En Europa, en ciudades como Roma, París o Londres, existen calles de espacios reducidos que jamás fueron pensadas o planificadas para el tránsito vehículos. En nuestra historia, el crecimiento excesivo que experimentó la ciudad de Santiago, producto de la crisis del salitre y la inmigración de compatriotas a la capital, se consolidan estos espacios de habitación con el propósito de dar respuesta a la necesidad de las personas de contar con un lugar para pernoctar en Santiago.
El paso del tiempo ha sido evidente, dichos espacios parecen silenciados, escondidos por las calles de la ciudad, pero siguen ahí, quizás algunos más pintorescos que otros, pero que, en su gran mayoría, acogen a personas con una situación económica precaria.
La vida en un cité:
Para un inmigrante recién llegado al país, como es el caso de haitianos y venezolanos, conseguir un departamento es casi imposible, pues es evidente que la burocracia nacional y, por otro lado, la falta de una actualización de la ley migratoria, dejan en evidencia que primero llegan los procesos y, después, las modificaciones legales. En este sentido, el inmigrante puede acceder a una cama en una habitación compartida y a espacios comunes como el baño, patio y cocina.
Al igual que los inmigrantes, en Chile, producto del sistema poco efectivo de jubilación, muchos adultos mayores deben definir entre comer o comprar medicamentos, incluso muchas otras que jamás lograron el sueño de la casa propia, han terminado en los cités de la ciudad al olvido de cualquier política social efectiva.Una solución efectiva podría radicar en la organización de la comunidad en “cooperativas”, por las cuales los habitantes de estos espacios, de manera activa, ocupen estas plazas comunes en la construcción y consolidación de “granjas verticales”
¿Cuál es el problema de vivir en un cité?
La verdad es que no existe un problema efectivo distinto al de la marginación de los servicios e, incluso, de nuestro propio clasismo nacional. Si bien a una persona no la dignifica mucho malvivir en La Dehesa que vivir en un cité. El problema de fondo radica, en su gran mayoría, en problemas alimenticios de las personas, pues es evidente que si volvemos al inicio y señalamos quienes habitan estos espacios, tanto inmigrantes como adultos mayores, en su mayoría, sufren una notable precariedad alimenticia que se traduce en desordenes de la alimentación y en definitiva en enfermedades.
¿Qué podemos hacer desde el medio ambiente?
Combatir las precariedades en los cité, se traduce en combatir de manera efectiva la pobreza y el abandono social del que son víctimas muchas personas en el país, pero este combate no debe nacer solo desde las autoridades políticas de turno, sino que más bien debe ser abordada desde el cooperativismo de la sociedad civil y la administración pública.
Ya hemos determinado que el vivir en cités acarrea problemas a la salud por problemas de alimentación, no por el hecho de vivir en ellos, ya que en ellos se concentran personas vulnerables a estos.
Una solución efectiva podría radicar en la organización de la comunidad en “cooperativas”, por las cuales los habitantes de estos espacios, de manera activa, ocupen estas plazas comunes en la construcción y consolidación de “granjas verticales”, donde la sinergia y la cooperación como la solidaridad juegan un papel activo, pues los frutos de estas cooperativas se repartirán en sus miembros.
¿Qué son las Granjas Verticales?:
Son una propuesta de agricultura que a falta de espacio horizontal se trabaja de manera vertical. Este tipo de construcciones se pueden realizar al igual que los populares “huertos comunitarios” con pallets en los pasillos de los cites con un sistema de recolección de aguas lluvias y con poleas de giro manual, optimizando los recursos de inversión como también el recurso natural empleado.
Ahora bien este sistema de agricultura vertical está diseñado y pensado para espacios de gran confinamiento y sería perfectamente aplicable a la realidad de la ciudad de Santiago por medio de la organización de la población en cooperativas.
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