Conocida es la Doctrina Monroe; la que organizó la Política Exterior de Estados Unidos de América, respecto del continente Americano. En ésta se indicó ‘América es territorio para los Americanos’ y, no para las ‘potencias regionales – imperiales’ de la época (siglo XIX en adelante). En ese sentido, 1898 fue un año emblemático, dado que España buscó concretar su presencia en la región en una de sus ex colonias, esto es, Cuba, la que se frustró a partir de la intervención armada estadounidense, concretando, así la Doctrina Monroe: “América para los americanos”.
No cabe duda de lo anterior si pensamos en el proceso de Guerra Fría, donde dicha doctrina se hizo sentir a hierro y sangre. Bajo esta premisa, es interesante observar el comportamiento del gigante carioca sobre Sudamérica y Chile en específico, ahora que se encuentra ad portas de un cambio de signo político. Brasil, entendido como un Estado que busca consolidar su hegemonía en la Región Sudamericana, como circunstancia prioritaria y, posteriormente, proyección hacia América Central y el Caribe, ha contribuido, en el diseño, en la ejecución y en la activa participación de organismos multilaterales, cuestión que lo sitúa, como un actor relevante.
La configuración del MERCOSUR da cuenta de ello. Esta expresión de integración organizó a los Estados – Nación tributarios a la Cuenca Hidrográfica del Plata, a saber, Paraguay, Uruguay, Argentina y Brasil, los que históricamente han presentado profundas rivalidades, sobre todo Argentina y Brasil, a propósito de la disputa histórica en cuanto influencia efectiva sobre el subcontinente. UNASUR, sucesora de la Comunidad de Naciones del Sur, es también producto de esta voluntad brasileña de estar en la ‘vanguardia’ de la los espacios multilaterales sudamericanos. En esta línea, se puede afirmar que se hacen más o menos avances, en función de la voluntad de Brasil. La iniciativa de Integración Regional de Sur América (IIRSA), viene a representar otra iniciativa, donde cuestiones de infraestructura vial, coordinación de políticas energéticas, sociales, económicas, ambientales, entre otros aspectos, son elementos intencionados por el Brasil, en un sentido de gestión colectiva.
En el marco del proceso de Integración Regional Latinoamericano y el Caribe, CELAC, Brasil, con su ex Presidente Lula Da Silva, se transformó en un promotor de su configuración y concreción, máxime cuando Argentina estuvo de acuerdo para tales efectos. Hecho que no sólo se valora desde la exclusión de EE. UU. en este marco de integración regional, sino que también por ser comprensivo con todas las formas de integración que se encuentran vigentes. Hay que indicar que también se integra México y Cuba en este espacio geográfico – político de integración. Sin perjuicio de que Brasil haya tenido discrepancias en el pasado con el régimen chavista, a propósito de su intervención en el proceso de nacionalización de hidrocarburos y rediseño de las reglas que tenía Bolivia sobre sus recursos energéticos y que afectaron a la empresa PETROBRAS, Brasil siempre tuvo un grado de coordinación y aceptación del chavismo.
Brasil, producto de su dotación de recursos energéticos múltiples, exhibe una política energética que, basándose en los biocombustibles, combustibles fósiles descubiertos en las plataformas continentales de su litoral y un potencial hidráulico amazónico, le aseguran, altos grados de certidumbres energéticas y proyección de la misma por medio de potenciales exportaciones sobre la región. En este escenario no se descarta la nuclear, la cual, representada por los reactores de Angra I y II, proyectándose un tercero, vienen a entregarle un perfil energético – geopolítico relevante en su proyección regional. Además, Brasil integra los BRICs, club de Estados que se entienden en un perfil geopolítico relevante, en cuanto potencias emergentes en el dinámico sistema internacional (Brasil, Rusia, India y China). Desde ahí y otros espacios, viene solicitando su incorporación al Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU), en condición de miembro permanente, teniendo como base argumentativa, el lograr una mayor representatividad mundial, donde algunos espacios geográficos, como es el caso de Latinoamérica, debe estar debidamente representado.
