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Municipales: ¿habrá castigo al oficialismo y a la (des) concertación?

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De una forma u otra, por acción u omisión electoral, las municipales del 28 de octubre, tras la irrupción ciudadana del 2011, podrían entregar las primeras respuestas a cuestiones cruciales en el país. Es ya de sentido común afirmar que pasamos de la “paz social concertacionista” (de 20 años, salvo Los Pingüinos) a la disrupción de la protesta social. Ecologistas y comunidades antimega-proyectos de energía y productivos, regionalismos en acción, movimientos por el respeto a la diversidad sexual, pueblos originarios por el respeto a la diversidad cultural y la madre de todos los movimientos, el estudiantil. Este último, al inicio en pos de una educación pública de calidad y después, ante la tecnócrata torpeza en las respuestas, animado por la convicción que Chile necesita más democracia.

Giorgio Jackson, en junio del 2012, en el prólogo del libro de Fernando Atria, “La Mala Educación”, resumió este tránsito: “nuestro movimiento despertó una sensación que no recorría el país hacía décadas: la sensación de comunidad, que aún tenemos sueños colectivos… Si logramos detectar las trampas que existen en nuestro sistema político, la posible sensación de fracaso y frustración por no haber conseguido las reformas en educación, se convierte en energía y en movimiento, esta vez para generar las transformaciones democráticas. Hay que ir hacia las reformas constitucionales. El hecho que tengamos una demanda que apoya tanta gente y que el Gobierno haya podido hacer caso omiso, demuestra que hay una contradicción profunda en nuestra democracia”.

En la historia larga, los estudiantes, con complejidades y tensiones (entre ellas, la frustración a la que aludía Jackson, por cuyos pliegues ingresa la violencia o da argumentos a los violentos), han iniciado una potencial re-invención de nuestro querido Chile. Si bien en sus demandas poco o nada han conseguido (el neoliberalismo tecnócrata y político solo ha respondido con provocaciones y pesos más menos), el gran triunfo de los estudiantes ha sido su impacto en el imaginario del país.

Hasta antes de las movilizaciones, la crítica integral al modelo chileno estaba circunscrita a actores contraculturales. Hoy, en cambio, reputados observadores hablan del fin de la hegemonía de la economía y el regreso de la política. Otros, hablan del fin de la cultura del acuerdo, amén que ante el desacuerdo, en simultáneo, buscamos un nuevo acuerdo (que, por lo menos, valore el desacuerdo). Es que asistimos a un cambio de ciclo en lo político.

Y el nuevo ciclo conlleva temas y debates, así como disyuntivas y tensiones. Quiero aquí destacar, en orden, dos temas que llegaron para quedarse en el debate democrático y, luego, dos disyuntivas y tensiones de cuya deriva dependerá la respuesta a lo primero.

Tema 1. Un debate de ideas. Las movilizaciones sociales expresarían: ¿el inicio del fin del modelo neoliberal chileno, de capitalismo salvaje, o apenas un malestar con el sistema? En el tono del fin (derrumbe es la palabra usada en afán de propaganda), la crítica social incluye a una diversidad de actores ciudadanos y miradas. En el tono del malestar, que es la tesis autocomplaciente del establishment, participan actores transversales de la Alianza y de la Concertación (desconcertada), amén de columnistas de la prensa tradicional. Esta mirada ve en las protestas apenas reivindicaciones economicistas, a individuos “emprendedores” que solo querrían participar con más poder adquisitivo en la fiesta del consumo, lo que obligaría, por cierto, a algunas correcciones del modelo. En simple, la pregunta es, ¿queremos más del mismo habitar ensimismado en la deuda-consumismo o una recuperación del ciudadano, crítico, con derechos y no solo deberes?

Es cierto, en el debate hay algo ideologizado y a veces lejano a la gente, pues las cosas no son tan polares, siempre en la vida hay matices y pliegues (como escribía Katia Araujo en El Mostrador, Juan y María creen en sí mismos, en sus emprendimientos en pos de un buen vivir, pero no creen en el modelo ni menos quieren estar atrapados en él). Pero, con todo, lo destacable ha sido el interés concitado por una polémica ayer inexistente.

Tema 2. Muy preciso. Uno de los focos en las próximas elecciones parlamentarias y presidenciales (e indirectamente las municipales) será el debate político en torno a, ¿una Asamblea Constituyente o reformas a la Constitución a puertas cerradas en el Congreso? Tras bambalinas el asunto rondaba hace años, pero su actual irrupción pública (se habla incluso de una cuarta urna), hará que todo futuro candidato, compromisos mediante, deba alinearse en una u otra opción.

Pues bien, la resolución de ambos temas dependerá de cómo deriven un par de disyuntivas interrelacionadas que hoy tensan a los movimientos sociales y a los ciudadanos. Por ello, serán claves sus definiciones en torno a las mismas.

