Un sentimiento llamado Aysén

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Aysén es una forma de hacer, un estilo de vida, una forma de proyectarse en la vida y de relacionarse con el medio económico, social, cultural y medioambiental que no podemos darnos el lujo de perder por malas decisiones. La justicia social en la realidad actual va de la mano de la justicia ambiental. Las dos son parte importante de un todo que debe respetarse en pro del desarrollo sustentable.

Aysén ha sido desde siempre un territorio al que no se le hadado la prioridad que merece en políticas de desarrollo. Se forjó gracias al esfuerzo de hombres atraídos por la esperanza de conquista del tan ansiado bienestar, que abrieron a fuerza de hacha esta nueva frontera para conseguir así un futuro para ellos y sus familias. Esto dio origen a una nueva cultura y manera de vivir, única y muy diferente al resto del país. Poco ha cambiado la manera de ver y de sentir el territorio por los nuevos contingentes que se han atrevido a llegar. Las mismas premisas con las cuales se dio inicio a la colonización en los inicios del siglo pasado, se podrían considerar hoy tan valederas y verdaderas y vigentes como en ese antaño, solo que adaptadas a nuestros tiempos.

Pocos son los que recorren Aysén y no quedan maravillados por lo que ven, sobre todo por lo que sienten al internarse en esta especial propuesta de vida en un marco escénico único. Es una mística que seduce tremendamente y se introduce en el alma de aquellos que visitan el territorio, cambiando definitivamente la manera de ver y de sentir la vida.

Esto ha sido lo que ha forjado la fortaleza del nuevo concepto que mueve el territorio y que estructura los cimientos de su defensa  ante las empresas transnacionales como HidroAysén y Energía Austral, que quieren represar nuestros ríos de una forma poco adecuada y poco profesional.

La principal característica de la lucha por salvar Aysén de los intereses de las transnacionales es que, en su gran mayoría los involucrados en la defensa al interior de Aysén, lo hacen por principios morales y conceptuales de entender que el territorio y ellos son uno solo. Las comunidades poseen la convicción plena de tener una premisa importante por la cual luchar, resumible en el título de esta columna, “un sentimiento llamado Aysén”.

Nos choca, por esto, la actitud de los últimos años del estado chileno, al desarrollar políticas públicas tan poco claras en materia energética, sin tener la capacidad de entender lo que proyecta y lo que significa Aysén como reserva de vida y territorio de excepción.

Malas decisiones del pasado en el tema energético han producido un vacío importante, por la pérdida de años de una gestión adecuada y que pretenden compensarlo sacrificando Aysén y todas sus comunidades. Ello ha generado un desproporcionado desbalance de las prioridades, que nos podría llevar a una catástrofe ambiental sin vuelta atrás.

Aysén es mucho más que salvar ríos y bosques como la gente quiere creer o como HidroAysén ha dado a entender en su campaña mediática. O de ser un producto con el cual podemos lucrar y generar ganancias a como dé lugar, sacrificando sin más lo que representa y el verdadero punto de inflexión que nos entrega al lograr preservar es territorio de excepción.

Aysén es una forma de hacer, un estilo de vida, una forma de proyectarse en la vida y de relacionarse con el medio económico, social, cultural y medioambiental que no podemos darnos el lujo de perder por malas decisiones. La justicia social en la realidad actual va de la mano de la justicia ambiental. Las dos son parte importante de un todo que debe respetarse en pro del desarrollo sustentable.

El éxito y la viabilidad de una estrategia de desarrollo coherente, sustentable y con sentido común, se basa en que no podemos confundir medios con fines. El crecimiento económico constituye solamente un mecanismo en pos de un objetivo, de una estrategia para lograr el incremento del bienestar de las personas. Nunca debemos sacrificar a las comunidades y su proyección cultural  y sus formas de hacer por el beneficio de otras.