Los Adultos mayores; o «tercera edad», en los últimos meses se han convertido en un manoseado elástico para distintas autoridades. Cuando conviene se les utiliza como «chivo expiatorio» a cuantas decisiones se deban tomar: » en consideración a nuestros adultos mayores….»; en circunstancias que la verdad es muy distinta.
¿Desde cuándo tanta consideración? Basta que una persona alcance los 65 años para que: bancos le nieguen crédito: «…por su edad»; las pensiones y jubilaciones sean miserables; las consultas a los «call centers» sean desestimadas insolente, despectiva y groseramente; los supermercados fijen «atención preferente» en horas difíciles de cumplir: remedios, asistencia de terceros, temperatura ambiental, movilización restringida, etc; en el transporte público: los asientos reservados son ocupados, indolentemente, por jóvenes cansados de «no hacer nada»; la atención farmacéutica y sus precios; la salud: 7 horas en una camilla de ambulancia para tratar de ser atendidos; invalidez e indolencia respecto a recetas extendidas por distinguidos médicos especialistas (a través de escaneo de las mismas, a causa de la suspensión de las consultas presenciales) y carencia de una solución, sólo excusándose- altaneramente- en un problema de una jerarquía superior; la delincuencia, que sobrevive del hurto de las modestas pensiones; viviendas paupérrimas sin luz, agua, espacio: todos hacinados.
En fin: Servidumbre Humana.
A todo lo expuesto, ahora, se les impide el libre tránsito y los encarcela en sus domicilios o «centros sanitarios»; se les priva del vital ejercicio diario: un perro tiene más contemplaciones.
Tal como se desarrolla esta emergencia, con tan variadas interpretaciones, muchos comienzan a despertar y compararla con la, tristísima situación- vivida en Europa hace algunos años- en que este grupo etáreo tuviera que arrastrar maletas, bolsos, penas, dolor, incomprensiones… a «granjas rehabilitadoras» del Co-Vid- 19; del que ellas (os) no tendrían la menor posibilidad de superar.
A todo lo expuesto, ahora, se les impide el libre tránsito y los encarcela en sus domicilios o "centros sanitarios"; se les priva del vital ejercicio diario: un perro tiene más contemplaciones.
Dolorosa realidad para quienes sacrificaron su vida por la de otros que, cual «Poncio Pilatos» se lavan las manos frente a la adversidad de sus progenitores, profesores, tutores, protectores, etc.
Comulgan con la desafortunada frase del Gobernador de Texas: «Los viejos deben morir para dar espacio a los jóvenes, hijos y nietos».
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