Ayer 21 de mayo, el presidente Sebastián Piñera dio su última cuenta pública en el Congreso Nacional. No voy a referirme al contenido, esencialmente porque es lo mismo que se habla año a año. Ahora bien, no se puede dejar de mencionar medidas como la obligatoriedad del kinder, el aumento en recursos para tratamientos de la fertilidad o la ampliación de la cobertura para niños y jóvenes en salud bucal a través de FONASA. Por otro lado, tampoco se puede dejar de lado las deudas pendientes en el discurso: la regulación de drogas, AFP, sistema binominal, reforma tributaria, entre otros.
Seamos sinceros, fue un discurso de despedida y también proclamación para algunos años más. La esperanza que alberga el Presidente en su figura a veces suele ser desmesurada. Al parecer Sebastián Piñera aún no se da cuenta de lo que él puede provocar en las personas (desde la apatía más absoluta hasta una fidelidad extrema).
Pero este pequeño texto no pretende hablar en profundidad de este tema. Por el contrario, me gustaría hacer una reflexión sobre algunos aportes del gobierno, y también de Sebastián Piñera, que al parecer no son apreciados a primera vista.
El accionista mayoritario de uno de los equipos de fútbol más populares del país, quien también tenía intereses en una de las aerolíneas más importantes de continente, fue capaz de -desde el empresariado- coquetear y conquistar los corazones de los chilenos hace casi cuatro años. La promesa del cambio y las caras repetidas en la Concertación, hacían muy atractiva la alternativa. Consignas como “un gobierno de excelencia” y la “nueva forma de gobernar” fueron cimientos de un trabajado triunfo (recordemos que el Presidente ya había sido candidato por la presidencia en años anteriores a su elección).
Con el correr del tiempo estas consignas fueron desmoronándose a medida que ciertos hechos salían a la luz: conflictos de interés para regalar, medidas que se alejan del sentir popular, la lentitud que tuvo la institución para, al menos, querer dar solución a problemáticas sociales de importancia (como la educación, o demandas post-materiales), terminaron por desencantar a los ya desencantados y defraudar a lo que confiaron.
Y es por eso que quiero darle las gracias al Presidente, porque su gestión, que nunca estuvo ni cerca de la “excelencia”, logró algo que la Concertación no pudo realizar en sus cuatro periodos presidenciales. La ciudadanía se dio cuenta que hoy, más que antes (debido a la añeja lógica para resolver temas de interés nacional por parte del gobierno, también condicionado por una constitución desarticuladora de movimientos sociales), está llamada a ser quien arme y ordene la agenda y sus prioridades. El gobierno actual hizo que los partidos también tomen parte de nuevos temas que están sobre la mesa (matrimonio igualitario, regularización de drogas, por nombrar algunos). Pero lo más importante es que, al parecer, la gente logró entender que no da lo mismo a quien le entrega su voto. Gracias a este gobierno, el voto podría al fin estar encontrando su deber ser en la sociedad chilena. Ya no solo es un trámite engorroso al cual queremos rehuir, es una responsabilidad con el país que se quiere construir. Si bien en las últimas elecciones la participación fue menor a la esperada (cerca de 6 millones de votantes según SERVEL), se puede vaticinar que con los debates suficientes para informar a la ciudadanía esta responda con el apoyo correspondiente a este proceso democrático. La primera prueba será sin lugar a dudas las primarias presidenciales del 30 de junio.
El empoderamiento social en este periodo tomó los ribetes que las nuevas demandas le exigen, el tejido social se fortaleció a tal punto de ser capaces de crear campañas a través de las redes sociales que la tecnología proporciona y también con las tradicionales, fueron capaces de aglomerar multitudes en días de lluvia, o también frenar megaproyectos considerados, por una amplia mayoría, dañinos para el país.
Seamos sinceros, fue un discurso de despedida y también proclamación para algunos años más. La esperanza que alberga el Presidente en su figura a veces suele ser desmesurada. Al parecer Sebastián Piñera aún no se da cuenta de lo que él puede provocar en las personas (desde la apatía más absoluta hasta una fidelidad extrema).
El último punto de este gobierno tiene que ver con el sector que precisamente está gobernando. El perfil tan inusual -políticamente hablando- que tiene el Presidente y su gabinete ha logrado que los partidos de la coalición definan sus posturas, a veces contrapuestas, sobre temas específicos que son de importancia para la ciudadanía. Y por otro lado, la derecha entendió que de aquí en más se debe pensar dos veces a quien proclamar como candidato. Todo indica que la tiranía de las encuestas fue derrotada por este gobierno. La derecha comprendió que #EsPosible llegar a la presidencia, y por lo mismo no cualquier candidato es, necesariamente, el candidato.
Al parecer, hay que darle otra vuelta a este periodo, quizá así, los arrepentidos no se arrepientan tanto.
———–
Foto: www.fotopresidencia.cl
Los contenidos publicados en elquintopoder.cl son de exclusiva responsabilidad de sus respectivos autores.
Te invitamos a conocer nuestras Reglas de Comunidad
duvan
kldjfoisjfijdfoijdofijsdoifjsd pico pla q lee
Maximiliano Pacheco
No hay mal que bien no traiga