La pregunta que muchos chilenos se harán es: ¿porqué es relevante la memoria sobre el período y que esperamos de ella para construir el presente y el futuro?.
La conmemoración del 40º aniversario del golpe de estado contra el presidente Salvador Allende y el gobierno de la Unidad Popular podría convertirse en el principal hito cultural del país en el año 2013.
Es larga la lista de seminarios nacionales e internacionales, lanzamientos de libros, eventos artísticos, exposiciones, homenajes públicos a las víctimas anónimas y a los principales protagonistas, producciones audiovisuales y teatrales; todas iniciativas que dan cuenta de un enorme movimiento de la sociedad chilena para hacer memoria y conmemorar este trágico evento desde el campo político, cultural y de los derechos humanos.
Si el 30º aniversario estuvo marcado por la iniciativa gubernamental, y muy especialmente por ese acto de fuerte simbolismo republicano que fue la reapertura de la puerta de la calle Morandé 80 en el Palacio de La Moneda, el 40º aniversario del 11 de septiembre chileno estará marcado por las iniciativas de la sociedad civil, del mundo académico y del mundo de la cultura.
Las actividades que se están desarrollando, y que ciertamente tendrán su apogeo desde el mes de septiembre, van desde los homenajes apologéticos a figuras emblemáticas de esta historia, hasta esfuerzos por intentar comprender lo que ocurrió en el país y relevar la importancia de la democracia como la mejor forma de garantizar el progreso social y defender los derechos humanos.
La pregunta que muchos chilenos se harán es: ¿porqué es relevante la memoria sobre el período y que esperamos de ella para construir el presente y el futuro?.
Desde luego, hay que asumir que se manifestarán, no una memoria, sino muchas memorias desencontradas y para nada reconciliadas. Nuestra realidad es así. La dificultad de los candidatos presidenciales Longueira y Allamand para reconocer que en Chile hubo una Dictadura habla justamente de aquello: memorias completamente divergentes a la hora de valorar estos acontecimientos y muy especialmente dar la relevancia que tienen las violaciones a los derechos humanos.
Intentar comprender lo que ocurrió en Chile, cuando estamos viviendo el término de un ciclo de 25 años y los chilenos vamos a elegir un presidente o presidenta de la república que tendrá por tarea abrir un nuevo horizonte de sentido y de desarrollo a nuestra vida en común, parece no sólo una necesidad para académicos o politólogos, sino un imperativo para una convivencia reconciliada, es decir, para una convivencia que no se conforme con un horizonte de tolerancia o coexistencia pacífica sino que parta de una memoria compartida, en que todos valoremos de igual manera el imperativo ético de respetar los derechos humanos.
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