nuestro ser hay que reconocer que Chile es un país de falsos exonerados.
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