La abstención de 66% de los ciudadanos inscritos en el padrón electoral, no pueden ser motivos de celebración para ninguna de las dos principales coaliciones, puesto que los abstencionistas son más que los votantes que respaldan a esos partidos. La mayoría de los jóvenes se resta de participar en las elecciones y solo se motivan hacerlo cuando aparecen candidaturas alternativas o independientes, como lo demuestra el apabullante triunfo de Jorge Sharp como alcalde de Valparaíso, lo que indica que hemos entrado en otro ciclo político más poliárquico y descentralizado. Cada día más voces, intereses y demandas exigen ser incluidas en el sistema político, por tanto, el encaje y la negociación para integrarlas se vuelven más complicados.
La participación electoral no solo se reduce sino que también se gerontologiza. Según algunos estudios al respecto, un 86% de quienes no votarían tiene menos de 40 años, mientras que el 71% de los chilenos que no han participado nunca en comicios tiene entre 18 y 25 años de edad. Es un hecho que el abstencionismo es menor en el votante más conservador y envejecido, es por ello que este segmento se hace cada día más relevante en el padrón electoral y opta por lo conocido o sea por los partidos del status quo (sesgo conservador), lo que dificulta una renovación política en la sociedad o un relevo generacional con decidida voluntad de encarnar un nuevo ciclo histórico.Si en el pasado, los resultados de las elecciones municipales fueron un predictor de las elecciones parlamentarias y presidenciales siguientes, ahora sería un craso error extrapolarlas como se hizo anteriormente, puesto que el “voto de castigo” es a la institucionalidad política en su conjunto.
Por otro lado, la corrupción y el financiamiento ilegal de la política, afecta éticamente y electoralmente más a los partidos de centro izquierda, ya que sus votantes son mucho menos tolerante con los actos de falta a la probidad que el votante que habitualmente vota por los partidos de derecha -menos volátil y uno de los más ideologizado del país- por tanto, es más condescendiente en estas materias con sus dirigentes.
También, el votante de derecha es más disciplinado y menos abstencionista, a pesar del financiamiento ilegal de los partidos del sector. Su visceralidad contra todo “izquierdismo” o “progresismo”, reafirma en ellos la necesidad de que Chile Vamos, por muchos imputados que pueden tener, pongan “orden” en el país, como si la corrupción no fuera una de las causas fundamentales de la deslegitimación de la política.
Al mismo tiempo, la oferta electoral se ha fragmentado -existen 32 partidos constituidos o en formación- pero en el sector de izquierda se ha producido con mayor intensidad. Allí donde la ruptura política ha sido más intensa han emergido o se han reforzado los partidos anti establishment y se nutren de electorados jóvenes, como también de votantes tradicionales de izquierda. El crecimiento exponencial de partidos, por ende, está afectando mucho más a los actuales partidos de izquierda que los identificados en otras latitudes ideológicas.
El “bofetón” electoral infligido a la Nueva mayoría tiene visos de prefigurar una fragmentación de la coalición oficialista con miras a la próxima elección presidencial. En palabras de la presidenta del PDC, Carolina Goic, la candidatura de Ricardo Lagos “no solo se hace cuesta arriba, sino que efectivamente está en condiciones muy difíciles” porque “la gente dice con mucha claridad que quiere renovación”. Por otro lado, el senador Ignacio Walker es de la opinión “que no tiene sentido hacer una primaria presidencial” en la coalición oficialista, ya que “la amplia mayoría del consejo de la DC decidió que el partido va a llevar candidato presidencial propio”.
Sin embargo el panorama no es tan auspicioso para Chile Vamos, como en términos comunicacionales se desea proyectar. A pesar de ganar alcaldías emblemáticas como Santiago, Providencia, Maipú y La Reina, pierde en concejales 419.049 votos con respecto a 2012, obteniendo el 39% de la votación. En tanto la Nueva Mayoría pierde 241.140 votos en concejales, alcanzando un 47,1%; por tanto el triunfalismo exudado por la derecha carece de respaldo estadístico y no justifican las voces exitistas que decretan un imparable triunfo de ese sector político en las próximas elecciones parlamentarias y presidenciales de 2017.
Si en el pasado, los resultados de las elecciones municipales fueron un predictor de las elecciones parlamentarias y presidenciales siguientes, ahora sería un craso error extrapolarlas como se hizo anteriormente, puesto que el “voto de castigo” es a la institucionalidad política en su conjunto.
Comentarios
28 de octubre
Absolutamente de acuerdo.
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