El 4 de septiembre el resultado a favor del rechazo a la propuesta emanada por parte de la Convención Constitucional fue claro y determinante. El órgano más democrático e inédito que nuestra historia republicana haya conocido fracasó estrepitosamente en su misión. ¿Razones para este fracaso? muy variadas, desde la interpretación absolutamente desproporcionada por parte del mundo de las izquierdas al resultado del plebiscito de entrada e, incluso, del «estallido social». La mala interpretación del resultado de la elección de convencionales que dio como resultado una sobrerrepresentación de las fuerzas de izquierdas mediante la «moda» impuesta en el clima social que resultó en la elección de una gran cantidad de independientes. La falta de experiencia política de sus miembros, más no la falta de capacidades técnicas. Las excentricidades de algunos de sus miembros que jamás pudieron entender que la imagen y confianza de la Convención era su gran capital político incluso más que su resultado. El constante interés por ocupar el proceso constituyente para reivindicaciones de carácter identitarias (un karma para la izquierda posterior a 1990) por sobre los relatos universalistas que eran el gran «capital» de las izquierdas durante gran parte del siglo XX, un sistema político altamente engorroso que, de ser aprobado, probablemente iba a requerir reformas.
Aún así, este órgano fue capaz de otorgar un texto que a grandes rasgos era un increíble avance en derechos sociales y modificaba, sin ser revolucionario, los pilares del modelo neoliberal impuesto en Chile que han sido el detonante de la crisis social que tuvo su expresión principal en octubre de 2019. Prácticamente la Convención se hizo cargo, en el aspecto técnico, de todas las demandas de la población, pero no supo como canalizarlas políticamente. En resumen, los convencionales fueron incapaces de entender que más importante que el texto, era generar una estrategia de comunicación política para con el texto. Todos estos detalles son una muestra que la Convención Constitucional fracasó por falta de política, más que por falta de expertiz.Sea cual sea el resultado del proceso, no será funcional al objetivo de dar por superada la crisis social y política.
Pero algo no se le podía cuestionar al proceso constituyente y que es sumamente importante en un país sumido en una crisis de confianza con las instituciones brutal: Su legitimidad. De eso mismo comienza careciendo este proceso. Un acuerdo que establece una «Comisión de Expertos» que elaborará un anteproyecto, que tendrá poder de veto y, que en caso de que no exista acuerdo final, formarán parte de una comisión mixta entre representantes electos y designados. Una comisión de 24 personas designadas nombradas por el Congreso (quizás la institución con mayor percepción de desconfianza y peor evaluada) en proporción a las fuerzas políticas, lo que es lo mismo que decir «a los operadores que decidan poner los partidos políticos». Es tan así, que no se demoraron ni 5 horas en comenzar a proponer como «expertos» a los ex presidentes Frei, Lagos, Piñera y Bachelet.
Por si no fuera poco, se elegirán 50 convencionales en distritos enormes (senatoriales) lo que solo permitirá que personas con mucho poder adquisitivo puedan optar a ser candidatos y hacer una campaña, el «valor» del voto en algunas regiones terminará siendo absolutamente desproporcionado en perjuicio de la Región Metropolitana, y la discusión del futuro órgano nace cercenada por la imposición de «bordes constitucionales» que sólo dan pie a una actualización de la institucionalidad de la Constitución de 1980.
Justamente ahí su debilidad, pues sea cual sea el resultado del proceso, no será funcional al objetivo de dar por superada la crisis social y política. El modelo chileno, profundamente individualista, ha generado una dinámica social funcional mientras el país crecía a grandes tasas gracias a las relaciones con China, podríamos decir que el relato en los años 90s si tenía coherencia, pero eso se agotó hace ya bastante tiempo. El modelo realiza promesas cautivadoras en torno al consumo y realización individual, pero que ya son imposibles de cumplir. Ahí la enorme frustración social creciente de las clases bajas y medias. El mismo producto social del modelo será quien se encargue de recordar una y otra vez, al parecer, la incapacidad de hacerse responsable de las promesas generadas a una población de consumidores. Por ello, era necesaria la formulación de un nuevo pacto de desarrollo social, pero estamos lejos de eso, y mucho más cerca de un nuevo episodio de caos multidireccional como el que pudimos vivir en el llamado «estallido social».
Comentarios
15 de diciembre
La verdad es que si, sucederá algo con la nueva Constitución. Se acabará el reclamo eterno por su origen.
Si esta Constitución da libertades parecidas a la actual, y se le agregan limites modernos, como son la ecología y ciertos beneficios sociales, quedará como una Constitución mas o menos buena e inobjetable. Y, sobre todo, se acabará la Constitución como moldeadora de la sociedad a gusto de los políticos.
Lo de los expertos…definitivamente los ex-presidentes son mas expertos que los «eximios» constitucionalistas que nos trajo la convención. Haber tenido el poder del país les otorga una visión de largo plazo de la que carecían los anteriores.
Por lo tanto, no es fantástica, pero es una solución real al tema Constitucional que nos ha desgastado tanto rato.
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