TVN vive sus horas más críticas. El canal estatal ya no soportó su régimen de patrimonio propio que ha llevado durante un poco más de 20 años, y a la hora de escribir esta columna, es incierto si el Congreso finalmente dará luz verde a la inyección urgente de recursos que necesita para subsistir cumpliendo su rol pluralista como medio público. Medios especializados en la televisión como El Filtrador o La Tele Según Caamaño, dan por hecha la predicción hecha por el sindicato del medio, sobre la posibilidad de quiebra para el verano de 2018 no gestarse esta opción. De ahí, 2 opciones: O la venta del canal a algún privado, o el cierre definitivo de la señal. Sea como se dé, si es que el Congreso mañana no aprueba la inyección que fue anunciada hace un tiempo por la presidenta Bachelet, no solo perderemos TVN.
Estamos a punto de perder el último medio de comunicación público del país
Pequeña explicación: Televisión Nacional de Chile no ha dependido del Estado desde 1992. Tiene una personalidad jurídica de derecho público. Por lo cual está subordinado, el directorio es electo por el Presidente o la Presidenta de turno y el Senado, por lo que todos los partidos políticos pueden participar del nombramiento de las personas que dirigen el canal, en pos de establecer un directorio pluralista. Asimismo, se busca asegurar la elevación cultural del país, y la imparcialidad del canal, por lo que el canal tiene limitaciones en cuanto a su línea editorial. Por ejemplo, no puede difundir programas abiertamente de prensa rosa o «farándula», o tomar partido por algún espectro político. Esto ha sido destacado muchas veces, pues ni siquiera medios públicos a nivel global como BBC o NHK, son tan imparciales como TVN lo ha llegado a ser.
TVN vive sus horas más críticas. El canal estatal ya no soportó su régimen de patrimonio propio que ha llevado durante un poco más de 20 años, y a la hora de escritura de esta columna, es incierto si el Congreso finalmente dará luz verde a la inyección urgente de recursos que necesita para subsistir cumpliendo su rol pluralista como medio público.
Pero a la vez, esto significa un problema, pues el canal depende de un régimen de patrimonio propio, según lo estipulado por la Ley 19.132, promulgada en 1992. Esto significa que el canal tiene que ser autosuficiente, generar dinero de los auspicios que dependen del rating. Y ante la situación de la industria televisiva actual, sobrevivir sin salirse del marco de informar con imparcialidad y entretener sanamente con cultura, es algo poco rentable. De hecho, la crisis que sostiene TVN actualmente se origina debido a que Carmen Gloria López, ex-directora del canal, intento con uñas y dientes transformar el canal a una señal altamente cultural. Buenas intenciones, pero poca visión empresarial.
Y esto último justamente no debería ser en un medio como TVN. Un canal estatal no debería depender de una industria, no debería depender de los números. Debería depender del Estado sin distinción política, de la gente. A veces comprendo a aquellos que postulan esta idea «extrema» de crear un impuesto anual para TVN, equiparando el mismo sistema de otras televisoras públicas. Más aún entiendo las ganas de capitalizar TVN, o de devolverle la cooperación monetaria efectiva.
Seamos honestos pues la nobleza obliga. No es un canal perfecto, y a veces sus programas rozan en el aburrimiento. Solemos divertirnos con otros contenidos que suelen sernos más atractivos para al público. Pero perder el último medio de comunicación libre y público, significa perder el último bastión donde el chileno puede expresarse libre y conscientemente sin restricción de un grupo empresarial. Aquellos que todo el año critican a los Luksic, a los de Bethia, a los grupos de poder que hoy tienen un manejo de los medios de comunicación, van a perder su única vía de expresión libre y garantizada por un Estado que indistintamente de su gobierno de turno busca los 3 principios fundamentales de todo medio masivo: entretener, informar, y dar libre opinión, en pos de ser un canal digno de respetar. Digno de respetar por su pueblo.
Perder TVN significa dar en bandeja los medios de comunicación a los privados, acogiéndonos a su restricción editorial, siendo ellos quienes decidan que podemos ver o no. Es la derrota moral de una sociedad que quizá no sienta hasta en un momento clave la gran pérdida que le significó. Es perder el único canal regionalista, que tiene sedes en capitales regionales e informa con lujo de detalle los sucesos de cada rincón del territorio. Es renunciar a los programas de opinión más pluralistas que existen, como Estado Nacional, que si bien no tienen panelistas de mi agrado, aseguran un equilibrio político en el debate, o El Informante, que cada semana nos tiene un debate con altura de miras en la mesa. Es renunciar a los bloques culturales, a la expresión libre y digna, que no discrimina entre la opinión de alguna pareja de ingreso alto en un barrio cultural de Santiago, con la del niño chilote que intenta salir adelante con toda su familia. Es darle la espalda a una parte de nuestra historia, a esa historia que queremos olvidar pero que no podemos, pues nos ayuda a construir cada día al Chile nuevo. Es renunciar a la noticia imparcial, al canal que transmite a toda hora el acontecer nacional con lujo de detalle, con miradas distintas y a ratos criticas, que nos hacen ver otro punto de vista.
Cuando renunciamos a TVN, nos renunciamos a nosotros mismos. Pues en un país sin medios públicos, la información se vuelve manipulable, y la opinión es más simplista. Si no quieres un Chile con la existencia sola de medios privados, controlados por aquellos que solemos llamar «poderosos», entonces no has renunciado a TVN.
Pero el tiempo corre.
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