Las elecciones de mayo de 2021 se comentarán durante mucho tiempo por sus resultados, lo primero que sale a la luz es que todas las encuestas, expertos y otros se equivocaron, como hace tiempo que pasa en nuestro país, con medios de comunicación abducidos por la élite económico-política que ha gobernado en los últimos decenios. Hoy todos celebran el triunfo de los “independientes”, que en rigor no lo son; todos tienen sólidos principios e ideas que plasmarán en la nueva constitución, que por fin en democracia estamos escribiendo. Ya no se habla de la crisis de los 2/3 y la ilegitimidad del acuerdo del 15 de noviembre de 2021 (tampoco del traidor de Boric que lo firmó) por una razón muy simple: la derecha no sacó los 52 constituyentes que muchos pensaban (solo 37). Poca fe tenemos en nuestro pueblo, gran lección que no he escuchado y/o leído con tantas voces y tinta derramada.
No insistiré en el tema magistralmente escrito por Matamala “Esa gente” (La Tercera, lunes 18 de mayo) y por Manuel Canales – Diana Aurenque (La Tercera 17 de mayo y The Clinic 20 de mayo respectivamente) sobre la otredad que, en resumen, en esta elección de mayo, habló por fin el pueblo de Chile, silenciado desde el golpe militar de 1973, no son 30 años son 47, porque si bien luchamos contra el dictador durante 17 años, pero fuimos anónimos, los “otros” nunca reconocidos, salvo por nuestros hijos y nietos. Luego, treinta años en que la élite de los PP y los dueños de Chile hicieron una trenza, que permitió desarrollo, crecimiento, avances por aquí por allá, mejores carreteras, muchos festivales de todo tipo, mucho ríos de dinero entre ellos, modelo neoliberal en todo su esplendor (que hoy todos rechazan, sí, todos) pero el pueblo o la gente o los ciudadanos seguimos viviendo en el país más desigual del mundo y cada vez más ignorados y desplazados por los tecnócratas que habitan con desdén y arrogancia en todos los sectores importantes de la sociedad.
Una nueva historia se escribe, todos esperamos que ahora coloquen las letras los “leones” de las elecciones recién pasadas que, con recursos mínimos, de una pobreza increíble y con poca prensa por lo ya comentado, han logrado un vuelco impresionante en la Convención Constitucional, porque ellos convencieron que fueran a las urnas, al pueblo de la Plaza Dignidad y de todas las plazas de Chile, de los miles de cabildos que se realizaron antes que llegara esta pandemia oportunista. Estos 6.468.000 de chilenos/as que salieron con mascarillas y el lápiz pasta azul a votar, demuestran que podemos cambiar la fotografía con ese paso tan importante en democracia que a veces no valoramos. Por lo tanto vaya un saludo fraterno y pleno de energías para construir la mejor constitución de derechos de estos tiempos a los profesores, ingenieros, psicólogos, mecánicos, asistente de párvulos, actores, abogados, periodistas, machi, agricultores, estudiantes, sociólogos, técnicos varios, trabajadores sociales, dirigentes sociales, ajedrecista, contador, y por supuesto a los militantes de partidos políticos (en minoría) que fueron elegidos democráticamente en las elecciones pasadas, con un sistema inédito en estas elecciones en Chile y creo que en el mundo, totalmente paritaria, que incluso sacaron tan buenas votaciones las mujeres que tuvieron que dar cabida a los hombres por sus bajas preferencias y por eso quedó constituida por 78 hombres y 77 mujeres.
Pero, estimados amigos estoy preocupado por la baja participación de los ciudadanos de un padrón nacional con inscripción automática para todos los ciudadanos a los 18 años y voto voluntario, el Servel nos entregó los datos de que los capacitados de participar eran 14.900.190, de los cuales solo llegó a las urnas un total de 6.468.750, el 43,41% de los inscritos. Por lo tanto, siendo totalmente legítimas estas elecciones, corresponden a aproximadamente un millón menos de los que asistieron a votar en el plebiscito de octubre de 2020 con un 50,9%.
Nadie ha puesto en duda estos resultados; las reglas del juego estaban claras desde hace mucho tiempo. Indudablemente, nos gustaría saber qué piensan los 8.431.440 de chilenos que decidieron no participar de este proceso, o sea el 56,9% de los ciudadanos. El PNUD con su estudio “Diagnóstico sobre la participación electoral en Chile» 2017, ya se adelantaba y levantaba varias tesis sobre la alta abstención electoral y su aumento progresivo. Existe abundante evidencia que muestra que la tendencia a la baja en la participación electoral se debe a causas multidimensionales y de larga data. Estas causas se pueden clasificar en seis dimensiones: diseño político-institucional; debilitamiento del sistema de representación; creciente erosión en la percepción de la ciudadanía acerca de la eficacia de sus acciones frente al sistema político y las autoridades; transformaciones sociales y económicas que en los últimos 30 años han cambiado radicalmente a la sociedad chilena, afectando su relación con la participación política; cambios sustantivos en el mundo juvenil; y falta de una política sistemática de educación ciudadana en el sistema educacional.
