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Chile ante la encrucijada: El precipicio antes del desarrollo

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Con la llegada de marzo se inaugura el año electoral en el que los chilenos deberemos escoger a quien liderará los destinos del país hasta marzo del 2022. Lamentablemente el panorama, una vez más, no se vislumbra muy alentador, cuando vemos que el debate no se ha centrado en las propuestas o en la discusión ideológica, sino que en la llamada «política chica», las bambalinas del poder y la cancha del ego.

Con una crisis de confianza de la ciudadanía hacia las instituciones -que los políticos poco se preocupan en solucionar-, con uno de los potenciales candidatos más importantes imputado por haber comprado acciones de una pesquera peruana, mientras era Presidente y Chile se enfrentaba al Perú en La Haya por territorio marítimo, y con los partidos tradicionales aferrándose a la última tabla en el mar para salvarse del refichaje, resulta que poco se ha pensado en la gran discusión que debemos tener como nación.

Chile es un país de ingresos muy altos de acuerdo a las estadísticas de organismos internacionales, también figura con un IDH muy elevado, tiene bajos niveles de pobreza, analfabetismo, mortalidad infantil, y es miembro de la OCDE. Esto en condiciones normales debería traducirse en un país considerado como desarrollado de acuerdo a los estándares occidentales. Pero ocurre que Chile figura tristemente en el grupo de naciones que, a pesar de cumplir con varios requisitos «macro» para ser considerado del primer mundo, se queda fuera. Esto se explica principalmente porque no se cumplen con criterios mínimos de industrialización de la economía, democratización de la sociedad, libertades civiles, igualdad de oportunidades y distribución del ingreso.

Un sector político del país parece no entender que el mantener enclaves autoritarios y cerrojos en la institucionalidad, que continuar con restricciones de la libertad personal y los derechos civiles basadas en argumentos escencialmente religiosos, y que no tomar medidas efectivas para asegurar una distribución más equitativa del PIB, son justamente nuestras taras, nuestros defectos que nos impiden llegar al desarrollo y ser parte del primer mundo.

Lamentablemente para ellos las cifras y la historia demuestran que el éxito de un país no pasa únicamente por el crecimiento, por los datos del Imacec, por la baja inflación, o por el empleo De hecho, paradójicamente, el sistema económico defendido por este sector, se sostiene en parte por un mal llamado «desempleo estructural», por mucho de que para las elecciones siempre se muestren como los únicos preocupados en disminuir el paro y los únicos capaces de crear trabajo.

No podremos ser considerados una nación avanzada si caemos presos de una decadencia intelectual al nivel de que nuestra clase dirigente luzca ignorante, presa de la superstición y el prejuicio, empecinada en mantener la tradición sin más cuestionamiento. Cuando a la hora de discutir sobre aborto, eutanasia, o matrimonio igualitario, nuestros congresistas replican los discursos de obispos católicos educados en la fe pre conciliar, o de pastores evangélicos de muy escasa formación teológica e intelectual, lo único que hacemos es perpetuar la mentalidad de periferia, cerrada a la discusión, al debate y a la libertad.

Que en un país se restrinja el concepto de libertad a la mera libertad económica, de comprar, vender o emprender, constituye el colmo de la hipocresía y del cosismo, constituye una caída en el materialismo más burdo, el mismo que desde ese sector tanto se ha criticado.

Una sociedad desarrollada es aquella en donde los trabajadores pueden congeniar la vida personal con su empleo, porque sin ocio no puede sostenerse la economía moderna de consumo.

No podremos alcanzar el desarrollo si no superamos la dicotomía estado-privados, si no dejamos de satanizar el rol estatal en la economía más allá de lo subsidiario, asumiendo que un estado eficiente y bien administrado puede ser clave en el bienestar de nuestros ciudadanos. Estado y privados no debiesen ser enemigos, sino que colaboradores y socios. Para el desarrollo necesitamos trabajadores -la mayoría de la empresa privada- sanos, felices, productivos, descansados y creativos. Y para eso será necesario meterse la mano al bolsillo, todos, Estado, empleadores y contribuyentes. Necesitaremos más beneficios, vacaciones, aguinaldos, cobertura de salud, pensiones dignas.

