Desde que se perdió la elección presidencial y vuelve la derecha al poder de forma democrática después de casi medio siglo en Chile, la oposición se ha visto capturada por la inercia y la incapacidad de proponer un nuevo proyecto político al país. Dicha situación parece normal cuando se estuvo por 20 años en el gobierno.
A casi la mitad del periodo presidencial, los problemas evidentes no sólo están en La Moneda sino también en una concertación que no es capaz de encontrar el rumbo adecuado, ya nadie les cree.
¿Cómo construir una alternativa política para Chile? Parece ser la pregunta más difícil de responder. Los documentos y declaraciones que circulan en el país no ayudan a clarificar esto, pues no cuestionan finalmente la columna vertebral del problema chileno, su modelo económico social.
El triunfo del capitalismo salvaje que se asienta en nuestro país traído primero por los Chicago Boys y administrado por la Concertación, si bien trajo algunos frutos en materia de crecimiento y la política del chorreo focalizada, ha agravado la desigualdad y la falta de garantías a las y los ciudadanos chilenos. Ello ha producido un sistema cultural de individualismo y alejamiento del sistema político. Como el Estado no es capaz de proveer las garantías necesarias, las y los ciudadanos buscan en la iniciativa personal dichas cuestiones. El crecimiento ha permitido el aumento de la calidad de vida y los sueldos, pero cuando la clase media (más aún los pobres) se ve enfrentada a la pérdida de ingresos por vía salario está totalmente indefensa para hacer frente a un mercado que le devora y le exige sin contemplaciones los pagos por la calidad de vida que nunca realmente tuvo sino que arrendaba en cómodas cuotas.
Se hace necesario revisar de manera profunda al menos dos cuestiones capitales en nuestro país si queremos ofrecer una alternativa: el modelo económico y social, y nuestro modelo de Estado nacional. Ello requiere revisar todos los conceptos y las doctrinas que hoy imperan en Chile, ya que de estas cuestiones se despliega todo el debate sobre lo que debemos ofrecer como alternativa.
La oposición no puede sencillamente realizar declaraciones parciales, buscando el mejor rédito electoral. Deben ser capaces de reconstruir un discurso ideológico que articule un proyecto para el gobierno de las ciudades, regiones y el país.
¿Se necesita una nueva gran coalición de centro-izquierda? Ello dependerá de la reflexión que realizan los partidos. Lo que no se puede realizar es una batalla desgastante y absurda sobre quién es más y mejor progresista, una palabra que ya poco connota en la gente y que esconde y entierra una real propuesta de izquierdas para el país. La alternativa política para Chile debe venir de una reflexión ideológica y profunda sobre el modelo económico y social, su modelo de Estado centralizado, generando propuestas de izquierdas y que involucren el sentir de la ciudadanía. Los nuevos liderazgos son imprescindibles para empujar dicha alternativa; de otra forma continuaremos acorralados en manos de esos pequeños políticos con calculadora en la mano y sin ninguna intención de hacer un cambio profundo en Chile para hacer de él un mejor lugar para vivir y desarrollar nuestros sueños.
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