Cierto es que sacar cualquier conclusión al primer año de la implementación de este sistema es apresurado, ya que no se cuenta con una tendencia estadística seria que entregan los años. Sin embargo, lo ocurrido el domingo pasado deja interrogantes difíciles de responder.
Mucho se ha opinado, luego de estas elecciones, sobre la eficacia del sistema de inscripción automático y voto voluntario. Si ha funcionado o si cumple con la representatividad esperada.
El presidente Piñera el 28 de octubre llamaba a la ciudadanía a “participar de nuestra democracia”. Ese mismo día en la noche, el gobierno anunciaba que la ciudadanía le responde a Chile con un 60% de abstención. Alcaldes y concejales elegidos con no más de un 30% del electorado por comuna.
Nunca antes en la historia de Chile desde la vuelta a la democracia, se había visto una abstención electoral tan grande. Para que usted sepa, en la elección municipal pasada votaron seis de cada diez personas mayores de 18 años, habiendo casi 4 millones de personas que no podían votar por no estar inscritos. Hoy esa cifra, con el nuevo sistema, se reduce a cuatro de cada diez aproximadamente. ¿Quiénes son los responsables? O mejor dicho, ¿qué causó esto?
Cierto es que sacar cualquier conclusión al primer año de la implementación de este sistema es apresurado, ya que no se cuenta con una tendencia estadística seria que entregan los años. Sin embargo, lo ocurrido el domingo pasado deja interrogantes difíciles de responder.
Primero que todo, hay que decir que ni la Alianza ni la Concertación se esperaban un porcentaje abstención tan grande. Sólo unos pocos profetas “advirtieron” el fenómeno que podría ocurrir ese día. ¿Porqué no los escucharon? Hagamos una comparación.
Con el padrón antiguo -inscripción voluntaria después de los 18 años y voto obligatorio-, el comportamiento del electorado es mucho más predecible. Lo único que un candidato debe hacer es que su rostro quede en la mente del elector, para luego generar adhesión. Las ideas y el programa no son lo importante. En esta lógica, las campañas “aéreas” que terminan al alza, hartas palomas con buenas fotos de Instagram, volanteos y visitas a la feria son claves. Luego habrá tiempo para el contenido. Al momento de la verdad, con el voto y el lápiz en la mano, lo fundamental es “el rostro” del candidato.
Pero ahora el panorama cambia ciento ochenta grados. Con el voto voluntario, los ciudadanos necesitan “nuevas preferencias” que los movilicen para ir a votar por uno o por otro. Por lo mismo, un candidato que ahora quiera salir electo, no puede poner como único objetivo ser una “cara visible” de la población promedio, sino que movilizar a “sus” seguidores. Y para esto, necesita tener un liderazgo positivo, un programa efectivo y generar energía suficiente como para que los votantes vayan y efectivamente voten por él. Espero que la voz de la abstención me dé la razón.
¿Quiénes son los culpables de la abstención? Una encuesta revela que un 43 % de mis congéneres en Chile no tiene interés en ir a votar. No quieren votar. Y no me refiero sólo a jóvenes como la señorita Eloísa González, vocera de la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios (ACES), con su llamado a los chilenos a no votar, que como muchos de estos dirigentes de “estudiantes”, poco o nada saben de política o cultura cívica. Sentido común.
¿Quiénes son los culpables de la abstención? Si la Alianza cree que es tiempo de ejecutar mártires políticos o de cuchillos largos, no servirá de nada. Ni a la Concertación, expertos en eso, les servirá.
Yo hago un llamado a ambos sectores, ¿tenemos lo que se necesita para enviar a los ciudadanos, líderes con convicción? Sin participación comunal durante un par de años, sin despliegue en terreno, estableciendo debate de ideas serio y respetuoso, será difícil levantar al vecino un domingo en la mañana, a que vaya al menos a servirse un trago, a lo que llamamos “la fiesta de la democracia”.
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Foto: Red MI VOZ / Licencia CC
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