Los últimos meses se han publicado numerosas entrevistas, opiniones y noticias sobre la extrema necesidad de continuar fomentando el llamado modelo forestal chileno. Todo ello ha sucedido en paralelo a diversos y dramáticos llamados del sector industrial, y también de algunos sectores políticos, a aprobar un proyecto de ley actualmente en discusión, y que permitiría continuar financiando por 20 años más la plantación de miles de hectáreas con, principalmente, especies exóticas de rápido crecimiento. El argumento, repetido hasta la saciedad, es la recuperación de suelos erosionados, creación de empleo, fuente de riqueza para el país, y diversas bondades que a decir verdad, no dejan de llamar la atención. ¿Por qué esa extrema necesidad de continuar transformando nuestros paisajes en un desierto verde, simplificado, silenciado y ausente? ¿Por qué crear un paisaje cuyo único objetivo, en el fondo, es el lucro y el enriquecimiento de unos pocos? ¿Por qué continuar ignorando la realidad, las oportunidades que nos entrega nuestro territorio, el conocimiento y aprendizaje adquirido luego de décadas atados a un modelo impuesto y que no tiene relación alguna con los intereses de nuestra nación?
En una reciente entrevista, el presidente de CORMA, Fernando Raga, hace hincapié en que las críticas a este modelo forestal chileno tan excepcional se deben básicamente a una “moda”. Semejante afirmación merece dos conclusiones. O el señor Raga miente o simplemente ignora numerosos “detalles”. Durante los últimos años diversos estudios han demostrado que: (1) el reemplazo de bosques nativos por plantaciones impacta en la calidad y cantidad de las aguas; (2) las comunas más pobres del país corresponden a las que concentran las plantaciones de especies exóticas; (3) la concentración de la propiedad y de la riqueza han fomentado la migración rural a las ciudades y la precarización del empleo (¿se sabe públicamente cuántos trabajadores de las empresas forestales corresponden a subcontratos, sin derecho a organizarse para exigir condiciones laborales más dignas? La respuesta nos sorprendería); y (4) las plantaciones generan profundos impactos en la conservación de poblaciones de especies de flora y fauna nativas, muchas de ellas endémicas, a través de la fragmentación, sustitución y aislamiento de los bosques nativos. Invitaría al señor Raga a recorrer la Cordillera de la Costa entre la VI y la IX Región, y en unos años más también la XIV y X Regiones si esto no cambia. Y lo invitaría a conversar con los vecinos de los barrios periféricos y marginales de Valdivia, Temuco, Concepción, Chillán y Talca. Es muy probable que se entere que esos hoy “marginales”, hace unos años eran campesinos forestales que migraron a la ciudad en búsqueda de mejores oportunidades, y cuya memoria yace bajo las raíces de pinos y eucaliptos.
Por todo lo anterior, por la realidad que tan porfiadamente tantos se esfuerzan por desconocer e incluso ocultar, necesitamos una política forestal para el país, para sus ciudadanos, para el bienestar común. ¿Y cómo lo logramos? Dándole una verdadera oportunidad a nuestros bosques nativos y a nuestra gente. Tenemos el conocimiento suficiente como para manejar sustentablemente nuestros bosques, recuperando la calidad maderera de miles de hectáreas, así como también restaurando ese millón y fracción de hectáreas que tan ansiosamente el sector industrial planea “rescatar” a través de monocultivos, los que dicho sea de paso serán irremediablemente intensa y totalmente talados, descuidando el suelo que supuestamente protegían y cada vez más empobrecido por varios años, esperando que las nuevas plantas vuelvan a crecer.
Si nuestros bosques nativos tuviesen el mismo decidido apoyo que tuvo el incentivo a las plantaciones, las cosas serían muy distintas. Un real subsidio al manejo forestal sustentable, a la producción de leña certificada que cumpla determinados estándares de calidad, y que permita restaurar esas miles de hectáreas que de otro modo se convertirían en plantaciones, permitiría además vivir dignamente a miles de familias campesinas que día a día luchan por subsistir. Con incentivos adecuados, que realmente obedezcan al trabajo invertido, y con un programa de asistencia forestal permanente, gratuito para los pequeños y medianos propietarios, y que integre horizontalmente los conocimientos, intereses y necesidades locales, los cambios no se dejarían esperar.
En 40 o 50 años habríamos recuperado miles de hectáreas de bosques degradados, transformando lo que se habría convertido en matorrales en bosques. En ese período tendríamos una oferta de madera nativa de calidades excepcionales que permitiría crear un mercado estable (¿A Ud. no le gustaría tener en su casa una mesa de raulí?).
¿Qué las plantaciones de especies exóticas son mucho más rentables que el bosque nativo? Claro, si sólo se consideran los limitados argumentos de siempre. En cualquier caso, no es una utopía romántica pensar que con bosques manejados sustentablemente por décadas el turismo podría transformarse en la «otra industria» (es cuestión de ver a Nueva Zelanda). Y ni hablar de las innumerables «externalidades» positivas que algo como ello significaría. Biodiversidad, suelo, agua, ruralidad, heterogeneidad cultural, del paisaje, bienestar. ¿Por qué no intentarlo? Que esta vez se piense en el bienestar de nuestra sociedad al momento de legislar, y no en perpetuar un modelo insostenible.
Si nuestros bosques nativos tuviesen el mismo decidido apoyo que tuvo el incentivo a las plantaciones, las cosas serían muy distintas. Un real subsidio al manejo forestal sustentable, a la producción de leña certificada que cumpla determinados estándares de calidad, y que permita restaurar esas miles de hectáreas que de otro modo se convertirían en plantaciones, permitiría además vivir dignamente a miles de familias campesinas que día a día luchan por subsistir.
* Entrada escrita por Carlos Zamorano Elgueta, estudiante programa de doctorado «Ecología. Conservación y restauración de ecosistemas», Universidad de Alcalá de Henares (España) y socio de la Agrupación de Ingenieros Forestales por el Bosque Nativo
Nota: si estás de acuerdo con rechazar la posible renovación de la actual regimen de explotación forestal, firma esta acción impulsada por la Misión Mapuche Jesuita.
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Foto: Wikimedia Commons
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