Cuando se recuperó la democracia, y superada la transición, algunos pensamos que viviríamos inmediatamente un proceso de esplendor ciudadano, que la política sería parte de nuestra vida cotidiana, que en los colegios se armarían debates, que nuestros representantes estarían discutiendo y conversando día a día con su comunidad para diseñar en conjunto la sociedad que todas y todos queríamos.
Iluso, me dirá usted, y con justa razón, pues la realidad del Chile actual indica otra cosa.
Después de décadas de democracia, la participación en las elecciones se desploma, los partidos políticos y las personas que ejercen la política son menos preciadas, llenándolos de calificativos que por respeto a quienes leen estas líneas no reproduciré, y que algunos sinceramente se han ganado.
Pero queridas y queridos conciudadanos, también asumamos nuestra culpa. El estado actual en la forma de hacer política y el nivel de políticos que tenemos, es también nuestra responsabilidad. Durante años dejamos a otros preocuparse de dirigir nuestro país, nuestra región, nuestra comuna, nuestro destino. Y nuestra lejanía fue tal que mal acostumbramos a quienes ejercieron ese rol y se fueron, por nuestra inercia, adueñando del poder, llevándose la toma de decisiones a una habitación, entre cuatro paredes.
Sin embargo, no todo estaba perdido y las marchas estudiantiles dieron la primera señal de que algo está cambiando. A ellos se sumaron posteriormente más y más ciudadanos, alzando su voz contra las AFP, la salud y un sinnúmero de injusticias que nadie se atrevía a enfrentar. Hasta nos acordamos de que tenemos una constitución que ninguno de nosotros diseñó, que fue impuesta y votada en plena dictadura y que todo este tiempo se ha parchado a vista y paciencia de todas y todos nosotros.
Hemos empezamos a despertar. Estamos discutiendo varias reformas a nuestro modelo, ya le estamos diciendo hasta nunca al sistema binominal, avanzando en una tributación más justa y discutiendo sobre cómo queremos la educación de nuestros hijos. Pero lo más importante no está pasando en el Congreso, está pasando en nuestras conciencias, en nuestra mentalidad, poco a poco nos estamos dando cuenta de que en realidad somos personas con la capacidad y el derecho de delinear nuestra sociedad, de que somos actores y no meros espectadores.
El estado actual en la forma de hacer política y el nivel de políticos que tenemos, es también nuestra responsabilidad. Durante años dejamos a otros preocuparse de dirigir nuestro país, nuestra región, nuestra comuna, nuestro destino.
Hoy, somos varios los que estamos decididos a cambiar la política desde adentro, las invito y los invito a sumarse. Los partidos políticos se están abriendo y mejorando cada vez más su forma de elegir a sus representantes. Falta mucho eso sí, pues aún podemos encontrar las viejas barreras de quienes tienen miedo a perder el poder.
Incluso, para la política entre cuatro paredes, puede ser una “fantasía” que usted o cualquier ciudadano quiera postular a un cargo de representación popular. Le puede parecer “poco serio” que muchas y muchos sean los que quieran asumir esa responsabilidad. Pero para los que creemos en la democracia, de verdad, no lo es.
Atrévanse a participar, y digámosle adiós a esa vieja forma de hacer política, y bienvenida la era de los ciudadanos en política, bienvenida la era de la participación abierta y sin barreras.
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