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Bolivia, Chile y Perú: conflicto de emociones

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De un lado y otro del espectro político, en Chile recientemente se ha empezado a abordar con renovados bríos el conflicto más que centenario entre los tres países andinos del cono sur: Bolivia, Chile y Perú.

Sólo dos ejemplos. Mar de fondo, columna en el Mostrador de Carlos Parker, ex embajador y dirigente socialista, aporta una mirada reflexiva y panorámica a la historicidad del conflicto y cómo hoy se abriría una oportunidad para su resolución, que exige en Chile una voluntad política que es y debe ser transversal. Mientras, en el mismo medio, Gonzalo Arenas, diputado UDI, con su nota Mar para Bolivia entra al ruedo derechamente con una propuesta de solución, igual de asertiva que su título, convencido que en un marco regional de una potencial “Tormenta Perfecta” contra Chile estarían dadas las condiciones para que audazmente el país se adelante otorgando una salida al mar a Bolivia que redundaría en puros beneficios geopolíticos coyunturales y también en ganacias de toda laya en el largo plazo. 

Estas miradas son bienvenidas, más aún cuando a estas alturas de la historia es un absurdo –como ha sido la percepción hegemónica en el país- hacer como si el conflicto entre los tres países, ya sea latente o explícito, no existiera, afincados en una emoción innominada y en tratados y explicaciones unilateralmente legales. Es un hecho que hay temas pendientes, por lo demás así los últimos gobiernos democráticos en Chile lo han reconocido, en tanto hay agendas con ellos en el debate. En ese sentido, bienvenido que desde la alta política se desate una discusión abierta sobre la materia. Durante los primeros periodos de la recuperación democrática el tema estuvo poco o nada en la agenda pública.

Sin embargo, quiero aquí referirme a una dimensión “blanda” de este conflicto, que en mi opinión es la más “dura”, y que suele ser no mencionada. Me refiero a las tesituras emocionales asociadas al conflicto post Guerra del Pacifico; emociones que están en la base de la manera racional o no –del sentido común- de enfrentar el tema en cada uno de los tres países, cada vez que se conversa sobre éste. Se podrán incluso encontrar e implementar soluciones a los temas supuestamente duros del diferendo; por ejemplo, por dónde accederá al mar Bolivia y bajo qué figura jurídica lo hará, cómo se asumirá lo escrito en el Tratado del 29 y en qué rol queda y juega Perú en la solución del foco bilateral de un conflicto que es trilateral. Pero siempre será lento y dificil el parto o derechamente inviable si acaso no se avanza en paralelo en resolver el cómo procesar las tres emociones distintas, a veces irreconciliables, con las que vive y recuerda cada pueblo el conflicto.

Los bolivianos viven en la emoción de la pérdida: su lamento del mar es puro dolor ante lo que les fue quitado en una guerra que entre estos perdedores frágiles dejo esa secuela emocional. Los peruanos, perdedores con una historia más densa y de pasado virreynal, viven en la emoción del resentimiento: débil ante Bolivia porque habría no estado a la altura de los aliados que ellos querían y agudo ante un Chile que, junto a quitarles territorios valiosos, accedió triunfante con sus tropas a Lima, escribiendo allí incluso algunas páginas de excesos que son propios de las guerras, pero excesos al fin al cabo que humillaron profundamente al otro.

Y los chilenos, pos guerra, hemos permanecido en la emoción del vencedor, con un dejo de arrogancia y soberbia que nos ha llevado a mirar sobre el hombro y a ningunear las secuelas emocionales y de todo tipo del conflicto bélico que los tres países vivimos a finales del siglo 19.

La coexistencia de estas tres emociones (que son mayoritarias culturalmente en cada país, aunque, como en todo, hubo y hay excepciones), han sido una constante durante más de un siglo. Poco ha cambiado y poco se ha hecho para que estas cambien, siendo ellas el principal obstáculo en la búsqueda de soluciones.

A mediados de los noventa del siglo pasado –y disculpen la auto-referencia-, junto a dos amigos cineastas, el boliviano Armando De Urioste y el peruano Jorge Delgado, realizamos a tres manos el documental Epitafio a Una Guerra (desde Chile me tocó la co-dirección y edición general del proyecto). Desde la sociedad civil, los tres eramos productores independientes financiados por el Pacto Andino, nos atrevimos a preguntarnos por lo que nos une, lo que nos separa y lo que nos proyecta. Durante las filmaciones conversamos con gente en las calles y entrevistamos a una amplia diversidad de intelectuales, artistas y políticos de los tres países, fluyendo de manera muy diáfana la presencia de esas tres emociones fundantes en cada país de cualquier opinión sobre esta materia (más aún, sin explayarme aquí, diría que en cada uno de los tres directores las respectivas emociones subyacían y no nos fue fácil lidiar con ellas).

