Hemos observado el último debate presidencial de ANATEL. Los medios han comentado, profusamente, lo acontecido en este evento; pero, ninguno, respecto a los periodistas encargados de formular las preguntas a los candidatos. Durante el día, en distintos informativos, el presidente de ANATEL destacó que los comunicadores tendrían 15 segundos para formular sus cuestiones; y, los postulantes 3 minutos para responder; lo que no se cumplió. La extensión en la formulación de las consultas, aparte del deseo de lucirse como mejor informados, más inteligentes e incisivos, pasaron a nublar el objetivo de este encuentro: Escuchar las propuestas de los presidenciables frente a los desafíos que presenta el país.
En nuestra formación profesional se nos incentivó el respeto y tolerancia acerca de nuestros entrevistados.
Esta actitud no es novedad. Ya, en el espacio «Aquí está Chile» se notó que los invitados iban, prácticamente a la degollina: en lugar de exponer sus eventuales programas de gobierno, escuchar y proponer soluciones a los representantes de las distintas instancias, debían defenderse de las interrupciones, agresiones verbales y de comunicación no verbal de los representantes de los distintos mass media.
En nuestra formación profesional se nos incentivó el respeto y tolerancia acerca de nuestros entrevistados. Ellos son la «noticia»; y… el ser de nuestra actividad. El Periodista distanciado y objetivo. Hoy, parece, que en nuestra profesión reina más «el culto a la personalidad» que la excelencia en la verdad.
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