El discurso vociferado en tiempo real o registrado en Youtube, hace el ejercicio democrático mucho más eficiente para el común de los ciudadanos, sin dejar de lado la herramienta fundamental de la manifestación en la calle, que si bien es más directa y necesaria, en el último tiempo ha demostrado ser un complemento natural a la divulgación de discursos de descontento en las redes sociales.
Un nuevo país se está forjando a la luz de este novedoso escenario muy distinto al de la Guerra Fría y de los órdenes políticos que dividieron el mundo hasta hace no muchos años. No se puede entender el conflicto político de los años ’70 en Chile sin el escaso acceso a la información que había en la época, y la manipulación de ésta por parte del poder, no muy distinto de lo que acontece en la actualidad aunque bajo condiciones muy diferentes, que hacen el escenario un poco más auspicioso para los intereses de la ciudadanía.
Si bien, hoy nos encontramos con una nueva herramienta que nos permite tener acceso a muchísima información actualizada minuto a minuto, reinterpretada por toda la gente que participa de la virtualización en redes sociales, a través de foros y comentarios en Twitter o Facebook, es prudente decir que el fenómeno sigue siendo incipiente y que sus efectos tendrán mucha más influencia en el futuro, considerando que estos mecanismos propenderán a una rápida sofisticación. El sistema político anquilosado en leyes y constituciones anacrónicas, administrada por políticos que poco entienden de las nuevas herramientas de virtualización, tiene los días contados o las décadas contadas para ser más realistas. Imaginen el gobierno de la Unidad Popular en Chile con la poderosa herramienta de las redes sociales, o la propia dictadura, que basaba su poder en la desinformación o la desviación de la atención política en banalidades que escondían temas de importancia como la tortura y el exterminio.
La primera manifestación es una dialéctica viva que se pasea entre la ociosidad y la discusión de temas trascendentales en diferentes tonos y sensibilidades, generando un mosaico de información difícil de catalogar y filtrar para adoptar discursos o posturas frente al acontecer. Sin embargo, me atrevería a decir que en las redes sociales se genera una moral espontánea, donde los temas que provocan rechazo o aprobación por parte de los ciudadanos ganan sólo por la capacidad de agrupar posiciones de mayoría que hacen simpatizar o modificar líneas de pensamiento. Me explico, un pedófilo que manifiesta su inclinación en alguno de estos medios no tardaría mucho tiempo en ser denunciado y sacrificado virtualmente. También se puede traspolar a discusiones polémicas y de mayor contingencia, como las afinidades políticas y la divulgación de discursos.
Lo que hace poderosa esta herramienta es la capacidad de incorporar no sólo la palabra sino también la imagen y registros en video. La ciudadanía desarrolla estos mecanismos para denunciar, para enarbolar una bandera, para agradecer, para divertirse, para condenar y también para provocar y modificar paradigmas o líneas de pensamiento tradicionales. ¿Cómo funciona? No es simplemente la voz de quien denuncia o de quien declama una verdad. En todo momento lo que se dice está sometido a la interpretación de quien lo ve, queda expuesto al juicio de la comunidad, por lo tanto, la veracidad de lo que se afirma o la capacidad de éxito en la persuasión depende también de cómo la colectividad lo interpreta y lo juzga, que no es más que una medición subjetiva de cuánta es la carga de verdad que hay en lo que se dice, cuánto de veracidad hay en lo que se expone teniendo en cuenta el perfil de quien emite el discurso y los perfiles de quienes lo interpretan y juzgan. Una persona aguda en la manera de analizar discursos en la web pondrá en la balanza también el juicio de los demás a la hora de emitir una respuesta de aprobación o rechazo, no por dejarse influir, sino para poner las cosas en un contexto más amplio, desde una perspectiva mayor que muestre lo que se expone desde todos los ángulos posibles.