El documental fue presentado en la CEPAL en Santiago por relevantes políticos y diplomáticos y luego emitido en la TV de los tres países. En coherencia con estas tres emociones: en Bolivia se hizo profusamente; en Chile, ante el silencio de TVN, lo hizó el canal alternativo Rok and Pop varias veces, así como el Ministerio de Educación lo adquirió para las aulas. Mientras, en Perú tuvo su propia deriva, un poco más accidentada.

Precisamente en la línea de ir superando estas emociones (cada una castradora por su carácter unilateral y cada una, por estar en las antipodas de la otra, inhibidoras del diálogo sincero), el documental fue la base para que más tarde se realizaran otros esfuerzos comunicacionales respetuosos de la diferencia –algunos de ellos incluso gozaron de una amplia audiencia- y también para que se iniciaran nuevas redes y acercamientos culturales, entre ellos algunos muy fructiferos como lo fueron los Encuentros tri-nacionales de historiadores para empezar a hilvanar una mirada compartida, que desde sus diferencias buscará el objetivar puentes. 

La sanación de las emociones no es algo fácil, no lo es para el individuo –exige años de terapia- y menos aún para las comunidades. Resulta inevitable asumirlas y procesarlas de algún modo, pero es un craso error negarlas. Si queremos movernos socialmente en el dominio de las emociones –que subyace al de la política y a todos los otros dominios- debemos hacerlo en el terreno de la cultura, de la micropolitica, de la educación, de los media, de las redes inter-países de comunidades de todo tipo y empresariales, en fin, en cualquier red de conversaciones. Ahí hay mucho por hacer y no hay nada que descuidar si acaso queremos con sinceridad transitar durante el siglo XXI por el camino de la integración respetuosa.

Hernán Dinamarca es periodista y doctorando en Comunicación Organizacional. Heidelberg, Alemania. www.hernandinamarca.cl

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4 Comentarios

valeverbal

Sinceramente, creo que la imagen de arriba no es la adecuada para este artículo que busca un análisis equilibrado sobre la cuestión tratada.

Es una imagen de procedencia peruana que, simplificando los hechos de la guerra, muestra a los soldados chilenos como demonios y al pueblo peruano como víctimas inocentes. Las cosas no son tan simples.

En casi todas las guerras, al menos en la del Pacífico, no hay buenos ni malos. Obviamente, que los soldados chilenos cometieron abusos en la ocupación del Perú. Pero éstos fueron infinitamente menores que los que señalan algunos autores peruanos; y, sobre todo, divulgadores nacionalistas sin mayor conocimiento histórico.

Además, tales abusos, por ejemplo, luego de la Toma de Lima, se dieron, sobre todo, en los primeros días; siendo prontamente controlados por las autoridades chilenas. Se ha estudiado poco, v. gr., el tema de las mujeres violadas; pero la historiografía peruana nunca ha logrado probar un fenómeno masivo y sistemático en tal sentido.

Por lo demás, no hay que olvidar que, por ejemplo, los saqueos y desordenes comenzaron del lado peruano y que fue el mismo Alcalde de Lima el que pidió formalmente el ingreso de las tropas chilenas a la ciudad para imponer orden frente al desborde en que ella estaba sumida.

En suma, creo que la imagen de arriba no ayuda a entender la complejidad del conflicto; menos aún sus causas de fondo. Esa imagen forma parte, justamente, de lo que debemos desterrar: una simplificación de los hechos de la guerra; simplificación que ha operado por ambos lados. Aunque, creo, que la historiografía peruana, en general, ha sido poco sería en el abordaje del tema.

Personalmente, soy absolutamente partidaria de concederle mar a Bolivia. Pero no porque se lo hayamos robado, como algunos chilenos creen (o así se tiende a decir en un discurso que no da cuenta de cómo ocurrieron las cosas en el XIX). Sino porque no podemos estar con este problema eternamente como un mosquito en el oído.

Pero, claramente, lo anterior pasa por la voluntad peruana, la que nunca se ha dado. No podemos partir nuestro territorio en dos partes. ¿O acaso alguien propondría que nuestro territorio vuelva al estado anterior al inicio de la guerra, devolviendo, por tanto, también Tarapacá y Arica al Perú?

Mar para Bolivia, sí. Pero no por ser ello un acto de justicia, ya que nada le quitamos ilegítimamente. Aunque suene duro y quizás soberbio, creo que, al final, el mar para Bolivia es por un acto de caridad y, además, por un acto de realismo: para terminar con un problema eterno que resulta molesto.

Por último, me molesta que muchos chilenos, que no han estudiado bien el tema de la Guerra del Pacífico (sus antecedentes y desarrollo), cosa que he comprobado al ver los argumentos que se emiten (carentes de fundamentos) experimenten una suerte de sentimiento de culpa por el hecho que Chile ganó la guerra.¿Qué quieren? ¿Qué la hubiésemos perdido, con todo el costo que ello hubiese implicado?

