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Balance primer año de gobierno: recuperar la política

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En medio de un periodo en extremo complejo, el Presidente Boric enterara un año desde que asumiera el control del gobierno, el pasado 11 de marzo de 2022.

Ha sido este un primer año plagado de demandas sociales insatisfechas, con una economía a medio andar tanto debido a causas estructurales internas como debido a los efectos de la guerra en el Este europeo entre Rusia-Ucrania, con una pandemia que si bien ha comenzado a desaparecer del lenguaje cotidiano aun convive con nosotros, crisis de las instituciones, errores no forzados del gobierno y coaliciones políticas no del todo afiatadas, derrota electoral el pasado 4S y una oposición que tras el resultado emerge belicosa y obstruccionista; para cerrar el 2022 y al mismo tiempo abrir este año que corre con los incendios  que arrasaron con la parte alta de Viña del Mar para continuar, enseguida, con los macro incendios de la zona centro sur del país, que han ocasionado, en ambos casos,  pérdidas en vidas humanas, materiales y destrucción de ecosistemas.

Nadie dijo que sería fácil, reza la expresión. Pero que ha habido intencionalidad política declarada para dificultar aún más las situaciones de crisis que el país arrastra desde que la revuelta social del 2019 pusiera en evidencia las limitaciones del orden neoliberal. Eso se puede demostrar con la dilación que la derecha, en especial su facción más extrema, ha hecho con las propuestas de nuevo sistema de pensiones, más equitativo y decente al actual modelo de las AFP y a la reforma tributaria concebida por el gobierno para financiar un mayor gasto social.

Y también a una campaña sistemática movilizada por bots y redes sociales, para horadar la persona del Presidente de la República, como parte de una estrategia más amplia por debilitar aún más el Estado de derecho y la democracia.

Un indicativo más al respecto – sin tener la evidencia que permita concluir que se vincule o no con lo anterior – , pero que tiene igualmente un efecto pernicioso, es  la virulencia con que sectores del gran empresariado chileno, le hayan cuestionado al presidente Boric su propuesta de abrir un diálogo, repito, dialogar, para buscar alternativas al modelo forestal y ordenamiento de los asentamientos humanos afectados por los mega incendios.

Solo ocurre en un país como Chile, en el que los poderosos, cuál patrones  de fundo, se niegan a dialogar para tratar los problemas que a todas luces ha generado un modelo de desarrollo extractivista y desregulado. Por contraparte, la alcaldesa de Santa Juana, Ana Albornoz, ha estado a la altura en la defensa de la vida y dignidad de su comuna y merece todo nuestro reconocimiento y respeto.

Aun así, en medio de adversidades solo comparables al primer gobierno democrático tras la dictadura cívico-militar de Pinochet, el gobierno se las ha arreglado para avanzar. Pese a las innumerables dificultades y a los propios errores, el Gobierno del Presidente Boric ha dado muestras concretas de querer avanzar y superar las dificultades con las que se ha encontrado.

No es difícil identificar algunos de los ejes que han caracterizado la gestión de gobierno este primer año, en materias tales como los proyectos de reformas al sistema de pensiones y reforma tributaria; la creación del Registro Nacional de Cuidadoras y Cuidadores; el plan de emergencia habitacional; el aumento del sueldo mínimo, el plan anti crimen organizado  y un tema en el que la derecha y el empresariado concentran habitualmente sus misiles, es la mejora sustantiva de las cifras macroeconómicas, entre otros varios aspectos.

Recuperar la política para avanzar

Dicho todo lo anterior, la perspectiva estratégica que veo absolutamente necesaria acometer, es recuperar la política entendida como el espacio privilegiado para abordar racional y democráticamente las contradicciones de la sociedad. A mayor claridad, en la recuperación de la política en su nexo con la sociedad,  se juega la posibilidad de salir del empantanamiento político e Institucional en el que nos encontramos, y de paso, como consecuencia de lo anterior, conseguir estabilidad social y económica.

Pero sería absolutamente iluso creer que la recuperación de la política, interese a todos por igual. Hay sectores que se han especializado en desarrollar un relato anti político y anti público, concentrando en ese propósito recursos teóricos, ideológicos, financieros y una fuerza política orgánica presente y activa en la estructura política del Estado en todos sus niveles y subniveles, que ha hecho de lo anti público el leitmotiv de su existencia.

Es así que, hasta hoy, parte importante del descrédito de la política tenga que ver con el ataque permanente y sistemático que sectores interesados en la defensa de sus privilegios, han hecho del desprestigio de lo público y lo político su principal argumento, a tal punto que hoy existan amplios sectores ciudadanos que la detestan y rechazan.