es interesante observar el comportamiento del gigante carioca sobre Sudamérica y Chile en específico, ahora que se encuentra ad portas de un cambio de signo político. Brasil, entendido como un Estado que busca consolidar su hegemonía en la Región Sudamericana, como circunstancia prioritaria y, posteriormente, proyección hacia América Central y el Caribe, ha contribuido, en el diseño, en la ejecución y en la activa participación de organismos multilaterales, cuestión que lo sitúa, como un actor relevante.
Bajo estas condiciones, más otras, es que Brasil, hizo un gesto de reconocimiento al debilitado recién electo gobernante Nicolás Maduro de Venezuela. Fue un significativo y simbólico gesto, que contradijo, la actitud que tomó EE. UU. cuando ‘solicita – sugiere’ revisar toda la elección, acto que aseguraría paz interna a Venezuela, permitiendo la gobernabilidad del país y su proyección regional. En definitiva, no quería reconocer el gobierno de Nicolás Maduro. Mientras, que EE. UU. no se pronunciaba, Brasil sí lo hizo con toda la ceremonia oficial que merece un mandatario legítimamente electo, cuestión que perfectamente pudo ser leída como señal, no sólo para EE. UU., sino que también para los Estados integrantes del subcontinente de que ‘Sudamérica es de los Sudamericanos’.
Ahora, Brasil, por medio de uno de sus más emblemáticos embajadores, como es Luiz Inácio Lula Da Silva, no sólo apareció en la franja presidencial de la candidata de la Nueva Mayoría, Michelle Bachelet, sino que ahora viene además, a su comando, para brindar su apoyo formal. Antes ya lo hizo en el proceso electoral del año 2009, donde se manifestó favorablemente hacia Marco Enríquez – Ominami y Eduardo Frei Ruiz – Tagle. El gesto está en consonancia con lo que encarna el sector de la Nueva Mayoría y, en específico, la candidata de la coalición, más, cuando se observa en el Programa de Gobierno, en su sección de Relaciones Internacionales, donde, sin perjuicio de reconocer la Alianza del Pacífico como un esfuerzo de integración, buscará fortalecer otros que se encuentran vigentes en la Región.
En esa línea, ocurre algo similar con la desconfianza que explicita El Programa de la Nueva Mayoría respecto del Transpacific Partnership, avance emblemático del gobierno de Sebastián Piñera Echeñique, que junto con la Alianza del Pacífico, son sinónimos de alejamientos con Brasil. El comportamiento que ha sostenido el gigante carioca en la región, permite comprender la actitud con Chile, la que encuentra terreno fértil, a partir del Programa de Gobierno de la Nueva Mayoría. Desde esa perspectiva, dicho proceder carioca ¿permitirá elevar una hipótesis en orden a establecer que, Sudamérica es para los sudamericanos, o bien, que Latinoamérica es para los latinoamericanos, consagrando así, una doctrina que formaliza la actitud ‘político – espacial’ de Brasil, con todos los intereses que ello conlleva (económicos, políticos, sociales, culturales públicos y privados) en disputa con EE. UU., específicamente?
Los contenidos publicados en elquintopoder.cl son de exclusiva responsabilidad de sus respectivos autores.
Te invitamos a conocer nuestras Reglas de Comunidad
Hugo Sebastián Garrido Garrido
Una breve precision, BRIC + Sudáfrica = BRICS. Por otro lado Brasil desde hace un buen tiempo a querido influir en al cono sur y Latinoamérica, ejemplos que van desde «incorporar» por un tiempo a Uruguay hasta sus pretensiones explícitas de asegurar una cierta supremacía, conectando el atlántico y el pacifico, vía Bolivia – Chile lo que no es malo sabiendo manejar al gigante con la precaución de que no se convierta en egoísta.