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¿Asambleas o asambleísmo? ¿Síntoma o problema?

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El gobierno ha expresado su desaprobación al "asambleísmo”, concepto con el cual ha responsabilizado a los pobladores de Aysén y Calama por la inexistencia de acuerdo con el Gobierno.
 
¿Qué entiende el gobierno cuando habla de asambleísmo? ¿Es esto negativo para los movimientos ciudadanos? ¿Confunde el gobierno la existencia de asambleas con el asambleísmo? ¿Confunde un síntoma con una enfermedad? Las autoridades del gobierno de Sebastián Piñera confunden una forma de organización de la sociedad basada en la congruencia y convergencia de principios y objetivos en base a liderazgos flexibles (asamblea) con una forma de organización social basada en la horizontalidad, la ineficiencia organizacional y de uso de recursos, la sobre-ideologización y el localismo (asambleísmo).
 
La asamblea es una forma funcional y necesaria de organización cuando las instituciones fallan a la hora de canalizar las demandas sociales. A pesar de ello, con el tiempo es posible que se transforme en una forma de organización ensimismada, donde se confunde la forma de organizarse con el fondo o motivo de la organización (asambleísmo): lograr la satisfacción de demandas transversales. Por ello, el gobierno trata a la asamblea como asambleísmo, sin comprender la esencia misma de las demandas de los movimientos ciudadanos que se levantan a lo largo del país y por tanto, la lejanía de una posible solución a dichos problemas.
 
La existencia de asambleas ciudadanas revela la existencia de un síntoma o disfuncionalidad social producto de una demanda socialmente legítima pero insatisfecha. La función básica de un sistema político es la transformación de las demandas de la ciudadanía en decisiones en forma de política pública que satisfaga la necesidad de forma total o parcial. El sistema político, a través de las instituciones, permite la convivencia de una sumatoria de individuos con objetivos e intereses diversos pero no excluyentes entre sí. Cuando las instituciones fallan en cumplir su objetivo, la asamblea es la mejor forma de organización de que la ciudadanía puede dotarse para hacer ver a las autoridades que los procesos propios de un sistema político no se están dando como debieran. La asamblea no es trans-organizacional (está más allá de otras organizaciones) sino que, al contrario, aparece de forma espontánea y particular para que la institucionalidad funcione. Esto se demuestra, en el caso de Aysén y Calama, en la constante interpelación al gobierno y a las instituciones para la solución de sus problemas.
 
La existencia de movimientos asambleístas (respondiendo a nuestra segunda categoría) revela un problema a la hora de manejar las demandas sociales de una comunidad, es decir, se confunden las formas y el fondo de la movilización, se confunden los roles de los actores y los objetivos a lograr, incluyendo metas que no se relacionan con el origen del problema, desviando a los actores de la resolución del conflicto y por tanto, aumentando la posibilidad de polarizar las posiciones y la aparición de episodios de violencia. El asambleísmo tiende a aparecer en círculos sociales como las universidades, donde la formación académica de los involucrados los aísla de la realidad social donde debieran estar insertos, haciendo que la teoría se confunda con la práctica social y política.
 
Las asambleas ciudadanas nos han recordado en qué medida nuestra institucionalidad se encuentra agotada para captar todas las demandas y aspiraciones sociales, y darles así una solución a través de ellas. A pesar de ello, la naturaleza misma de la asamblea hace que sea muy posible que esta sea capturada por grupos que busquen mutar la asamblea en un asambleísmo, desvirtuando el movimiento y haciéndolo funcional a los intereses de la contraparte, ya que puede deslegitimarlo a nivel mediático, usar la coerción contra él y desarticularlo. Basta solo recordar lo sucedido con las movilizaciones estudiantiles de 2011. El gobierno peca de ingenuo al tratar de convencer a la ciudadanía de lo nocivo de las asambleas, ya que la asamblea empodera al ciudadano, lo hace crítico y constructor de su realidad, lo construye como un sujeto dual (individual y social a la vez) La asamblea es necesaria, pero no suficiente para fortalecer la democracia. La asamblea fortalece las instituciones, no las sustituye.
 
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