Tras largos debates, idas y venidas,los partidos convinieron en aprobar una ley de elecciones primarias para definir las candidaturas a la Presidencia de la República y el Parlamento. Se trataba de re-encantar a la ciudadanía con la política, actividad que ha llegado a los más altos niveles de reprobación y apatía, haciendo visible la profunda crisis de nuestra institucionalidad democrática.
El casi 60% de abstención en las elecciones municipales- cuando se inauguraba la inscripción automática y el voto voluntario- reforzó la percepción de que se debía generar mecanismos para que el electorado recuperara la confianza en las instituciones.
Sabemos cuánto celebraron los partidos la Ley de primarias legales y cómo se comprometieron. La ciudadanía recibió esta ley con esperanzas y alegría. Los partidos generaron mecanismos para la inscripción de candidaturas y se puso en marcha un proceso con amplios y valiosos debates, también con presiones por una mayor amplitud de las y los participantes.
Para la ciudadanía de oposición se abría la posibilidad de incluir líderes sociales de trayectoria e iniciar el reemplazo de la vieja clase política y sus prácticas, de sumar fuerzas y derrotar al binominal.
El 1° de mayo en la noche, tras una masiva y entusiasta marcha por el Día Internacional del Trabajo, en que la Presidenta de la CUT, Bárbara Figueroa concitó la total adhesión a sus demandas de transformación, el país se enteró de que no habría elecciones primarias parlamentarias, que los 7 partidos no habían llegado a acuerdo para firmar el pacto correspondiente.
Ha habido numerosas explicaciones,incluso, que sólo se trataría de un retraso y que el acuerdo se alcanzará de todas maneras, como siempre.
Ahí está el problema, ese “como siempre” es sin escuchar a la ciudadanía, sin hacerse cargo de sus anhelos y esperanzas, dejando de lado los procesos participativos iniciados y valorados. Una nueva traición.
No es fácil reparar el daño causado a la credibilidad y confianza de la ciudadanía, pero al menos, en el caso de La Reina y Peñalolén, el proceso iniciado debe ser terminado, llevando a cabo la elección primaria que permita a la ciudadanía decidir sobre mi candidatura al Parlamento.
¿Qué puedo responder yo a las 3.000 personas que se detuvieron a conversar conmigo, que firmaron para que fuera su candidata, que más allá de dar la firma a una candidatura se la dieron a un proceso político? Cientos de ciudadanas y ciudadanos desencantados que abrieron una pequeña puerta para volver a confiar en la política, para apoyar una candidatura ciudadana, que ha levantado sus demandas como el túnel minero para la autopista, una ciudadanía que quiere más mujeres en el Parlamento porque confía más en ellas.
¿Pensaron los dirigentes en gente, en las personas con que se conversó, a las que se les tocó la puerta o detuvo en una feria? ¿Pensaron en quienes se unieron a esta tarea voluntariamente, sin ser militantes del PPD, para dar esta “buena nueva”, que a través de estas elecciones primarias podrían participar y decidir las candidaturas, proponer a quién mejor las/os representaba?
¿Pensaron cómo podrá esa gente volver a hacer política a su territorio? No sólo se ha dejado en la estacada y traicionado al elector o electora, sino también a quienes se incorporaron a este proceso, que escucharon en el Teatro Caupolicán que no se repetirían los errores del pasado, que habría caras nuevas de mujeres, de jóvenes, de mapuche, y que anhela contribuir a las transformaciones pendientes.
No es fácil reparar el daño causado a la credibilidad y confianza de la ciudadanía, pero al menos, en el caso de La Reina y Peñalolén, el proceso iniciado debe ser terminado, llevando a cabo la elección primaria que permita a la ciudadanía decidir sobre mi candidatura al Parlamento. De esa forma podremos contribuir a que la ciudadanía no vuelva a cerrar la puerta a la política.
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Cancelación de las primarias: la ciudadanía traicionada | Nueva Política - Elecciones 2013
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