Es extraño que ya hayan pasado 40 años. Es extraño que la televisión y los medios de comunicación hoy saquen a la luz reportajes, entrevistas e imágenes que desempolvadas parecen tan ajenas y a su vez tan cercanas. Es extraño que miembros de la derecha declarada, sí, de aquellos que fueron responsables políticos de miles de muertes y desapariciones, tengan puestos de representatividad. Es extraño ver a estos mismos genocidas pedir perdón, un perdón disfrazado, donde abajo solo hay un oportunismo electoral.
Es extraño que hace casi un año se hayan realizado en Chile homenajes a Pinochet y generales torturadores y asesinos. Es extraño que el discurso de campaña de Marco Enríquez Ominami, si, MEO (aquel que en la mañana es hijo de Miguel Enríquez y en la tarde hijo de Carlos Ominami) sea terminado por un “adelante con todas la fuerzas, adelante con todas las fuerzas de la historia”. Es extraño que hace un par de meses la derecha gastara sus cartas más emblemáticas para continuar con el legado de Pinochet, Bachelet, Allamand, Longueira y Matthei.
Es extraño que en 20 años no hayamos tenido un proceso constituyente para cambiar una carta magna impuesta a sangre y fuego. Es extraño que la gran excusa para no realizar los cambios sea “la oposición tenía la mayoría en el parlamento, por eso no pudimos llevar a cabo nuestro proyecto” o “fue culpa del gobierno anterior”. Es extraño que desde el 2001 unos jóvenes sin miedo a la tortura y la represión salieran a las calles exigiendo un derecho básico de los pueblos libres del mundo como lo es la educación. Es extraño que haya llegado la “democracia” y solo puedas elegir lo que te imponen.
Es extraño que después de 200 años, nuestros hermanos mapuches sigan luchando por su legado y la recuperación de su territorio. Es extraño que en estos 40 años, cientos de mapuches hayan sido asesinados y aun no sean juzgados sus responsables. Es extraño que dentro de estos 40 años, Chile haya vendido todos sus minerales estratégicos, entregando a empresas internacionales lo que alguna vez fue de todos los chilenos. Es extraño ver cómo se levantan las comunas precarizadas en contra de un centralismo impuesto desde los tiempos de la colonia.
Es extraño que los que antes defendían la construcción de una sociedad mejor hoy se hayan vendido al sistema que en el pasado combatieron. Es extraño que salgan a la luz las discusiones ideológicas y cada vez más, la gente quiera declararse parte de algún proyecto o ideario político. Es extraño que la palabra que hasta los inicios de este milenio era tabú, hoy sea razón de acción, pensamiento y reflexión de tantos: marxismo. Es extraño que hoy más que nunca, se haya empezado a validar dentro de los espacios de organización la movilización como herramienta para lograr los objetivos comunes. Es extraño que luego de tantos años las organizaciones populares y burguesas busquen fortalecerse en base a la unión programática.
Pero algo que no es extraño, es ver a un pueblo dejar sus esperanzas en los jóvenes, aquellos que siempre le han dado esperanza a la clase trabajadora, aquellos que en el pasado no callaron, aquellos que con nubes y sueños de mundos mejores el día de ayer pensaron en la construcción de un Chile para todos, humanizado, libre.
Más allá del diagnóstico, estos 40 años nos invitan a reflexionar y accionar en base a lo acontecido. No podemos quedarnos solo con el hecho de recordar a los caídos. Sí, son importantes, pero ellos no hubiesen querido que nos quedáramos con el recuerdo fugaz de su lucha y convicción. Hoy debemos rescatar su ejemplo y reconocer que este modelo que nos oprime y nos explota es el gran legado del 11 de septiembre de 1973, este modelo que endiosó a los patrones e implantó el germen del individualismo en la clase trabajadora, aquella que hoy comienza a despertar de este mal sueño, esta pesadilla que llego bajo el brazo del dictador.
Varios somos hijos de las historias de tortura y dolor, varios somos hijos de las historias de desilusión y resignación, varios somos el legado de una generación que dio todo por lograr un futuro esplendoroso, y que se terminó resignando por el miedo, el temor de la fuerza impuesta por el opresor.
