La magia no existe en materia de mejoramiento de calidad del aire. Los avances responden a esfuerzos desplegados durante largos años y eso no puede ser refutado (al menos seriamente). Los resultados positivos de hoy, sólo se explican en las medidas estructurales de ayer.
La Región Metropolitana es muy compleja en materia de calidad del aire, ya que por su geografía está condenada a tener mala ventilación. Por tanto, lo único realmente efectivo es reducir emisiones contaminantes.
Hemos limpiado los combustibles y ello es esencial en la descontaminación: en el año 1994, ENAP, con presupuesto público, redujo el azufre en el diesel de 5.000 a 3.000 partes por millón (ppm). El año 2000 se produce una segunda reducción importante en azufre, pasando esta vez de 1.500 a 1.000 ppm. Nuevamente con presupuesto público ENAP actúa, y en el 2001 se elimina el plomo de las gasolinas. En enero de 2010, en un nuevo esfuerzo público, ENAP entrega el nuevo diesel con sólo 50 partes por millón de azufre. Un ejemplo mundial.
En el año 1997 ingresa, masivamente, el gas natural a la Región Metropolitana. Sabemos que es muchísimo menos contaminante que el petróleo. Las industrias migraron en forma masiva a este combustible, que ambientalmente demostró ser una adecuada decisión, como lo ha sido también la creación de las plantas regasificadoras que hoy nos permiten tener este combustible disponible y que, en los casos que así se haya establecido en el sistema de evaluación de impacto ambiental, debe ser el “alimento” de nuestras industrias. Hay que, eso sí, fiscalizar adecuadamente.
El Transantiago, por otra parte, ha comenzado a jugar su rol. No sólo porque ha gatillado la salida de miles de buses antiguos, sino que, conforme a lo previsto, incorpora los filtros de partículas y actúa generando las sinergias positivas del transporte de superficie con el subterráneo.
El listado de medidas sería largo de enumerar. Lo positivo es que la evidencia empírica nos viene indicando desde hace un par de inviernos que en su momento se tomaron buenas decisiones y que debemos seguir empeñados en avanzar.
(*) Ana Lya Uriarte, ex ministra de Medio Ambiente del gobierno de Michelle Bachelet.
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