Este lunes, por las calles de múltiples ciudades de Chile miles de ciudadanos nos movilizamos para pedir, para exigir más bien, lo que cualquier sociedad democrática no se debiera negar. Un Plebiscito para definir cómo se elaborará la nueva Constitución. El procedimiento para acordar el principal pacto político social, que no por nada es llamado Carta Fundamental.
Positivo es que converjamos en este momento. Atreverse a caminar con otros en pos de una causa común, tan necesaria como justa, ya es un avance. El necesario pan es importante, pero las condiciones que permiten que llegue a todos es lo esencial. En una frase atribuida a Bertolt Brecht, el peor analfabeto es el analfabeto político, que no entiende que de decisiones de este tipo sale el precio del pan y que con su abulia permite que se reproduzca “el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales«. Nótese que no habla de todos los políticos, sino de ese que cobija tan particulares características.
Un Plebiscito para una nueva Constitución, vía Asamblea Constituyente. Tal es el llamado al que desde hace varios años se está convocando. Lucha hermana de las que han impulsado Marca AC, Ciudadanos por la Asamblea Constituyente y varios partidos y movimientos sociales y políticos, que nutren de perspectiva su acción. Porque aunque en muchos existe indignación, la movilización no es más que la esperanza de poder cambiar el futuro, accionando en el presente.
Lo contrario es enrabiarse por cómo está la sociedad, privatizarse en el odio a la política y dejar que todo siga tal cual, alimentado por el cinismo de la desconfianza. Salvedad: Cuando hablo de política me refiero a todo hacer común que busca incidir en el colectivo.
Esto es parte de lo que intentamos decir en El Informante del martes 17 de marzo en TVN. Palabras sin eco en una pantalla que mostró el conflicto, la controversia que hemos vivido múltiples comunidades producto de la intervención de grandes empresas, acaparando y contaminando los bienes comunes de la vida: el agua, el aire, el suelo. El alma.
Un par de carteles escritos a mano y una polera Marca AC intentaron dar un mensaje sobre lo que está ocurriendo en el país. En Aysén, pero también en muchos otros territorios. No son demasiadas las veces en que se puede participar en el amplificador canal público, por tanto cualquier audio, imagen, gesto serviría para el objetivo: visibilizar lo oculto. Lo que los medios no muestran tan seguido.
Para varios de quienes ahí participamos, el reclamo tanto al aire como en los intermedios fue infructuoso. Juan Manuel Astorga, amparado en la dinámica de la TV, se enfocó en ciertos entrevistados. Algunos muy justos, como las comunidades de Caimanes y Freirina, a quienes en más de alguna ocasión cortó recordándoles los tiempos televisivos.
Fue la intervención de Joaquín Villarino, presidente del Consejo Minero, la que encendió la mecha. Por sus dichos -habló de infiltración de las comunidades, abogados chantajistas- pero principalmente por sus tiempos. Pudo entregar su mensaje durante 15 contabilizados minutos, casi sin contrapreguntas. Incluso se despachó sin réplica esta insólita frase en el minuto 49: “No se contrapone algo que parece contraponerse. El desarrollo de la actividad económica, versus el desamparo de la comunidad, versus acriminarse con el medio ambiente. Esas cosas son compatibles”.
Villarino, con acceso privilegiado a los medios de comunicación, tuvo oportunidad para monopolizar la conversación. Y entregar un mensaje que a estas alturas parece una letanía, no necesariamente por sus argumentos sino por la amplificación y repetición que le permiten ciertos espacios. Como TVN, por ejemplo.
La respuesta de Astorga fuera de cámara ante esta situación, da cuenta de la despolitización hoy existente. “No esperen que en un programa de una hora nos hagamos cargo de las injusticias de toda la sociedad” fue su explicación. Argumento para dejar fuera las luchas de Alto Maipo y de Isla Riesco.
El sistema mediático hoy está desequilibrado y no da cuenta de la diversidad de miradas existentes. En tal escenario, el medio público debe aportar al pluralismo. De lo contrario, con su acción mantiene voces silenciadas en beneficio del discurso hegemónico.
El sistema mediático hoy está desequilibrado y no da cuenta de la diversidad de miradas existentes. En tal escenario, el medio público debe aportar al pluralismo. De lo contrario, con su acción mantiene voces silenciadas en beneficio del discurso hegemónico.
No entraré a discutir acá supuestas y posibles motivaciones para la condescendencia que vimos de parte del entrevistador con uno de los representantes del sector productivo más poderoso del país. Eso lo hará cada uno. Lo único que diré es que entender la televisión pública como un espacio de reproducción de la inequidad mediática, da cuenta de una mirada que muchos esperamos comience su retirada.
Solo para constancia, dejo algunos de los mensajes que quedaron en el camino:
“Todos los conflictos de este panel son por el agua. Hoy, entonces, la necesidad es recuperar el agua para el bien común. Sin embargo, el gobierno con la ley de Glaciares y la reforma al Código de Aguas está preservando el injusto sistema actual, con lo cual irresponsablemente está manteniendo las condiciones para que sigan los conflictos socioambientales.
Lo común también es la forma en que las grandes empresas intervienen la voluntad de las comunidades a través de prebendas monetarias. Es urgente que la Comisión Anticorrupción proponga terminar con esta práctica que se aprovecha de las carencias de ciertas comunidades, a vista y paciencia del Estado.
Todas las grandes empresas son controladas o son de propiedad de ejecutivos que viven en Santiago o incluso fuera del país. Ellos imponen sus nefastos proyectos a las comunidades, iniciativas muchas veces incoherentes con las visiones de desarrollo de los territorios. Urge descentralizar y desconcentrar el poder ahora”.
Son estas, frases cargadas de política. De la política que es imprescindible recuperar.
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Alfredo A. Repetto Saieg
Impresiona la ineficiencia de la derecha duopólica mostrada ante la catástrofe nortina y frente a cualquier situación que signifique resolver las demandas del pueblo. Esa falta de racionalidad está amparada por un discurso neoliberal dominante que siempre nos ha despreciado. Lo hace de manera sutil, como por ejemplo cuando nos trata como una «masa». Desde su óptica tienen razón: los trabajadores somos una masa amorfa pero amoldable a los intereses de la élite. También seríamos ignorantes, fracasados, resentidos e incluso terroristas si la situación lo amerita.
Pero además existe otra verdad: la del pueblo. Aquella que reafirma la persistencia de los empleados de OHL de la faena del nuevo hospital Gustavo Fricke que llevan más de dos semanas en paro en respuesta a los salarios de miseria y a las pésimas condiciones laborales. También está esa realidad que nos muestra a los estudiantes, bomberos y voluntarios movilizados para llevar ayuda y esperanza a los damnificados, a esos chilenos que también son víctimas de un modelo de país que insiste en mercantilizar nuestras vidas en favor de la usura, de la corrupción y del despotismo.
solopol
Tu eres de los que piensa que los apoliticos son homosexuales?