Después del épico plebiscito en que terminó la dictadura en 1988, la participación lentamente descendió, el diseño político electoral no era bueno, se sabía que, con inscripción voluntaria y voto obligatorio, los jóvenes dejaron de inscribirse; además, el sistema binominal de la constitución de Pinochet no incentivaba la participación y representación adecuada y diversa. También “el dominio de la tecnocracia en todos los estamentos de la sociedad y en forma transversal, ha permeado a toda la élite política y empresarial, … se ha construido un país sobre una política sin ciudadanos, lo que ha significado que el modelo de transición ha traicionado uno de los principios fundamentales de la democracia, la participación de la ciudadanía en su totalidad. Sin duda, la élite gobernante siempre se ha sentido autosuficiente y ha mirado al resto de los chilenos con desdén, duro decirlo y escucharlo, pero es así.” (“Cómo Salvar la Democracia”, Araneda, 2020)
Estos 6.468.000 de chilenos/as que salieron con mascarillas y el lápiz pasta azul a votar, demuestran que podemos cambiar la fotografía con ese paso tan importante en democracia que a veces no valoramos
Claudio Fuentes, académico de la U. Diego Portales y director de la plataforma Contexto, publicó un gráfico que muestra que la mitad de la población se ha mantenido al margen de las elecciones en los últimos 20 años. En ese sentido, asegura que existe un “abstencionismo estructural, endémico”. Agregaría que la familia y la escuela son las instituciones más importantes en la educación de nuestros hijos, también sabemos que nadie nace demócrata, se aprende desde la más tierna infancia. Estas son las instituciones fundamentales para asegurar una vida en democracia, como trayectoria de vida ciudadana, desde la cuna, pasando por la escuela, vida laboral y adulta en sociedad, claramente están al debe, igualmente que las políticas educacionales sobre educación ciudadana, las cuales son declarativas, pero no hay presupuesto e interés, no sólo ahora con gobierno de derecha, sino que hace varias décadas.
Kathya Araujo (The Clinic, 14 de mayo) introduce otro concepto para explicarnos este fenómeno, aparece el desapego ciudadano como un distanciamiento con lo político-social, además de tener una sociedad extremadamente irritada y agobiada. Piensen ustedes qué ha cambiado desde el 18O a la fecha. Fuera de la CC que está por entrar a redactar la nueva constitución, el sueldo mínimo sigue igual, la pandemia incluso precarizó nuestras vidas, ha habido apoyos mezquinos del gobierno, con PP que se disputan cupos electorales más que propósitos de futuro, en definitiva, ningún incentivo para ir a sufragar.
Tal como está consagrado en la Agenda 2030 de Naciones Unidas, para avanzar hacia un desarrollo sostenible se requiere un compromiso de no dejar a “nadie atrás”, para lo cual se debe promover la participación de todas y todos. De ahí la importancia de revertir las desigualdades en el ejercicio del voto que redundan en desigualdad en la toma de decisiones. La participación política de la ciudadanía es clave para tener una democracia más profunda, sólida e inclusiva.
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paolo
Hace años se decia del Chino Rios que era un despolitizado, un descomprometido, un «ilota» fuera de la polis, fiel reflejo de la mentalidad pinochetista: «no estoy ni ahí», que no votaba, no participaba, ni tenía opinión política. Pasó un dia que el Chino Rios se cansó de todo eso y se puso a opinar de política, votó, y se involucró con los temas de la polis. Y por quien votó? Por la derecha, obvio. Totalmente legítimo. O sea, era mejor el Chino Rios como apolotico despolitizado que como polizado militante, porque politizado fue un voto en contra. Esto muestra la forma como piensa la izquierda en Chile. La izquierda chilena siempre se busca obstaculos. Quiere movilizar, y politizar, exige actitudes y compromisos, y termina poniendo la gente en contra. Porque de verdad, cae mal esa actitud. Cada cual sabe si opina o no, los politicos deben convencer, ganar apoyos y votos, y luego responder por sus errores. En Chile no es asi, la izquierda politica busca movilizar a la gente a base de descalificación y culpabilización, y genera todo lo contrario de lo que podría generar: un creciente desinterés, un hartazgo y un cansancio, una sensación de no estar siendo oido ni respetado.
paolo
Los politicos -y la política- está para servir a la gente, no al revés, las personas no estamos para servir a los políticos ni para convertir la política en el centro de nuestras vidas. Una vez que la política y los políticos asumen sus limitaciones, sus fronteras, aquello que pueden y no pueden hacer porque pertenece a otros oficios y actividades, es cuando la política adquiere su dimensión noble, modesta, cuando se asume en relación de horizontalidad con otras ocupaciones y personas. Solo entonces florece una sociedad, con multitud de ocupaciones, de intereses, de personas.
paolo
Encuentro que una izquierda que se demora 40 años en cambiar un sistema politico y económico tan elemental, es una izquierda con poca habilidad politica. En cualquier pais normal la izquierda sumaría votos, convencería gente, y agradecería los apoyos. En Chile la izquierda se pregunta si el que votó apruebo es de izquierda, de derecha, si es apolítico, etc. Por ejemplo es habitual la critica hacia la persona que dice lo siguiente: «gobierne quien gobierne, tengo que trabajar igual». Nunca he entendido esa critica, porque aparte de ser una gran verdad, quien opina asi generalmente es de los que vota apruebo, o está en contra de las Isapre y las Afp. El compromiso politico le comió el cerebro a la izquierda chilena, la cual exige una actitud insoportablemente militante a quienes adhieren a sus ideas. Es una izquierda petulante, divisionista, «los que luchan y los que no cuentan». La izquierda chilena debiese agradecer los votos «apruebo» y aquellos para la convención, sin preguntarse -porque no es relevante- si el que votó es un facho pobre, un amarillo o un comunista convencido. Debiera darles lo mismo, es un apoyo y punto. No me extraña que nos estemos demorando 40 años en cambiar esto, ni 50 años con el mismo tema. Esa fijación con los que no votan, los descomprometidos, los que no se la juegan, si la culpa no es de ellos. Una izquierda normal se gana los apoyos. La gente votó no por ser convencida por la izquierda, sino porque es su convicción personal.