#Medio Ambiente

Una Ballena Franca, su cría y la gente por la que vale la pena ser abogado

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 Llueve en las calles de Ancud y 40 personas me esperan.

Comuneros Williches me reprenden con la ternura de su mirada y me hacen ver con su silencio, lo innecesario, con solo ver mis rasgos, de contarles que mi abuela también lo era.

Mientras, me asombra la voluntad y despliegue de fortaleza de una pequeña agricultora de hermosos ojos. Desafiante, convencida y con la arrogancia que tienen quienes siguen buenas causas, ha juntado aquí a risueñas sindicalistas macheras y a alemanes gigantes que se quedaron para siempre hechizados por la vastedad en las tierras del Sur de mi patria.

Tres señoras me ríen, agradeciéndome estar aquí.

Y soy yo quien se deslumbra por la fortaleza y calidez de sus manos.

Son gente de las arenas Puñihuil, de la costa de Chiloé, la que mira al Pacifico. Toman su pan de la Tierra, llevando a chilenos y a gringos, a conocer esas dunas desde donde  se toma el bote para poder ir a conocer las pinguineras donde se amparan los últimos pájaros que nadan en el Mar y que llevan el apellido de Humboldt.

2 cabros me dan una clase de doctorado sobre aves migratorias y me abren los ojos sobre la infinita crueldad de instalar 56 molinos de viento, en una de las últimas rutas que pequeños emplumados utilizan, desde hace eones, para traer a sus retoños a nacer en el fin del mundo

Cruzo el Canal de Chacao llevando en un Recurso de Protección que me pesa como una piedra en el corazón, sus esperanzas de justicia y me siento insignificante ante su increíble responsabilidad de guardianes de la Naturaleza de la que se sienten parte.

Miro el mar, gris, herido de aceites y del trazo de nuestros barcos y redes y no dejo de pensar en la amplia sonrisa de una protectora de gigantes marinos.

Me queda en el alma la historia de una de las últimas ballenas francas, a la que se avisto este verano con su cría. Perseguidas hasta el hartazgo, masacradas por nuestra codicia y crueldad, vuelven a estas aguas, quizás si con la esperanza de que esos primates que llevamos caminando en nuestros dos pies, apenas un suspiro en el mar de los tiempos, hayamos aprendido a comportarnos como seres racionales.

21 planas que he escrito para llevar a la Corte de Puerto Montt y los modestos conocimientos que he acumulado en mis años de leyes, son incapaces de contener tan solo una letra del infinito abecedario con que estas maravillosas personas me han ayudado a empezar a deletrear  la palabra derecho y a por fin saber porque vale la pena ser Abogado.

 

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4 Comentarios

gabriela235

Que hermoso, gracias colega por hacernos recordar lo ¿¡ simple?! de la vida y nuestra profesión.

    alercesdelcalbuco

    Muchas Gracias

sopatron

No soy abogado, pero si un amante de Chiloé y tus palabras me han emocionado hasta las lágrimas… espero, de corazón, que las acciones que estan tomando tengan efectos positivos.

    alercesdelcalbuco

    Muchas Gracias, se hace lo que se puede…pero no nos rendiremos sin presentar batalla