Hoy, a 40 años, podemos decir gracias, gracias por mostrarnos que los errores son nuestra mejor escuela, gracias por preservar muchas veces esas ganas de lograr un sueño común del pueblo, gracias por darnos la vida cuando predominaba la muerte, gracias por enseñarnos la historia de los que no se rindieron y dieron su vida por los pobres del campo y la ciudad, gracias por darnos ánimo ahora para avanzar en el proceso de la revolución de la clase oprimida de este país, gracias por mostrarnos que en toda lucha hay traidores y mártires que recordar, gracias por darnos más fuerza con su ejemplo de sumisión y opresión para educarnos y hacernos felices, gracias por preocuparse y no querer que otro 11 de septiembre vuelva a ocurrir.
Para todos ustedes, tranquilos, sí aprendemos de los errores, tranquilos que muchos queremos hacer las cosas bien, tranquilos porque no estamos en esta lucha por un capricho de juventud, tranquilos porque para muchos cambiar el mundo es un objetivo de vida, tranquilos porque rescatamos lo mejor de aquellos que nos propusieron el poder popular como método de organización del pueblo en su conjunto, tranquilos que si nos caímos nos levantaremos mil veces para seguir adelante.
Más allá del diagnóstico estos 40 años nos invitan a reflexionar y accionar en base a lo acontecido. No podemos quedarnos solo con el hecho de recordar a los caídos, si, son importantes, pero ellos no hubiesen querido que nos quedáramos con el recuerdo fugaz de su lucha y convicción. Hoy debemos rescatar su ejemplo y reconocer que este modelo que nos oprime y nos explota es el gran legado del 11 de Septiembre de 1973, este modelo que endioso a los patrones e implanto el germen del individualismo en la clase trabajadora, aquella que hoy comienza a despertar de este mal sueño, esta pesadilla que llego bajo el brazo del dictador.
Porque lo peor que podríamos hacer hoy es apresurarnos y pensar que tenemos la oportunidad inmediata de cambiar las cosas, y menos vendernos a aquellos que solo buscan profundizar el capitalismo. Como decía Miguel Enríquez el 12 de Enero de 1973: “Digámosle a los patrones, a los imperialistas, a los reformistas y a los vacilantes, que no estamos asistiendo al fracaso del socialismo. Que estamos sufriendo el fracaso del reformismo, de la crisis del capitalismo y del fracaso del reformismo surgirá la revolución obrero y campesina”. (En este caso diríamos no asistiremos a ese fracaso).
Para nosotros como estudiantes y parte de la clase explotada de este país, es motivante el conmemorar con más fuerza que nunca estos 40 años, porque hoy, después de este largo periodo, acumulamos la fuerza y la entereza de tantos que dieron su vida por algo que nosotros hoy desde abajo estamos comenzando a materializar.
Hago un llamado a todos aquellos estudiantes, pobladores y trabajadores de la cuarta región, que hoy más que nunca tengamos confianza en nosotros mismos, tengamos la convicción de despertar y escuchar ese clamor interno, sí, aquello que siempre obviamos por seguir “trabajando para poder llevar el pan a nuestro hogar”. Es momento de darnos cuenta que somos millones los que hoy vivimos presos de esta dictadura, que si bien dejó su imposición de fuerza absoluta, sigue reprimiéndonos económica, social y moralmente.
Por los que murieron, por los que desaparecieron, por los que fueron expulsados, por los que no callaron, por los que hoy vuelven a levantarse, por los que no le tienen miedo al patrón, por los que saben que unidos jamás seremos vencidos, por los que no venden su ideal por una cuota de poder, por los que no traicionan a la clase, por los que no hacen pactos con los golpistas, por los que quieren libertad, por los que quieren educación gratuita y al servicio del pueblo, por los que quieren una pensión digna, por los que quieren salarios justos, por los que quieren una nación reconocida y sus territorios, por los que no quieren más contaminación, por los que quieren a la pachamama, por los que no quieren morir esperando atención médica, por los que quieren verdad y justicia, por los que levantan banderas de lucha con y por el pueblo, por los hombres y mujeres que serán semillas de cambio, por todos aquellos hoy con orgullo y convicción digo:
Universitarias y universitarios, pobladores y pobladoras, secundarios y secundarias, trabajadores y trabajadoras:
Aquí estamos, ustedes y nosotros. Y ustedes y nosotros somos la dignidad rebelde.
¡Democracia!
¡Libertad!
¡Justicia!
¡Hasta la Victoria Siempre!
¡Luchando, creando Poder Popular!
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