He aquí que hemos presenciado un terrible espectáculo ante el aborto por tres causales. El resultado más preocupante no es la votación, que por suerte avanzó en pos de la racionalidad, sino la terrible seguidilla de declaraciones que van desde el infierno al fin de la Teletón, pasando por la desafortunada declaración que dijo que la dictadura al menos mató a gente grande.
La seguidilla de memes parece la continuación de las rutinas de Viña; el problema es que cuando las dice un comediante están bien, pero cuando las dicen políticos son preocupantes: se supone que ellos están hablando en serio. El humor memético no ha tenido más que copiar y pegar las frases de los políticos de la derecha y el resultado no necesita de parodia, es risible en sí mismo. A los escándalos de corrupción se suma ahora el escándalo de la ignorancia, de la religiosidad supersticiosa esgrimida en un congreso laico, del absurdo que no resiste análisis. Hago excepción de Carla Rubilar, quien al menos ha estado a la altura de la época de Voltaire.
La pregunta es si los políticos han esgrimido tan pueriles argumentos porque de verdad los creen, o si es que subestiman al electorado de tal manera que piensan que solo este tipo de declaraciones sirven para que “la gallada” entienda. Ambas perspectivas son igual de aterradoras: a los transversales escándalos de corrupción, se suma algo que solo se explica como una ignorancia y una desinteligencia supinas, o bien como un desprecio e infravaloración hacia el resto de los chilenos.
Existen razones dignas de esgrimirse por quienes están en contra del aborto, razones discutibles, es cierto, pero al menos son razones que admiten una discusión; en cambio, hemos escuchado boberías indiscutibles. Pudo haber un debate sobre la naturaleza de la vida humana y su comienzo, pudieron haberse contrapuesto argumentos de Ortega contra los del neomarxismo o Foucault, pudimos haber presenciado un debate de altura. En cambio, se desplegó ante nosotros un muestrario de los más inquietantes lugares comunes del prejuicio conservador. Esto es tan malo como los escándalos de Longueira y Dávalos.
La pregunta es si los políticos han esgrimido tan pueriles argumentos porque de verdad los creen, o si es que subestiman al electorado de tal manera que piensan que solo este tipo de declaraciones sirven para que “la gallada” entienda. Ambas perspectivas son igual de aterradoras.
Hasta hace poco, ha habido mucha discusión acerca de la molestia de la élite. El debate del aborto nos revela que en Chile no hay una élite, sino más bien una simple oligarquía, es decir, personas que están en sus cargos por motivos no achacables al mérito, sino a los contactos, las relaciones o vaya a saberse qué. Hemos visto que, al menos en la esfera intelectual no le han ganado a nadie. Sus lugares en el mundo no son más que el producto de la fortuna, y la fortuna, como dice el poema musicalizado en Carmina Burana es cambiante y caprichosa.
Recalco el hecho obvio de que estas personas dirigen el país. En el caso de la derecha y gran parte de la nueva mayoría, no lo hacen solo desde las instancias públicas, sino que además son los amos de nuestro tiempo a través de su actividad privada en un Chile atendido por sus propios dueños. Su estupidez, si se da el caso de que esa sea la razón subyacente a sus declaraciones, nos pone a todos en manos del más peligroso de los azares: el azar del mercado, cuya mano invisible no tiene ningún interés en equilibrar nada y que se acerca al súmmum de la privatización en el TPP, que hará que los Estados comparezcan ante cortes virtualmente privadas, despojados de su soberanía, de nuestra soberanía. Si lo que realmente los mueve a hablar tales idioteces es el desprecio por las clases bajas –dejémonos de la hipocresía de hablar de clase media–, quiere decir que estamos en manos de oligarcas que no tienen el más mínimo patriotismo verdadero, pues si para ellos la patria es el suelo y no la gente, estamos horriblemente mal.
Los contenidos publicados en elquintopoder.cl son de exclusiva responsabilidad de sus respectivos autores.
Te invitamos a conocer nuestras Reglas de Comunidad
Miguel Ángel
Nos da cuenta de lo poco representativo que resulta el congreso de lo que piensa y desea el ciudadano de a pié. Me convenzo cada vez mas de la necesidad de instalar un sistema de democracia directa en Chile. La tecnología está. Mataríamos dos pájaros de un tiro; nos ahorraríamos mucho dinero que gastamos en el congreso y obligaríamos a la gente a madurar cívicamente.
Lisandro Burgos Cuevas
Saludos: Estoy de acuerdo casi con todo. Hay que agregar eso sí, que los partidarios del aborto tampoco poseen argumentos aceptables. O sea, la estupidez y la ignorancia se han cebado con los de la izquierda y los de la derecha, de igual modo que la sinvergüenzura. De todos los temas abiertos en el Quinto Poder, por ejemplo, respecto del aborto y que capaz superen la centena, con suerte tres o cuatro plantean algo mínimamente digno de lectura y debate. Tenemos el caso de especímenes que cuando les enrostro lo que de veras hay detrás de las motivaciones para el aborto en caso de violación, que son la venganza y las razones económicas, de la misma guisa que los curas cuando proclaman, «misteriosos son los caminos del Señor», me han respondido, «, ¡sacrílego!, tu no tienes derecho a saber las motivaciones de dichas mujeres, son un secreto que nadie debe escudriñar» También se habla con mucha pompa de que «es mi cuerpo» o «es un derecho porque es un derecho», y otras estupideces de igual catadura, más superficiales que los cotilleos de Barbie con Kent. Sin ir más lejos, Boric, adalid de la estulticia, ha hablado de «igualdad de derechos», como si los varones pudiésemos parir o abortar. A lo mejor se imagina que por el recto. Naturalmente que la actividad de legislar en un entorno así no puede tener la menor erudición.
Servallas
Pienso que la falta de argumentos, la falta de una racionalidad para defender una posición contraria al aborto es al menos complicada. Con la caída de los dogmas religiosos en occidente, aquellos paradigmas que se justificaban por mandato divino ya no se sostienen, se requieren años para posicionar argumentos racionales que sostengan nuevamente esos paradigmas sobre el ser y el comportarse, con ello, la lucha por mantener ciertas barreras como un no rotundo al aborto está perdida. En occidente el hombre contemporáneo es dueño de generar sus propios paradigmas de moralidad y comportamiento, es libre, Dios ha muerto o nunca existió, así las cosas, la racionalidad humana sobrepasa sobradamente los torpes discursos de aquellos que aún creen en algo más trascendente que vigila sus conductas. El problema es que esa seguridad alcanzada, aquella que dice que no hay nada trascendente, puede ser bastante relativa y quizás un espejismo que sólo puede ver nuestro ego, porque a partir de la consciencia de ser, de vivir, del aquí ahora, es posible darse cuenta que somos los únicos que estamos de recreo, en fiesta, en desenfreno, el resto de la naturaleza sigue inmutable, aún en sus colosales dimensiones cósmicas se ciñe en rigor a una reglas duras que nosotros sólo sabemos que existen, pero no el porqué.