Los impuestos verdes irrumpen en la discusión económica y política nacional a través del Proyecto de Ley de Reforma Tributaria. Este instrumento económico, que ya está en uso en varios países de la OCDE, puede contribuir a corregir algunas imperfecciones del mercado, razón por la cual es importante que sean utilizados correctamente y no se banalice el concepto verde.
Los impuestos, en general, se entienden como instrumentos económicos que permiten a lo menos dos cosas: por una parte, recaudar recursos que requiere la actividad pública y, por otra parte, simultáneamente o no, dar señales de precios para disminuir el consumo de determinados productos incrementando su precio de mercado, como es el caso, por ejemplo, del impuesto al tabaco.
Los impuestos, durante mucho tiempo, se vinculaban con el uso del recurso que generaban, es decir, los ingresos percibidos se utilizaban con un fin específico. Sin embargo esta práctica se terminó correctamente hace muchos años para evitar el desorden presupuestario que se generaba a la hora de tener que distribuir los ingresos entre múltiples destinos o partidas que, normalmente, con el tiempo habían perdido su sentido. Así es que hoy, salvo contadas excepciones, la Constitución Política dispone que los tributos que se recauden, cualquiera que sea su naturaleza, ingresen al patrimonio de la Nación y no pueden estar afectos a un destino determinado.
Por ello, si bien esta reforma tributaria se justifica principalmente en la necesidad de generar más recursos para la educación, la asignación específica de los recursos se discute luego en la tramitación de la respectiva ley presupuestaria.
Vale la pena detenerse en aclarar qué es un impuesto verde típico: es aquel que se aplica al combustible de origen fósil para que por la vía de su mayor costo, disminuya la demanda y el transporte se oriente hacia el uso de otros medios “no contaminantes” por ejemplo, electricidad con ERNC, bicicletas, transporte colectivo (Transantiago), por sobre el individual, ferrocarril eléctrico (ERNC), entre otros. Por esa razón es inadecuado, desde el punto de vista ambiental, disminuir o quitar el impuesto al combustible.
Los impuestos verdes que se indican en el proyecto de ley, se aplicarían a los neumáticos, baterías, envases, vidrios, aceites lubricantes, plásticos, entre otros, en el entendido de que su “manejo como residuos tiene un costo social relevante”.
ECONOMÍA Y MEDIO AMBIENTE
Sin embargo, para cuando estos bienes sean residuos, el impacto del impuesto no es propiamente “verde” por cuanto no hay una relación directa entre un mayor costo del bien y una disminución de su potencial contaminante como residuo. Tampoco es efectivo que los impuestos del proyecto de ley incentiven necesariamente el cuidado del medio ambiente y el reciclaje. No hay evidencias teóricas ni empíricas internacionales que demuestren que esto ocurrirá. Tampoco hay evidencias que la tan prometida Ley General de Residuos, con el concepto incorporado de la responsabilidad extendida del generador, efectivamente, esté pronta a iniciar su trámite legislativa.
Soy partidario del uso de instrumentos económicos como los impuestos verdes, pero a lo mejor, si paralelamente, se señalara explícitamente una propuesta al incremento del presupuesto ambiental de la Nación con programas específicos de reciclaje se podría entender el apelativo verde, en cuyo caso igualmente habría que explicar por qué se aplica a esos bienes y no a otros. Para estos productos, futuros residuos, conviene generar el marco y los incentivos para implementar la responsabilidad extendida del productor.
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Foto: Francisco Javier Argel / Licencia CC
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Hernán Durán
Arturo,
Tienes toda la razón. Además la elasticidad del consumo de baterías, neumáticos, envases, es muy inelástica (no tiene impacto). Seguramente la elasticidad es mayor con el automóvil o las bebidas que contienen los bienes mencionados, por lo que lo único que se podría desprender de este impuesto es el objetivo de recaudar más recursos y así planteados le va quedando muy poco de verde.
Gracias.
eliasbravo
Y de verde tendrían sólo el nombre.
Da la impresión que la reforma tributaria entera intenta solucionar diversos problemas sin que exista la intención de hacerlo.
El 20% a las empresas se hace sin eliminar el mecanismo de generación de crédito. (El impuesto a las empresas es neutro por que finalmente la empresa no lo paga pues lo recibe como crédito el dueño).
Se rebaja las tasas a las personas (pero de manera importante sólo a las del décimo decil).
Y se aumenta la recaudación pero en total los impuestos disminuyen (La recaudación aumenta de acuerdo a lo presupuestado antes de la reforma al evitar la elusión de acuerdo a lo previamente programado) sin embargo se mantiene el mecanismo del FUT.
La intención final de esta seudoreforma es que absorba y diluya todas las inquietudes y debates posibles acerca del tema tributario, o al menos eso es lo que más preocupa a los empresarios (Andrés Concha), sin que llegue a convertirse en un tema para las presidenciales.
http://www.elmostrador.cl/noticias/negocios/2012/05/18/el-temor-de-los-empresarios-a-que-el-debate-tributario-no-se-zanje-y-sea-tema-de-la-presidencial/
abechtold
Los impuestos verdes han sido siempre solo una buena justificación para recaudar mas; los mas conspicuos catedráticos nos han explicado lo bueno que son para disminuir la demanda por bienes, pero para eso la elasticidad del bien o servicio debería ser tremenda; un alza de un 10% en el costo debería redundar en un 10% o mas en la baja de utilización; pero realmente se aplican sobre bienes y servicios inelásticos, a los que solamente encareces, pero no disminuye su uso o consumo; ese es el ideal de los impuestos para un estado, pero si el impuesto disminuye el consumo, eso ataca el arca fiscal, que no es lo que desean.
Pero para ser «verde» de verdad, se necesitan otros elementos, que son los estimulos «a la vena» sobre alternativas «verdes» MAS CONVENIENTES. El resto es pura retórica.