Pongamos un ejemplo contingente. Un comediante emite un chiste en la televisión en código de humor negro, invita a reírse del exterminio de judíos en el holocausto. La comunidad judía comienza a ocupar los medios de comunicación para denunciar y pedir castigo ejemplar. Rodrigo Guendelman, columnista judío, tuitea su malestar y conmina a sus seguidores a hacerse parte de la denuncia y del juicio moral frente al acto. Incipientemente algunos seguidores le enrostran el poder que ejerce el judaísmo en Chile, de la influencia que ejercen en los medios de comunicación y en las esferas del poder, de que así como se condena un chiste sobre el holocausto se debe condenar también la discriminación racial hacia nuestros pueblos originarios, que lo que se pretende es fomentar la victimización de una colectividad que en otras esferas se muestra prepotente y beligerante. ¿En qué posición queda finalmente la denuncia de la comunidad judía? Queda en una extraña posición en donde lo que se expone como una verdad condenada por unanimidad se transforma en un argumento de juicio que deja una duda respecto a la carga de verdad en el objetivo que se pretende, condenando un chiste de mal gusto.
La desconfianza es una actitud permanente en la virtualidad, quien pretenda modificar ciertos paradigmas se encontrará con un muro difícil de derribar, pero no imposible de roer hasta hacerlo desaparecer con el tiempo. En general en la virtualidad se actúa desde la individualidad con la fuerza de la masa, pero esta vez como masa pensante, irónica, burlesca, brutal, pero que en el conjunto consigue unificar líneas de pensamiento. No puedo hacer notar mi descontento destruyendo lo virtual, la única herramienta es la palabra y la imagen, la capacidad que tengo para persuadir sin que mi discurso sea interpretado como una falacia y para ello lo que dices queda sometido a la contrastación del testimonio, de que la trayectoria avale lo que se intenta defender o divulgar.
El discurso vociferado en tiempo real o registrado en Youtube, hace el ejercicio democrático mucho más eficiente para el común de los ciudadanos, sin dejar de lado la herramienta fundamental de la manifestación en la calle, que si bien es más directa y necesaria, en el último tiempo ha demostrado ser un complemento natural a la divulgación de discursos de descontento en las redes sociales. Lo interesante es que en la virtualidad los partidos políticos pierden capacidad de adherencia, el ciudadano habla desde su condición particular e independiente, y el abanderamiento genera sospechas y prejuicios que permiten inferir que en el futuro se pueda prescindir de entidades colectivas que aglutinen formas de pensamiento, sólo ciudadanos que juzgan con toda la información desplegada en la mesa, entendiendo que todo no pasa por verdades absolutas.
¿Cuál es la línea que separa al ciudadano actual con cierto grado de participación virtual, al ciudadano oficializado en la virtualidad que lo incluye como actor social directo? Que mi perfil virtual esté certificado en el registro civil, y que desde ese perfil pueda participar directamente en las decisiones políticas, que ese perfil se asocie con una bolsa de trabajo y a mi relación directa con el Estado y sus organismos, el SII, claridad entre lo que aporto al Estado y lo que el Estado me retorna satisfaciendo mis derechos fundamentales y organizando directrices del deber que me corresponde para con el desarrollo del país, me permitiría votar directamente las discusiones estructurales del parlamento saltándome al diputado o al senador que decide de acuerdo a su grupo de interés. ¿Qué es el poder ciudadano si no la capacidad de incidir directamente en las discusiones del país? La tecnología ya existe y para que se sofistique sólo falta esperar algo más de tiempo. Lo que suena como ficción de alguna manera ya está instalado, y no hay que ser Ray Bradbury para imaginar hacia donde apuntan estas herramientas sociales. El muro que hay que roer es muy macizo, las convenciones sociales y los conservadurismos, la manipulación por parte de los grupos económicos hacen de este nuevo paradigma una tarea difícil, sin embargo en el actual escenario, pareciera ser quizás la única manera de modificar el estado de las cosas.
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