Los cambios de gabinete en el sistema chileno funcionan como una válvula de escape ante los conflictos o las demandas ciudadanas. Si bien no responden a un cambio estructural, por lo menos introducen un analgésico que disminuye las tensiones políticas. Y además, en el presidencialismo chileno, los ministros fungen como un círculo de protección del Presidente; cualquier cambio es para proteger la figura presidencial y recobrar el poder que de alguna forma se podría haber escurrido.
Así, la mantención de Hinzpeter en interior responde al diseño político del presidente que todavía se mantiene en lo más profundo. Aunque haya introducido políticos de trayectoria en este cambio o en el anterior, ellos no están dentro del comité político en donde se toman las decisiones preponderantes. De esta forma, Piñera y su mano derecha en el ministerio del interior, mermados o no, siguen conservando el poder dentro del gobierno. Introducir a Chadwick en la vocería es también darle más peso al comité político y sirve para dejar a un gremialista tradicional en las decisiones que se tomen en La Moneda y de cierta forma alivia la relación belicista que había mantenido Ena von Baer con la Concertación. Chadwick es el primo del presidente y también uno de sus confidentes, pero del mismo modo es un punte con la dirección de la UDI, su rol no será tan sólo articular proyectos sino que también calmar las aguas en su partido cuando las cosas se comiencen a complicar.
El cambio de Lavín desde educación era algo esperable producto del debilitamiento del ministro. Sacarlo del gabinete habría provocado otra fisura con la UDI, partido con que el Presidente ya arrastra problemas anteriores. Pero de igual modo, Piñera cede e ingresa a uno de los coroneles de la UDI, Longueira, quien deseaba participar en algún ministerio desde los inicios del gobierno. La cartera de economía ha estado siempre supeditada al ministerio de hacienda -huelga decir el peso que tenía dicha repartición durante los gobiernos de la Concertación sobre todo el poder que alcanzó con Andrés Velasco a la cabeza-, pero durante el gobierno de Piñera eran conocidos los encontrones entre el ministro Larraín y Fontaine por el control económico. Longueira, para armarse de poder dentro del gabinete, tendrá la tarea de zanjar la disputa de poder entre los dos ministerios económicos. Será de análisis cómo se resolverá la relación entre economía y hacienda, si Longueira se desenvuelve más como un ministro político o se aboca más a realizar labores técnicas, pero por lo visto se inclinará por esto último, proyectando políticas económicas que lleguen a la gente, ya que una de las críticas que recibe incesantemente el gobierno es que en economía el país se mueve pero estos logros no llegan o alcanzan para todos. Longueira quizás piense en transformar el ministerio de Economía en un ministerio social, por donde el proyecto del gremialismo sea explícito.
Para Lavín en cambio, su mudanza al Mideplan significa proteger a un ministro que, se había pensado, tenía los días contados. La UDI no habría dejado pasar que a uno de sus más preciados militantes fuera sacado del gabinete. Proteger a Lavín significa poner paños fríos a la conflictiva relación con la UDI. En esta cartera Lavín está protegido de cualquier conflicto social y además pasa a dirigir unos de los proyectos insignia de Piñera, el Ministerio de Desarrollo Social.
En cuanto a RN, el Presidente queda en buen pie al mantener a Hinzpeter y, porque indirectamente al haber sacado a Longueira del senado deja un cupo libre para que el vicepresidente de la tienda, Manuel Ossandón, compita por el escaño dejado en Santiago Oriente.
Con Lavín en Mideplan y Longueira en economía, la UDI se adjudica no tan sólo un trozo del poder dentro del gabinete, sino que el control de muchos proyectos sociales. La base del gremialismo, más que creer en revoluciones y salir a calle para lograr cambios, confía en hacer un trabajo de hormiga, casi en secreto y por debajo de la vista de todos. Lo de ahora es seguir un trabajo sin estridencias, para llevar a cabo su revolución silenciosa. La UDI sabe que el poder no está sólo en quienes lo poseen, sino en quienes lo ejecutan: Son ellos quienes pueden hacer los grandes cambios sociales que se ha propuesto. A la UDI le interesa el poder, pero también que su agenda y sus propuestas sean puestas en marcha.
Con muchos de los presidenciables en el gabinete, Piñera se asegura tener el control de la agenda de la sucesión desde la Coalición por el Cambio. Piñera debe haber entendido que un gobierno exitoso es también aquel que consigue traspasar el poder a alguien de su misma tendencia política. Los presidenciables ahora están bajo las ordenes de Piñera y el éxito conjunto es que el producirá la continuidad de otro gobierno de derecha. Ese puede ser otro legado de la era de Piñera.
Que haya tenido que recurrir al parlamento para nutrirse de políticos de peso, es jugar con fuego, ya que con ese artilugio no entrega más facultades al Congreso. Es cierto que en muchos países con sistemas parlamentarios, los ministros son a la vez miembros del parlamento; pero en esos sistemas existe un claro balance de poderes entre el legislativo y el ejecutivo. Sacando a senadores en ejercicio no hace más que imponer fuertemente la figura presidencial sobre un ya alicaído parlamento e introduciendo el dedo en la llaga en unos de los elementos más criticados, el la representatividad. Ahora los escaños los pueden llenar los partidos, pero eso no hace más que enlodar la imagen del parlamento, porque la designación quedará en manos de las cúpulas de los partidos y enturbia el ejercicio democrático con lo que la Concertación denominó “los senadores designados” trayendo a la memoria uno de los más nefastos legados institucionales que dejó la dictadura.
En conclusión, el cambio de gabinete tranquilizará las aguas durante un tiempo para el gobierno, dará al Presidente un margen de acción, aun cuando el diseño del gobierno se mantiene en su estructura estable, sin ser modificado ostensiblemente. El balón todavía lo tiene Piñera, pero habrá que ver si a pesar de su diseño político aún puede salir jugando y anotar goles.
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Foto: Under Pressure – Matthileo / Licencia CC
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