Disyuntiva 1. La reaparición, con otros signos y en otro contexto, de una incipiente tensión en el ámbito de las ideas, aunque ya contingente en el vivir, entre dos miradas crítico-políticas (y estados de ánimo). Por un lado, la mirada y acción socio-reivindicativa “revolucionaria” y tradicional, la del venceremos sea por la razón o la fuerza. Por otro, la mirada emergente, de indignación serena, del ven-seremos, que invita a un asociémonos, soñemos y actuemos para empezar a construir una nueva mayoría social y política democrática (tal ingenio, ven-seremos, lo leí por primera vez, creo que el 2005, como eslogan electoral en un diario mural universitario).

¿Qué tiene que ver el cambio de ciclo, sus debates y disyuntivas, con las elecciones municipales? Mucho. Será un primer pulso entre la desafección versus la participación crítica, entre el llamado a funar las elecciones que realizó la dirigenta estudiantil Eloísa González o la invitación a participar que han hecho otros jóvenes, como Noam Titelman, Giorgio Jackson, Gabriel Boric y Camila Vallejos, cada uno en su estilos.

Tal disyuntiva trata de dos caras muy vivas en la acción. Una, en movilizaciones que han sido una fiesta, cuya máxima expresión fue la creativa y masiva performance estudiantil, a lo Thriller frente a la Moneda, que dio la vuelta al mundo. Y otra, la cara de los desmanes callejeros, que, más allá de la violenta represión policial estatal, por la inoperancia y dolor social que también conlleva, es una vía injustificada. Disyuntiva, además, que emerge cuando a priori, desde el venceremos, se desconfía de cualquier otro con un atisbo de mirada diferente; mientras, desde el ven-seremos, se intenta construir la confianza sobre la base del respeto y la consistencia entre actos y discursos.

Disyuntiva 2. La desafección/desconfianza generalizada hacia los partidos políticos, debido a muchas y legítimas causas, pero que, sin razón, suele mutar en desafección de la política como gestión de la polis y espacio del conflicto y diálogo en la construcción de sentidos e instituciones, a nivel local y nacional. En esa desafección anida una tensión nada trivial: ¿optar solo por la protesta social y callejera o conciliar la acción ciudadana directa y la participación política y electoral?

En una columna de opinión en La Tercera, Raúl Ampuero, comentando tal disyuntiva, se preguntaba: ¿qué nos enseña la Historia de Chile? Siempre –se respondía– los procesos de cambio social implican el momento de la protesta social y el momento electoral, enredados, pues uno y otro se condicionan. Ejemplos abundan. Solo uno: las masivas protestas populares que en los 80 sentaron las bases y el ánimo para el histórico y épico triunfo electoral del NO (esa gente en las calles que la película homónima a propósito quiso olvidar).

¿Qué tiene que ver el cambio de ciclo, sus debates y disyuntivas, con las elecciones municipales? Mucho. Será un primer pulso entre la desafección versus la participación crítica, entre el llamado a funar las elecciones que realizó la dirigenta estudiantil Eloísa González o la invitación a participar que han hecho otros jóvenes, como Noam Titelman, Giorgio Jackson, Gabriel Boric y Camila Vallejos, cada uno en su estilos. Y, en lo de más largo aliento, tendremos las primeras respuestas ante la cuestión si acaso será viable constituir un nuevo bloque político-social-cultural, capaz de llevar adelante los cambios reivindicados en las calles por la ciudadanía, sea en educación, en lo institucional, en la cultura del respeto al otro diferente, en lo ecológico.

En clave más coyuntural, en El Mostrador, el politólogo Esteban Valenzuela relevó algunos cosas en juego. Por ejemplo, la respuesta ciudadana a lo que parecería una convergencia temática indiferenciada entre Alianza y Concertación; la posibilidad que las votaciones del eje PPD-PR-PC y el PRO permitan proyectar un frente amplio hacia el futuro (distinto, aunque no excluyente, del nuevo centro, DC-PS oficial); la masividad o no de la votación y del protagonismo juvenil; y lo que ocurra con Carolina Tohá y Josefa Errázuriz versus Zalaquett y Labbé respectivamente, por su incidencia en las disyuntivas y debates mayores.

En fin, ¿acaso serán castigadas ambas coaliciones como parecen indicar las encuestas y la desafección de la política? Lo sabremos el 29 de octubre. Por lo pronto, seguro que Michelle Bachelet alguna lectura hará de los resultados. Ojalá no sea para desalentarla, sino para llevarla al convencimiento profundo de jugarse por las sensibilidades ciudadanas, o bien para mirar con buenos ojos la emergencia, en la historia larga, de nuevos liderazgos profundamente democráticos.

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Foto: ChileFotoJP

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