Todo eso no llegará por el «chorreo», no lo traerá el aumento del PIB por arte de magia, sin que exista una voluntad política de parte del estado -gobierno y oposición- para crear una sociedad del bienestar en donde la vida laboral no se deba asumir como una esclavitud moderna, como una tortura, donde no se viva para trabajar sino que se trabaje para vivir. Una sociedad desarrollada es aquella en donde los trabajadores pueden congeniar la vida personal con su empleo, porque sin ocio no puede sostenerse la economía moderna de consumo. Seguir en la práctica con el modelo clásico de la revolución industrial, de trabajar mucho para producir más, de horarios inhumanos, vacaciones y beneficios escuálidos, y vida social nula, no hace más que mantenernos -como lo hace nuestra falta de libertades- en la periferia.

Un sector del país, el que tiene a su posible candidato marchando primero en las encuestas, cree que con empleo y crecimiento todo se arregla y mágicamente llegaremos a ser como Singapur o Alemania. Vociferan contra «el fracasado modelo que llevó al primer mundo a una crisis», culpando al estado del bienestar de aquello, olvidando convenientemente que la culpa principal fue de la especulación financiera de privados, y de la relación carnal entre privados y hombres públicos, relación política-dinero que aquí en Chile tampoco condenan.

Esos países que tanto critican, con crisis y todo, siguen manteniendo índices sociales y de bienestar mejores que los del Chile de la libertad de empresa y el crecimiento sostenido. Y no, nunca les alcanzaremos por mucho que crezca nuestro PIB. Porque ya sabemos que si hay dos personas y dos panes, y una de esas personas se come ambos, el promedio de panes comidos por individuo es de 1, pero hubo uno que quedó con hambre.

Un país de jóvenes endeudados por haber estudiado, de pensiones miserables, de trabajadores estresados y enfermos, de espacios de participación y democracia restringidos, de libertades individuales cercenadas, de analfabetos funcionales, de masas sin bagaje cultural ni pensamiento crítico ni reflexivo, nunca será una nación desarrollada, y se quedará eternamente en el extractivismo, en la periferia, en el sub mundo, en la categoría B.

La trampa del país de ingreso medio de la que tanto hablan los economistas de ese sector, tal vez no pase por que el estado «se ponga a gastar como loco», sino por el inmovilismo, la obstinación y la desidia de dejar a la sociedad a la deriva, de esperar que caiga el bendito chorreo.

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4 Comentarios

Jose Luis Silva Larrain

Ineresante pero creo que su percepción es bastante errada. Chile de la nada llegó a ser lo que es por un modelo de crecimiento y pretender que destruyendo los pilares del crecimiento va pasar a una etapa superior es absurdo. Además todas las tendencias actuales lo están comprobando. Por supuesto que asegurar el crecimiento es fundamental, por ejemplo aunque logre educación gratis paras todos ¿es un avance si despues que estudien vivirán buscando pega?.

Además el estado nunca pudo ser mas solidario porque porque ese modelo de crecimiento le ha permitido multiplicar varias veces el presupuesto y con eso el apoyo a los ciudadanos, nunca hubo un presupuesto en educacion, salud o prestaciones sociales, etc… Si señor, sí se ha demostrado que es el camino mas claro para ser mucho mas que Singapur o Alemania, de hecho nos ha hecho parecernos mucho mas a esos países que lo que heramos antes y nos alejamos de serlo al alejarnos del modelo de desarrollo.

Hice este video que lo demuestra ya va para las 20 mil visitas:

https://www.youtube.com/watch?v=WE0WdIxQoh4

    Jorge Lizama Leon

    No vi donde el autor proponía destruir los pilares del crecimiento.

    jose-luis-silva

    jose-luis-silva

    Al restar o cuestionar la importancia del crecimiento del PIB

Luis zenteno

Aunque gran parte de lo que dices es real, creo que estas equivocado en otras. Primero, efectivamente Chile está económicamente bien, pero eso se debe a las reformas estructurales que los gobiernos han hecho. Y si existen propuestas de futuro, como las.de R Lagos. Pero ambas son tergiversadas e invisivilizadas por una prensa al servicio de los dueños, y que todos sabemos quienes son y que persiguen. Reconocerle éxito a la centroizquierda equivale a abrir una puerta a las transformaciones que finalmente tocarian el dominio y control de la visión de mundo del país. Entregar parte del poder, para la derecha política, económica y militar, significa abrir una caja de Pandora. Ellos no quieren eso, y para impedirlo están dispuestos a quemar sus propias naves.