El doble estándar de los chilenos, es inexorable y en ciertos casos, memorable. Durante estos últimos meses he visto, quizá, el mayor movimiento doble estándar del que tenga recuerdo en las redes sociales. Y esto es referente a la cultura en la televisión.
La historia de la televisión chilena es curiosa y resumida en tres periodos, marcados por los años previos, durante, y post-dictadura. De iniciar sus transmisiones para realizar la difusión del mundial de 1962, el primer mundial transmitido por este medio a la postre, continuó su crecimiento respaldado por las entidades universitarias y por el Estado. Durante muchos años transmitieron espacios de conversación, de baile y misceláneos, infantiles, series estadounidenses, etc.
Tras el golpe, la presión de la censura por parte de la dictadura, favoreció el crecimiento de una «Era de oro» del entretenimiento, debido a la incapacidad a punta de bayoneta de los informativos, de mantener consciente a la población de los hechos y atrocidades contra los derechos humanos. Terminado el régimen, la TV de estos últimos 25 años ha experimentado una caída a la decadencia, aportado por la prensa rosa y la reducción sistemática de la cultura.
No seamos hipócritas tampoco. No podemos prohibir la libre expresión, ni con eso, la configuración de una linea editorial que toque todas las aristas que existen en la industria. Sin embargo, creo firmemente que la «farándula», ha provocado un daño de proporciones a los contenidos culturales y de entretención, dando espacio a que la gente se preocupe por escándalos de los que no tienen ni cercanía, ni relación alguna. Hasta el día de hoy llego a pensar que la política financia esta clase de prensa, a modo de concentrar a la gente en estos sucesos banales, y no en los que realmente influyen en la vida de las personas.
Quizá la demostración más clara de todo este daño, se dio con lo que ha sucedido en TVN y Mega. Polos opuestos, pero que me hicieron perder fe en la industria televisiva de una forma definitiva, y que demostraron la decadencia de esta, a simples banalidades.
En 2014, Carmen Gloria López, asumía como directora de TVN. Respaldada por la mesa directiva y el Gobierno, ella buscaba hacer algo que muchos aplaudimos con bombos y platillos. Traer de vuelta la cultura a la televisión chilena.
No era tarea fácil. Chilevisión estaba de capa caída porque sus programas de prensa rosa no daban ningún peso y la telerrealidad empezaba a ser explotada por el canal de TimeWarner. Mega estaba llegando a su cúspide, a través de las teleseries turcas. Canal 13 empezaba a ver el final de su larga crisis, a modo de recuperarse tras años de «gastadera de plata» en programas sin resultados y en una parrilla flexible con contenidos sin gracia, y laRed fortalecía cada vez mas su canal gracias a sus inimaginables éxitos en el prime y en su departamento de prensa.
Piden cultura para tenerla de regalito, mientras se regodean de las crisis emocionales de personas que viven de la exposición de su vida. Estoy seguro que muchos de esos defensores seguirán exigiendo banalidades, sin saber que la industria de la televisión "es sin llorar".
En la industria competitiva, la cultura era algo dejado de lado siempre, pero el canal público se arriesgó a dar cultura para entregar a este país otra opción de televisión pública. Sin embargo, el fracaso asomó su peor cara en 2015. La crisis se dio gracias a esta propuesta. Yo acepto que programas como «Colegas» fueron un bodrio, pero era bastante poco lo denigrante dentro del buen contenido cultural con respecto a las metas del cuadrado rojo. Ellos tenían una propuesta real para buscar la cultura, la educación y la objetividad, pero el Ibope, la poca confianza de los auspicios, y la atención prestada a Mega con el surgimiento de sus áreas de farándula y dramática, con teleseries que «curiosamente» (y quiero creer eso) trataban sobre distintas ramas de las FF.AA, hicieron caer al canal en deudas y crisis.
Cuando pensaba que la luz asomaría en medio del turbio ambiente cultural, mi esperanza decayó definitivamente, hace algunos días. Cuando vi un hashtag, que buscaba masivamente no ver Mega y la búsqueda de cultura, me sentí asqueado de ser chileno. Asqueado del doble estándar. Y asqueado de la hipocresía y el «chanterio chaquetero». Yo les puedo asegurar que muchos de esos «defensores de la cultura» habían pedido hacer rodar la cabeza de la ex-directora ejecutiva de TVN o, es más, muchos ni siquiera habían visto algún contenido cultural que solía difundir el «7», esperanzado en este proyecto. Me reí amargamente, decepcionado.
Hoy, muchos de esos «defensores de la cultura» hablaban de Taton o de la Oriana, haciéndolos TT o llenando el Facebook de memes. ¿Qué hicieron? No me pregunten, porque no sé, ni me rebajaré a buscar para conocerlo. Cuando de la nada han vuelto en su «lucha» buscando un objetivo. Que VTR no elimine Vía X, Zona Latina ni ARTV.
Y aquí estoy. Riéndome de nuevo con amargura, pero tranquilo, porque la decepción ya la experimenté. Piden cultura para tenerla de regalito, mientras se regodean de las crisis emocionales de personas que viven de la exposición de su vida. Estoy seguro que muchos de esos defensores seguirán exigiendo banalidades, sin saber que la industria de la televisión «es sin llorar».
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