Es verdad que existen vencedores y vencidos en todo proceso internacional de expansión. Pero tampoco hay que caer en la exageración contraria de pensar que en los primeros como demonios malvados; y en los segundos, como santos injustamente víctimas.

Aunque el ejemplo sea sencillo, es lo mismo que un boxeador derrotado, después se dedique a llorar y a decir que le “robaron” la pelea; sobre todo ello sería raro, si hubise sido víctima de un noqueo.

sergioroa

La razon de porque nos armamos como pais teniendo tantas necesidades, es esta, nuestros vecinos Peru y Bolivia, no estan tranquilos con las fronteras como estan….solo estaran en paz cuando «recuperen lo usurpado», por lo que nada de lo que hagamos les sera suficiente, Peru concidera Tarapaca y Arica , «cautivas», Bolivia mira a Antofagasta. Si concedemos sin compensacion costa y territorio estaremos mostrando no fuerza sino todo lo contrario.

SoldadoDeChile

EZEQUIEL CAPITULO 38

Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: Hijo de hombre, pon tu rostro contra Gog en tierra de Magog, príncipe soberano de Mesec y Tubal, y profetiza contra él, y di: Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí, yo estoy contra ti, oh Gog, príncipe soberano de Mesec y Tubal. Y te quebrantaré, y pondré garfios en tus quijadas, y te sacaré a ti y a todo tu ejército, caballos y jinetes, de todo en todo equipados, gran multitud con paveses y escudos, teniendo todos ellos espadas; Persia, Cus y Fut con ellos; todos ellos con escudo y yelmo; Gomer, y todas sus tropas; la casa de Togarma, de los confines del norte, y todas sus tropas; muchos pueblos contigo.

Prepárate y apercíbete, tú y toda tu multitud que se ha reunido a ti, y sé tú su guarda. De aquí a muchos días serás visitado; al cabo de años vendrás a la tierra salvada de la espada, recogida de muchos pueblos, a los montes de Israel, que siempre fueron una desolación; mas fue sacada de las naciones, y todos ellos morarán confiadamente. Subirás tú, y vendrás como tempestad; como nublado para cubrir la tierra serás tú y todas tus tropas, y muchos pueblos contigo.

Así ha dicho Jehová el Señor: En aquel día subirán palabras en tu corazón, y concebirás mal pensamiento, y dirás: Subiré contra una tierra indefensa, iré contra gentes tranquilas que habitan confiadamente; todas ellas habitan sin muros, y no tienen cerrojos ni puertas; para arrebatar despojos y para tomar botín, para poner tus manos sobre las tierras desiertas ya pobladas, y sobre el pueblo recogido de entre las naciones, que se hace de ganado y posesiones, que mora en la parte central de la tierra. Sabá y Dedán, y los mercaderes de Tarsis y todos sus príncipes, te dirán: ¿Has venido a arrebatar despojos? ¿Has reunido tu multitud para tomar botín, para quitar plata y oro, para tomar ganados y posesiones, para tomar grandes despojos?

Por tanto, profetiza, hijo de hombre, y di a Gog: Así ha dicho Jehová el Señor: En aquel tiempo, cuando mi pueblo Israel habite con seguridad, ¿no lo sabrás tú? Vendrás de tu lugar, de las regiones del norte, tú y muchos pueblos contigo, todos ellos a caballo, gran multitud y poderoso ejército, y subirás contra mi pueblo Israel como nublado para cubrir la tierra; será al cabo de los días; y te traeré sobre mi tierra, para que las naciones me conozcan, cuando sea santificado en ti, oh Gog, delante de sus ojos.

Así ha dicho Jehová el Señor: ¿No eres tú aquel de quien hablé yo en tiempos pasados por mis siervos los profetas de Israel, los cuales profetizaron en aquellos tiempos que yo te había de traer sobre ellos? En aquel tiempo, cuando venga Gog contra la tierra de Israel, dijo Jehová el Señor, subirá mi ira y mi enojo. Porque he hablado en mi celo, y en el fuego de mi ira: Que en aquel tiempo habrá gran temblor sobre la tierra de Israel; que los peces del mar, las aves del cielo, las bestias del campo y toda serpiente que se arrastra sobre la tierra, y todos los hombres que están sobre la faz de la tierra, temblarán ante mi presencia; y se desmoronarán los montes, y los vallados caerán, y todo muro caerá a tierra. Y en todos mis montes llamaré contra él la espada, dice Jehová el Señor; la espada de cada cual será contra su hermano. Y yo litigaré contra él con pestilencia y con sangre; y haré llover sobre él, sobre sus tropas y sobre los muchos pueblos que están con él, impetuosa lluvia, y piedras de granizo, fuego y azufre. Y seré engrandecido y santificado, y seré conocido ante los ojos de muchas naciones; y sabrán que yo soy Jehová.