1988-2013. La alegría que no llega
Con el desarrollo de las divisiones en el movimiento popular y consolidado como nuevo escenario mediático el triunfo de lo que se dio en llamar la gente, la lucha de clases en Chile entró en una nueva dinámica.
Desde la convocatoria al plebiscito hasta la victoria de los partidos de la Concertación con Patricio Aylwin como candidato, el importante segmento de masas que delineaba una ruptura total con el capitalismo fue progresivamente aislado. El sistema binominal hizo su aparición y mediatizó la conflictividad social relegándola a irrupciones esporádicas de escaso nivel orgánico. Los partidos políticos de la Concertación que hasta fines de los 80 habían sido una importante herramienta en la organización de las masas volcaron sus aparatos hacia tareas vinculadas a la administración y reproducción del poder político institucional, dando paso al surgimiento de un nuevo tipo de clientelismo. El resultado fue la partidocracia, articulada en torno al duopolio formado por los partidos de la Concertación y los partidos de la derecha, UDI y Renovación Nacional.
Los enclaves que Guzmán diseñó para proteger a Pinochet empezaron a funcionar con precisión matemática, y el gobierno de Aylwin no tuvo estatura ni voluntad para otra estrategia que no fuera la democracia en la medida de lo posible. Desmovilizadas, las masas que a mediados de los 80 se movilizaron contra la dictadura, quedaron a merced de los operadores políticos de los dos bloques que se constituyeron en torno a las opciones que la arquitectura institucional permitió desarrollar y permanecieron atrapadas en la horquilla que significó el continuo chantaje de la amenaza militar en el que se escudó la figura del estadista que cerró las casas del NO.
También hubo organizaciones que decidieron marginarse voluntariamente de la nueva escena optando por la vía de provocar la guerra final contra el sistema en su conjunto. El Frente Patriótico Manuel Rodríguez entró en una crisis terminal, cuyo broche final sería el ajusticiamiento de Jaime Guzmán en 1991. Otros grupos menores intentaron seguir actuando, pero la transición a la democracia tenía a sus aparatos de inteligencia preparados para su acoso y desmantelamiento.
A este nuevo escenario también contribuyó el cambio político más importante de fines del siglo XX. La caída del muro de Berlín y la consiguiente debacle de lo que se dio en llamar los socialismos reales, dejaron sin referentes ideológicos a los partidos de la izquierda marxistas y comenzó para ellos una suerte de travesía del desierto. En particular, el partido Comunista de Chile vio abandonar sus filas a un grueso contingente de militantes formados en la lucha contra la dictadura. Aparentemente, ello restó todavía más posibilidades a la capacidad organizativa de las masas y estas, carentes de cualquier referente, entraron en una etapa de profundo reflujo.
Durante todos los 90 y buena parte de la primera década del 2000, el clima imperante fue el impuesto por el nuevo ídolo ideológico de la democracia de los acuerdos: la gobernabilidad. Cualquier demanda de la sociedad civil que pusiera en peligro los necesarios acuerdos entre los miembros del duopolio ponía en peligro la gobernabilidad del país. El mayor logro reclamado por los gobiernos de la Concertación fue precisamente el haber logrado un acuerdo para eliminar algunos enclaves autoritarios en el entramado constitucional. Lagos elevó al rango de éxito los acuerdos con la derecha heredera del modelo Guzmán-Pinochet, y sus corifeos reclamaron el trato de estadista para él. La derecha, satisfecha por mantener sus prebendas y privilegios, lo alabó sin tapujos: el verdadero logro era el de incrementar sus beneficios sin mayor sacrificio que el de eliminar algunos elementos del edificio Guzmán-Pinochet que, por lo demás, a esas alturas ya resultaban del todo innecesarios y arcaicos. La derecha obtuvo, además, carta de ciudadanía moderna y democrática.
Durante todos los 90 y buena parte de la primera década del 2000, el clima imperante fue el impuesto por el nuevo ídolo ideológico de la democracia de los acuerdos: la gobernabilidad. Cualquier demanda de la sociedad civil que pusiera en peligro los necesarios acuerdos entre los miembros del duopolio ponía en peligro la gobernabilidad del país.
Estos años vinieron a revelar cruelmente que las contradicciones internas de la sociedad chilena que venían desarrollándose desde los años 60 y 70 entre capitalismo y socialismo así como entre dictadura y democracia habían sido resueltas de modo desfavorable para los explotados y excluidos. Se consolidó y modernizó hasta el paroxismo el capitalismo neoliberal y no se consiguió apenas más que un remedo de democracia que secuestra hasta hoy el ejercicio de la soberanía nacional y popular, transformando derechos fundamentales de las personas en mercancías. El costo político de una transición pactada e impuesta por los vencedores, se tradujo en un alto costo en términos de vidas truncadas y sueños rotos.
La fase de reflujo en que entró la lucha de clases, no mostró síntomas de recuperación hasta las movilizaciones estudiantiles de 2006. La operación política que desmontó al movimiento de los pingüinos, reveló hasta donde la partidocracia es capaz de absorber conflictos y mantener intacto el acceso al beneficio de los grupos empresariales aunque sea a costas de mercantilizar un derecho tan elemental como la educación. Esta experiencia de movilización popular dejó, no obstante, sembrada la semilla de nuevos brotes de rebeldía. A partir de 2011, las movilizaciones sociales y populares han ido en aumento y continúan desarrollando una dinámica que amenaza con romper definitivamente el reflujo iniciado a fines de los 80.
* Nota elquintopoder: esta entrada es la segunda parte de una reflexión iniciada por el autor en esta columna. También puedes revisar la tercera y última parte de la reflexión.
