#Medio Ambiente

Resiliencia de los pequeños productores agroecológicos y orgánicos

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La producción de alimentos de la pequeña agricultura familiar no se ha detenido con la pandemia. Sin embargo, se han notado diferencias significativas en las dificultades de producción que han tenido algunos agricultores tradicionales, a diferencia de quienes utilizan técnicas más limpias/orgánicas/agroecológicas. Este último grupo ha resultado ser más resiliente a la crisis y sus efectos, principalmente por la menor dependencia de insumos externos los cuales han presentado importantes disrupciones y aumento de precios  en la pandemia, una mayor tendencia de los consumidores a comprar productos limpios, y por la diversificación productiva con que trabajan estos productores generalmente. Por ello han tenido menos variaciones en sus ingresos, su trabajo y finalmente en sus modos de vida.

[texto_destacado]Lo anterior se ha registrado empíricamente en los territorios de Chiloé y La Araucanía a través del proyecto de investigación “Siembra Desarrollo”, impulsado por Rimisp para indagar en los impactos del COVID-19 en la agricultura familiar con el apoyo del Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo (IDRC, Canadá).

Los productores orgánicos o agroecológicos en general dependen menos del mercado exterior para obtener los insumos productivos, esto porque la mayoría de ellos/as produce sus propias semillas (generalmente cosechadas y guardadas de temporadas anteriores o intercambiadas), así como también producen sus propios abonos y fertilizantes orgánicos generados a partir de los residuos orgánicos del hogar, y además generan una serie de complementariedades positivas entre cultivos para evitar plagas y con ello prescindir de plaguicidas o herbicidas químicos. Esta mayor independencia es especialmente importante en el contexto actual donde los insumos agrícolas han elevado sus precios.

Además de una mayor independencia de los mercados externos, los productores han reportado que los consumidores se preocupan más por el origen de los productos, cómo son producidos y los beneficios que estos les puedan aportar a la salud y nutrición. Así, se ha observado que quienes ofrecen productos agroecológicos u orgánicos han sido preferidos e incluso han aumentado su demanda con la pandemia, puesto que, las personas se interesan cada vez más por alimentarse mejor. A la vez, este tipo de producción permite que los suelos y el entorno agrícola se vean beneficiados por la no aplicación de químicos lo que implica una vida más sana para la familia agricultora, los consumidores y el medio ambiente en un contexto de adaptación al cambio climático.

Como se puede ver, la producción limpia que encuentra sus raíces en los métodos antiguos de producir alimentos se muestra como una herramienta resiliente tanto para el abastecimiento de los agricultores/as y sus familias como de los consumidores. Sin embargo, en el contexto actual existen diversas preocupaciones en el campesinado donde resaltan principalmente la falta de agua, el cambio de las temperaturas, el acceso a la tierra y los apoyos institucionales que no potencian la producción limpia en todos los territorios por igual. Desde estos obstáculos y desequilibrios territoriales, es que Rimisp a propósito de la coyuntura constitucional en la que Chile se encuentra, plantea en su “Decálogo para una Constitución con enfoque territorial” como derecho fundamental, el Derecho a la Alimentación que busca asegurar el acceso equitativo a la estructura agraria, al agua y al ordenamiento territorial y que además se reconozcan y potencien los modos de vida de la agricultura familiar, que en el caso de los productores orgánicos y agroecológicos que producen mediante métodos ancestrales están demostrando ser más resilientes y actores fundamentales para fortalecer los sistemas agroalimentarios sostenibles que tanto necesitaremos en el futuro y en la actualidad.

Finalmente, a partir de lo observado en los territorios de La Araucanía y Chiloé se ha podido percibir la resiliencia que los productores agroecológicos u orgánicos han presentado ante la crisis sanitaria, pero también climática. Por ello, es que en momentos donde la agricultura familiar campesina de estos territorios se ha visto tan afectada por obstáculos en la producción y comercialización, avanzar en políticas públicas que potencien y apoyen la producción limpia y que por otro lado, motiven a los consumidores a alimentarse con productos sanos podría ser una estrategia que mejorará la situación de muchos campesinos/as que están viendo cada vez más limitada su capacidad de producción y de paso se estará avanzando hacia sistemas alimentarios más sostenibles y ecológicos. Además, consagrar el Derecho a la Alimentación en la nueva carta magna que en estos días el país construye, podría implicar un importante reconocimiento, protección y fortalecimiento de la agricultura familiar campesina y de alimentos sostenibles y saludables para todos y todas.

Por Valentina Martínez, asistente de investigación
Rimisp – Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural

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