Gran paradoja, porque en ese rechazo se encuentran también quienes la denostaron y enlodaron hasta más no poder durante décadas. Y si bien, ese punto hoy está subsumido en la apropiación que sectores conservadores hicieron del resultado electoral tras el plebiscito de salida, nada determinante existe como para concluir que los únicos que contarían con la aprobación de los sectores más despolitizados de la población, representados por los nuevos votantes que aportó el voto obligatorio, sean base social y política de quienes por décadas debilitaron la cosa pública.

Por cierto, en el desprestigio de la política ante sectores de nuestra población, no solo contribuyó la derecha, en especial la más dura. También hizo su aporte a este escenario, aquella versión de la política que hizo de la lucha del poder por el poder su principal objetivo, contribuyendo de ese modo a ensanchar la brecha entre sociedad y política, que tanto nos ha pesado desde los tiempos de la dictadura y sin que hasta el momento actual presente signos de superación. Es ese uno de los principales déficits del periodo y  la principal debilidad por resolver.

La recuperación de la política no es, por otra parte, algo así como un “chip”, un objeto ajeno, que se le introduzca a la sociedad y a partir del cual ésta empieza a reorientarse según la magia de ese objeto milagroso

Algo más se puede decir a ese respecto. Si existe una conclusión categórica respecto a los así llamados “30 años” esta es que por más comprometido que sea un  gobierno con su programa, en la configuración política chilena, con una derecha partisana, hiper ideologizada y con intereses por encima a aquellos del país, no basta solo con la gestión de gobierno: se necesita el concurso de los sectores sociales proclives al cambio, que lo respalden y le proporcionen los insumos de la realidad.

Solo así, en contacto estrecho con la realidad social, será posible medir los efectos de las medidas e iniciativas de gobierno y rectificar el rumbo cuando las circunstancias lo ameriten.

Es un aprendizaje social y político que fluirá en la medida en que exista interacción, se respete la autonomía de las organizaciones de la sociedad civil y exista sobre todo apertura para recepcionar y procesar sus puntos de vista que son, por lo general, críticos pero que tienen el gran valor de carecer de los dobleces que muchas veces dominan en la actividad política. Cuando ese vínculo se deteriora o rompe, lo más probable es que se fortalezcan, como resultado de esa ruptura, corrientes autorreferidas que poco tardan en devenir en  fuerzas administrativas y burocráticas.

La recuperación de la política no es, por otra parte, algo así como un “chip”, un objeto ajeno, que se le introduzca a la sociedad y a partir del cual ésta empieza a reorientarse según la magia de ese objeto milagroso.

De partida, entre las dificultades que es preciso resolver y que están en la subjetividad de la mayoría del pueblo chileno, es que nunca ha vivido bajo forma alguna de Estado Social, salvo algunos evidentes avances parciales conseguidos durante gobiernos democráticos.

Pero claramente insuficientes para mostrarlos como referentes de un modelo a seguir, por lo que la narrativa de quienes estamos comprometidos en alcanzar un modelo de sociedad distinto, más democrático y cualitativamente superior al orden neoliberal, se presenta para sectores importantes de nuestros compatriotas como algo lejano, teórico e incluso  idealizado.

Por ello que, la recuperación de la política y el cierre de la brecha con la sociedad, no tiene ninguna posibilidad de ser resuelta al margen de las condiciones materiales reales de la inmensa mayoría de la población, que vive en condiciones concretas, “rascándose con sus propias uñas” y sin que la promesa meritocrática del neoliberalismo haya dado resultado positivo alguno.

Al contrario, la ideología individualista y exitista del modelo agro exportador solo ha favorecido la concentración de la riqueza en el 1% más rico del país, mientras que en el resto de la población ha incrementado el empleo informal y el sobreendeudamiento de las familias chilenas. El futuro para las nuevas generaciones, en las condiciones actuales, tampoco es  más promisorio.

No es por tanto exagerado afirmar que en la recuperación de la política, en nexo con la sociedad, se juega el éxito del gobierno del presidente Boric y dependiendo de su resultado en términos de poder dar cumplimiento a su Programa de Gobierno, se juega también el curso que pueda tomar Chile en los próximos años.

Es decir, que los conflictos sociales sean resueltos en el marco de la racionalidad política o directamente nos encarrilemos hacia un periodo de mayor inestabilidad e incertidumbre, agudización de los conflictos sociales, y consolidación de  populismos y extremismos de ultraderecha ya hoy visibles y plenamente activos.

Nos merecemos un mejor destino.

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