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Foto: Wikimedia Commons
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Hitschfeld
Efectivamente, la lucha de clases no empieza el 11 de septiembre de 1973, ni en ninguna otra fecha en particular. El documento sitúa el periodo de 40 años en el marco histórico en que se desarrolla, y asume como perspectiva una de las contribuciones del pensamiento de Marx, que es la lucha de clases. De allí el título: la lucha de clases continúa…no verlo es asumir el fin de la historia y eso, por fortuna, aún no ocurre. Y en relación a esto, el comunismo como fin de la historia debiera ser tema de una discusión más larga. Un saludo y gracias
jose-luis-silva
Lo de la lucha declases es una vision netamente marxista. El articulo no puede referirse a la lucha de clases porque efectivamente ésta es atemporal, mas bien se refiere a la lucha por implantar la revolución marxista en el pais, esa que logra imponer que todo o casi todo pertenece al estado, etc.. etc..
El articulo evidencia esta arrogancia patológicade de los marxistas de sentirse los únicos y genuinos representantes del pueblo. Estan convencidos que las movilizaciones sociales son alaridos del pueblo clamando por marxismo.
Un esfuerzo esteril. La gente reclama decididamente contra el sistema pero su comportamiento indica que nadie está dispuesto a arriesgar nada de lo que el sistema le dá, nadie arriesga la pega ni la posibilidad de vivir cada vez mejor, comprarse sus leseras, etc.. todo indica que la gente no está ni ahí con estos cuentos de izquerdistas antiguos. Especialmente sabiendo que el discursito trajo miseria y guerras en los paises que cedierona la propuesta.
Arturo Ruiz
¿Netamente Marxista? Infórmese antes de proferir roterías intelectuales.
«El primero en postular no solo la existencia de un conflicto central en toda sociedad políticamente organizada sino que tal conflicto tiene un poder explicativo fue Nicolás Maquiavelo, para quien tal conflicto se origina en los «tipos de vida» -vivere- que se encuentran en un Estado organizado políticamente: el del pueblo y el de «los grandes» (los que gobiernan al pueblo)1 El capítulo IV del Libro I de los Discursos sobre la primera década de Tito Livio introduce un tema clave para la interpretación de la obra de Maquiavelo: la división social es propia del orden político: (Maquiavelo escribe) «Yo digo que quienes condenan los tumultos entre los nobles y la plebe atacan lo que fue la causa principal de la libertad de Roma, y que se fijan más en los ruidos y gritos que nacían de esos tumultos que en los buenos efectos que produjeron. En toda República hay dos espíritus contrapuestos, el de los grandes y el del pueblo, y todas las leyes que se hacen en pro de la libertad nacen de la desunión de ambos…»
«Posteriormente, ese conflicto comenzó a verse como basado en clases sociales, entendidas como relaciones de propiedad. Así, por ejemplo, Jean-Jacques Rousseau -en 1754- argumenta: “El primer hombre al que, tras haber cercado un terreno, se le ocurrió decir ‘Esto es mío’ y encontró a gentes lo bastante simples como para hacerles caso, fue el verdadero fundador de la Sociedad Civil…»
Citas de la vulgar Wikipedia…
http://es.wikipedia.org/wiki/Lucha_de_clases
Hay harto mas sobre el tema en la wikipedia. Póngase a la altura del debate y a lo mejor conversamos.
jose-luis-silva
Que ejemplo de decencia, que caballeresco,con razón rotea al resto. Pero quizá sea mejor ser un roto intelectual que un roto mal educado ¿ no le parece ?
Disculpe por no haber dicho «marxistas, sus antecesores, descendiantes y amigos de barrio». Es que nunca me habia topado con un seguidor de Tito Libio,.y como hablan igualito a los quetejedi cualquiera podria confundirse.
Saludos
waldovlle
Me cuesta entender este lenguaje de los tiempos de la guerra fría y creo captar un trasfondo ideológico de vuelta al pasado, pese a que el mismo autor repasa la caída de los socialismos reales. Al final qué propone? La vuelta al «socialismo»? Los últimos 25 años de historia del planeta no dejaron ninguna lección? No soy un entusiasta del capitalismo pero digámoslo fuerte y claro: es el único sistema que a demostrado que mas o menos «funciona», lo que NO PUEDE DECIRSE del socialismo. Otra cosa sería mantener igual esta sui generis versión chilena de la «economía social de mercado» SIN VERDADERA COMPETENCIA Y QUE SÓLO ABRAZA LA ORTODOXIA EN LA «DESREGULACIÓN»
A 40 años: La lucha de clases continúa (y III)
[…] Revisa la primera y la segunda parte de esta […]
Arturo Ruiz
Hasta donde sé es posible definir el marxismo como la doctrina que entiende la historia como el movimiento dialéctico de la lucha de clases. En este sentido, la lucha de clases es el motor de la historia desde el comienzo de la misma hasta su fin, fin que vendría siendo la sociedad comunista sin Estado, cosa que no ha ocurrido. La lucha de clases no viene del once de septiembre de 1973, sino que lo que ocurrió en ese momento fue el aplastamiento reaccionario del estallido de fuerzas revolucionarias. La revolución sucede en el momento en que el proletariado se da cuenta de que es sujeto de dominación por parte de la burguesía, o cuando toma consciencia de clase y lucha por la consecución de un nuevo orden. Antes de este momento también hay lucha de clases, solo que no ha habido un estallido revolucionario ni toma de consciencia de clase, sin embargo, esta lucha de clases está latente. Mera precisión teórica.