No, no lo es. Conviene tener presente esta afirmación, una perogrullada, porque hoy los lectores nos vimos sorprendidos con inserciones de página completa en los dos principales periódicos chilenos, en los que una sociedad de inversiones agradecía los homenajes que la universidad e instituciones Santo Tomás rendirán a Gerardo Rocha. Sí, la misma persona que a principios de 2008 planeó y ejecutó el crimen contra el martillero Jaime Oliva, pero que por esas vueltas de la vida terminó por matarlo a él a fines de ese mismo año producto de las quemaduras que recibió en lo que debía ser un crimen perfecto. Todo cosa ya juzgada.
Lo que haga una sociedad de inversiones privada con su plata y el tipo de publicidad que busque atraer, es decisión privada. Pero cuando en ese ejercicio se busca lavar la imagen pública de su fundador, aprovechando la frágil memoria ciudadana (¿cuántas personas sabían quién era Gerardo Rocha mientras vivía? ¿cuántas recuerdan hoy el asesinato que cometió?) y en ello se cuente con la “complicidad” de algunos medios de comunicación, la situación cambia de carácter.
Podrá argumentarse que tanto El Mercurio como La Tercera tienen una legítima necesidad de autofinanciarse y que la publicidad pagada en sus páginas es el principal medio para ello. No cabe duda. Podrán ambos diarios esgrimir que mientras los anunciantes acepten las condiciones comerciales ofrecidas y cumplan con el pago en la forma y momento acordado, éstos son libres de anunciar lo que quieran y cómo quieran. Posiblemente sea cierto a nivel discursivo, pero es muy probable que en la realidad ello no ocurra.
Hagamos una serie de rápidos ejercicios hipotéticos.
¿Podríamos ver en esos diarios insertos en los que un grupo de personas ateas dijeran que la religión es la fuente de todos los males de la Humanidad y enumeraran un breve pero contundente listado de matanzas cometidas en nombre de algún dios?
¿Sería posible leer alguna vez en La Tercera o El Mercurio una página completa de publicidad en la que el anunciante destacara cómo la economía de mercado tiene consecuencias negativas en miles de millones de personas a lo largo del mundo?
¿Creen ustedes probable que leamos en esos medios algún anuncio pagado que promueva abiertamente el uso de la píldora del día después como eficaz método anticonceptivo y, de paso, el derecho de toda mujer a decidir sobre su cuerpo?
¿Leeremos algún día entre sus contenidos páginas completas pagadas destinadas a defender el derecho a la libertad y diversidad sexual?
La respuesta es no a todas estas preguntas.
Por eso, la publicación de las inserciones “rehabilitadoras” de Gerardo Rocha tienen un tufo a podrido, porque el criterio económico-editorial que operaría en todos esos casos, en éste no impidió que un criminal recibiera loas públicas. Un doble estándar que indigna y por el que se puede hablar de “complicidad” en este lavado de imagen, al permitir que en sus páginas el país leyera este domingo un burdo intento por santificar (citando un texto del difunto en el que convenientemente se menciona a Dios) a un hombre que llevado por sus terrenales pasiones y su desequilibrada personalidad quitó la vida a otra persona.
Un crimen por el cual cualquiera de nosotros pagaría con cárcel y olvido pero que a Gerardo Rocha, sempiterno financista en vida de páginas sociales que lo retrataban en su imparable ascenso al poder, no le ha impedido aparecer en nuestro domingo, recordándonos de paso que El Mercurio y La Tercera, medios que llevan años pontificando sobre la meritocracia, explotan comercialmente la inequidad y un desigual sentido de justicia entre vivos y muertos.
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2 Comentarios
pjniculqueo
Estimado… para eso esta EL MOSTRADOR!