Cuando un sentido, una sensación o actitud de unidad se ha dado en los movimientos sociales en Chile, ha tenido consecuancias brillantes. Así durante 2011 –año que comenzó con una movilización contra Hidroaysén y culminó con estudiantes y la sociedad toda colmando las Alamedas de Chile diciendo: «No al lucro». Cuatro años después, todas las propuestas de “reformas estructurales” de Bachelet 2.0 vienen de esos días. Sin embargo, como dice M. J. López, filósofa chilena seguidora de H. Arendt, estos acontecimientos son como “milagros” de la política moderna. Lo que no quita que empujemos para tener más milagros.
Hace 100 años el gran dirigente salitrero Luis Emilio Recabarren mostraba que cada vez que los trabajadores actuaban con este sentido de unidad, harto poco poder real quedaba a la que entonces se llamaba la oligarquía –representada hoy por las “13 familias”-.
Hablamos de un «sentido de unidad» y no de alguna unidad monolítica. Han pasado los tiempos cuando el mundo era susceptible de divisiones en blanco y negro, y solamente la unidad de una historia era equivalente a la salvación de la justicia. La regla de realidad de las cosas nos obliga hoy a actuar en una complicada “unidad en las diferencias”.
En el mundo ambiental chileno estamos dolidos por una diferencia sin unidad que se ha producido, a comienzos de este año 2015, dentro del movimiento ciudadano que está dándole duro para detener el proyecto hidroeléctrico Alto Maipo. Estas mismas semanas asistimos a dos manifestaciones populares paralelas contra ese proyecto. La primera con dos marchas hermosas que confluyeron el sábado 4 de julio sobre el pueblo de San José de Maipo, epicentro comunal de la resistencia a un proyecto tan peligroso y prepotente.
La otra, el próximo sábado 11 de julio, caminará las calles de la comuna de La Florida, como un modo de hacer presente a los santiaguinos que ahora, con este proyecto, por primera vez son las aguas de Santiago, las reservas de agua de la cordillera, las que están siendo manipuladas por las transnacionales y su fiebre descarrilada de lucro.
El año pasado 2104, los miembros de estas dos organizaciones hoy paralelas formaban una misma organización. Con ese espíritu lograron multitudinarias marchas por la Alameda de Santiago –visibilizando para el imaginario de los chilenos la imagen: “NO a Alto Maipo”-.
Este año 2015, lamentablemente, están la mitad del tiempo compitiendo entre ellas, la mitad del tiempo ocupadas en parar a AES Gener-Luksic en el Cajón del Maipo.
El paralelismo de las organizaciones ha hecho estragos en el mundo sindical. Los partidos, los ideologismos, las ambiciones personales, han creado e inventado organizaciones y fracciones de organizaciones, poniendo el deseo del poder por delante de la lucha de los trabajadores. Los empresarios, cuando no han tomado palco para gozar mirando cómo se autodestruyen sus adversarios, han hecho todo lo posible por fomentar organizaciones paralelas, con dirigentes a sueldo de sus oficinas de Relaciones Públicas.
En el mundo ambiental chileno estamos dolidos por una diferencia sin unidad que se ha producido, a comienzos de este año 2015, dentro del movimiento ciudadano que está dándole duro para detener el proyecto hidroeléctrico Alto Maipo. Estas mismas semanas asistimos a dos manifestaciones populares paralelas contra ese proyecto.
El paralelismo en las organizaciones sociales ambientales resulta igual de destructivo. Vale la pena poner como contraste la épica del pueblo de Caimanes, al sur de Illapel. Este pueblo, con este curioso y legendario nombre, nunca ha tenido más de 1600 habitantes y en cada casa vive el apellido de una familia que data de los tatarabuelos.
Caimanes lleva más de 10 años resistiendo el tamaño monstruoso de minera Pelambres y la fuerza que ya tod@s conocemos maneja Luksic –incluido al ex diputado por Illapel y ex ministro J. Insunza, pagado por la minera los últimos 15 años-. Nunca ha sido doblegado y su último triunfo es el fallo de la Corte Suprema que decreta la demolición del muro del tranque El Mauro. Pues bien, Caimanes lo ha hecho sin ideologismos, sin partidos políticos y sin ONGs. Uno puede ir a apoyarlos, y reciben contentos la ayuda; el sentido profundo de la lucha lo saben solamente ellos. Porque se trata de una tradición propia, se da como una prudencia instintiva hacia el que no es lugareño.
La causa de Caimanes es siempre transversal, es de tod@s. Y aún cuando a veces el pueblo se ha dividido, al final ha reencontrado el sentido comunitario que está en la tierra.
A nuestro alrededor la dinámica de divisiones del ambientalismo está “vivita y coleando”. ¿De dónde vendrá el sentimiento de unidad que queremos y tanto necesitamos?
Nacerá mejor de la tierra misma. De pensar con las aguas. La que Gabriela Mistral dice “se dan sin quebrarse”. “Naturaleza” es el nombre de las cosas que están mucho antes de abrir nosotros nuestros ojos. Fuerza vital que excede siempre los poderes, capacidades y humanas verdades.
Espíritu creemos que se llama lo que amanece por los cerros de Caimanes, entibiando los bosques del valle del río Pupío. Espíritu y no cálculo racional de estrategias más o estrategias menos se necesita para cuidar el Cajón del Maipo del asalto a billete armado.
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Mauricio Morán
Muy buena columna. El dinero destruye más nuestros suelos que los mismos fertilizantes. Los grandes proyectos deben ser revisados por la ciudadanía y aprobados de manera colegiada. Por otra parte, debe existir planificación de largo plazo con nuestros recursos naturales, y esto no es siquiera ambientalismo, sino que responde al sentido más humano del ser humano, el que viene detrás y para poder proteger esto no es suficiente una democracia más participativa, sino que una constitución a medida de todos los chilenos y chilenas.