Tan dados que somos en Chile a seguir tendencias del exterior, que se nos han pegado varias malas costumbres. Aún recuerdo cómo en 1993 escuché el final de la radio Umbral, un verdadero pulmón en el corazón del dial FM. Alcanzó a tener la octava mejor audiencia, pero fue víctima del bloqueo de los avisadores. Después de que se apagaron sus transmisiones, siempre dedicadas a la música latinoamericana, pasó una docena de emisoras por el 95.3. Ninguna ocupó su lugar.
En España se acaba de cerrar el canal de televisión CNN+, que había iniciado hace casi doce años sus transmisiones de manera continua, como la primera estación íntegramente dedicada a la información en ese país. La fusión entre dos canales hizo que los euros no cuadraran para el periodismo. En su lugar, salió al aire el canal GH24, es decir, un espacio dedicado todo el día a las alternativas de lo que pasa en el reality “Gran Hermano”, que va en su duodécima edición.
¿Vendrá lo mismo para Chile? Ya sucedió en la prensa escrita, con La Época, El Metropolitano y La Nación. Pese a que el crecimiento económico del país durante los veinte años de Concertación alcanzó para repartir dinero bajo la cota mil, aquellos beneficiados no tomaron efectivamente en cuenta a la difusión como un medio para fortalecer la democracia. Y los idealistas se fueron quedando solos.
Lo más triste es que en España, donde el pluralismo ideológico y económico supo prodigar a la prensa de los duros suficientes como para plantarse frente al sistema con un mensaje imparcial y democrático –lección que supieron aprender- tampoco alcanza el dinero. ¿Qué se puede esperar de nosotros, hoy creyentes de que las redes sociales suplirán la función que un buen diario puede entregarnos?
Hay dos opciones. O seguimos permitiendo que en radio, televisión y prensa el autobombo marque la mitad de la pauta –la película que daremos, el exclusivo cahuín de Pepita y Juanita, la gigantesca cobertura que entregaremos a un evento-, o nos organizamos en pos de un ideal informativo, democrático y pluralista. Y para eso, hay que sacarse la plata de los bolsillos, señores.
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nolea
En otros países si existen medios de ese estilo, perfectamente financiados. Sin embargo, una de las características de la democracia latinoamericana es la concentración económica en un sector político-religioso que se impone a través de los medios de comunicación.
Aquí no se pide que se metan la mano al bolsillo por los demás, sino que se metan la mano al bolsillo por ellos mismos, los hoy desplazados en las urnas y comunicacionalmente por la derecha. El Mostrador ha generado un camino interesante, que The Clinic eludió.
hachedete
El abogado Antonio Bascuñán escribe hoy, a propósito del debate sobre el aborto terapéutico:
«Se podría decir que el derecho a la vida posee un alcance más general. Que tener derecho a la vida equivale a tener derecho a imponer a los demás las condiciones requeridas para la propia supervivencia, atendida la propia condición existencial. Puede quedar abierta la cuestión de si esa concepción expresa un ideal colectivo razonable de solidaridad. Lo que está fuera de toda duda es que no implica una obligación directa equivalente a la prohibición del homicidio. ¿O acaso algún lector de este diario considera que le incumbe personalmente proveer todo aquello que cualquier otro requiera para subsistir atendida su condición existencial?»
Esta última pregunta resulta pertinente también a propósito del ideal informativo citado por el autor del presente artículo: habrá empresarios en Chile que estén dispuestos a meterse la mano al bolsillo por el país «por los demás» y sin esperar un retorno financiero? Hasta ahora, en los 20 años de democracia, no he visto uno solo. Ni siquiera en la Teletón. Ojalá ocurra, pero los medios que refuerzan el sentido de alerta de la ciudadanía no atraen a los avisadores, por su bajo arrastre de audiencia y porque suelen aparecer en conflicto con esa misma ciudanía.