Hemos observado en estos últimos días y semanas la generación de diversos conversatorios, cabildos, grupos autoconvocados para dialogar en el territorio sobre lo que está pasando en nuestra realidad. Estamos en medio de una crisis y los ciudadanos y ciudadanas están expresando sus visiones de modo de poder construir una demanda más estructurada. Se espera, que todo este trabajo y esfuerzo colectivo incida en el diseño de programas y políticas públicas que recojan las necesidades de la mayoría del país y sobre todo de aquellos sectores más vulnerables.
Los diálogos grupales plantean no sólo ideas que se comparten las personas entre ellas y las eventuales síntesis que se puedan producir, también es muy importante el cómo, los modos que pueden facilitar la conversación en un país en que la participación es un debe. Las políticas públicas se diseñan sin conocer, en muchos casos, las necesidades de los propios sujetos y sus realidades.
Desde la educomunicación, entendida como formación medial para el empoderamiento comunicacional, que se practica desde la escuela y la familia pasando por el territorio. Hay algunos conceptos, experiencias que pueden contribuir a desarrollar metodologías de carácter activo-participativas, como se decía hace algunas décadas atrás específicamente. En Latinoamérica desde los años 70 se ha construido una forma valiosa de entender la Comunicación y Educación que Tiene ciertas especificidades y qué significa un aporte al desarrollo de esta área. Personas como Mario Kaprun, Guillermo Orozco, Jesús Martín Barbero, Valerio Fuenzalida, Jorge Huergo, María Teresa Quiroz,Daniel Prieto Castillo, Fernando Osandon, Ysmar De Oliveira Soares, Pablo Ramos y María Elena Hermosilla, entre otros, han hecho aportes significativos en este campo a nivel regional.
Esta visión latinoamericana ha trabajado por una parte para la formación crítica medial, es decir, contribuir a que las personas puedan tener una visión autorreflexiva sobre las propuestas de significado que hacen los medios masivos y las plataformas digitales, sobre todo en un país como el nuestro con una alta concentración medial. También se ha desarrollado una línea en el ámbito de la comunicación participativa, es decir, como de diversas maneras las personas y sus grupalidades desarrollan habilidades comunicativas que les permitan participar más activamente en sus distintos ámbitos de vida: familia, medios masivos, etcétera.
En el diálogo no se trata solamente de poner nuestras propias ideas válidas en sí misma, si no también recoger autenticamente los planteamientos de la otredad.
A partir de experiencias y de todo lo que se ha crecido conceptualmente en las últimas décadas es posible proponer algunas ideas para generar metodología participativa, que realmente contribuyan a generar una humanidad compartida en la elaboración de un relato incluyente:
Agradezco a José Luis, Ana María, Raquel y Franchesca por ayudarme en la concreción escritural.
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