La información de Ciper, sobre la manipulación del Censo por parte del Director del INE (Instituto Nacional de Estadísticas), dejó en evidencia, una vez más, el exitismo de la actual administración y sus ganas de mostrarlo, sin importar el costo. El hecho de que la metodología que aplicaron para este Censo en particular, ya fuera extraña, y nos pareciera bastante poco efectiva-debido a la diferencia con cómo se hacía anteriormente, nos hacía preguntarnos si es que los datos finales de este estudio serían claros. Sin embargo, nuestra confianza en el “riguroso” manejo de cifras -por sobre el manejo político e intelectual- del sector gobernante, nos hacía entrar en cierta tranquilidad intranquila.
Ellos eran los matemáticos, quienes manejaban nuestra economía y nuestro sistema financiero. Por lo que, aunque no estuviéramos de acuerdo con el fondo de este sistema, creíamos que habría cierta rigurosidad con lo que ellos aman y ponen por sobre cualquier argumento en cada conversación: los números. Los queridos y complejos números que tanto hacen dudar al interlocutor que se enfrenta a ellos, con sus camisas polo y sus pantalones de oficina en pleno fin de semana.
No obstante lo anterior, no tomamos en cuenta que tal vez sus maravillosos métodos, al igual que todo en la vida, puede ser falible, carente de precisión y menos grandioso de lo que se cree. Eso mismo fue comprobado con la información que entregó el sitio de investigación periodística comandado por Mónica González, que mostraba detalles de la manipulación de datos efectuada por el INE, y encabezada por Francisco Labbé.
Esta manipulación tiene que ver con la negación de la realidad de un sector que, durante veinte años, nos dijo que ellos eran quienes sabían realmente gobernar. Es el miedo de una sensibilidad política que cree ser la garante de todo y de todos. De una coalición que está segura que, por su proveniencia de clase, es mejor y más responsable que el “roterío” que estuvo a cargo del gobierno, luego de que terminara la dictadura.
Debido a ese orgullo clasista que siempre ha predominado en una forma de ver Chile, es que los errores se tapan, aunque sea jugando con información importante para concebir nuestra sociedad actualmente. Todo con tal de seguir manteniendo una hegemonía de pensamiento, que consiste en garantizar que siempre unos serán mejores que otros, debido a sus raíces y su pensamiento sociocultural.
Esta manipulación tiene que ver con la negación de la realidad de un sector que, durante veinte años, nos dijo que ellos eran quienes sabían realmente gobernar. Es el miedo de una sensibilidad política que cree ser la garante de todo y de todos.
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