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El desafío de la Concertación: más valentía política

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Las derechas no ganan; son las izquierdas las que pierden cuando dejan de conectarse con la ciudadanía que les dio el poder. Cuando se convierten en empresas de prebendas, en arreglos para tal o cual interés particular, cuando simplemente abandonan el coraje de llevar a cabo los sueños encomendados y se dedican a tranzar bajo la excusa de la gobernanza.

La centro-izquierda pasa por un momento de debilidad y agotamiento, y no es por la falta de ideas. No es por la falta de propuestas respecto de un proyecto progresista. Ocurre porque tenemos una clase política acomodada en el cálculo electoral y sorda terminal ante los gritos ciudadanos que, por mucha reunión de reconciliación, no logran comprender.

Y quienes tomaron el poder-aunque tendríamos que escribir otra columna para profundizar en quiénes son realmente los que tienen el poder-son herederos de las prácticas y la organización de una Concertación desgastada por su incapacidad de volver a construir un discurso que convoque a la mayoría de los chilenos y chilenas. Desgastada, sobre todo, porque no pueden actuar en consecuencia con ese discurso. Por pactar reformas incoherentes con sus principios.

El mundo atraviesa una crisis económica profunda, un deterioro ambiental progresivo y un abandono de la política por medidas correctivas que favorezcan la estabilidad del sistema financiero. La izquierda, perdida entre lo que quiere y lo que puede, es incapaz de reaccionar, sus respuestas no seducen y entregan a las manos conservadoras la conducción de los países, conservadores que no son más que títeres de un sistema financiero abrumador y poderoso.

Chile y el mundo reclaman valentía política. Ello significa tomar decisiones consecuentes, arriesgadas y defender un nuevo modelo de sociedad donde lo central sea lo humano, la felicidad y el desarrollo sostenible. ¿Pero de dónde vendrá esa valentía? Sin duda no de los líderes que han heredado por secretaría el rumbo de una coalición perdida y enfrentada a sí misma. Tendrá que ser una nueva generación la que conquiste el poder, conquistando el corazón de los ciudadanos y tenga la valentía de llevar a cabo una transformación profunda de la sociedad en que vivimos.

En mi opinión, Chile continuará por largo tiempo en manos de los conservadores, que administran en función de las conveniencias empresariales, y que tienen como religión la relación costo-beneficio para resolver los problemas del presente y del futuro.

Ya no creo en las promesas de: ¡Ahora sí! Debemos ser la generación que conquiste a Chile con un discurso de transformación y demuestre en su acción la valentía y el coraje que significa defender y promover un mundo diferente y mejor para todas y todos. Podemos hacerlo, vamos hacerlo.
 

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