Actividades como la ganadería, pesca artesanal y el turismo de intereses especiales,que son la base de sustentación actual de la región, dependen de la sana convivencia con la naturaleza. Todo aquello que lo interfiera y lo destruya no puede ser bienvenido si queremos avanzar hacia un presente futuro que está a la vuelta dela esquina.
En Aysén la naturaleza es parte esencial de su desarrollo y de su sobrevivencia. A veces no nos damos cuenta de lo que tenemos y de su verdadera significancia, porque nos relacionamos constantemente con ella en casi todas las actividades de base en las cuales nos desarrollamos y nos proyectamos. Es parte tan fundamental de la vida regional, que muchas veces no le damos el valor que se debería, es tan inherente a nuestro hábitat natural, que solo nos damos cuenta de su relevancia cuando nos sentimos invadidos por intereses que no respetan ese fundamento. Es una regla que todo lo que es muy accesible termina por no ser considerado como un valor en sí mismo. Pero cuando se tiene la suerte de vivir en el territorio y salir a otras regiones, para que nos demos cuenta de lo que tenemos y de la importancia que se hace preservarlo.
De acuerdo con la realidad del mundo de hoy con tanto des-respeto en materias ambientales, cuidarlo se hace cada día más gravitante y decidor para las comunidades, si es que realmente queremos salir airosos en nuestra lucha por un desarrollo consecuente y sustentable para todos y no solo para algunos, como está ocurriendo hoy en día. La ecología aclara estos conceptos y si la estudiamos con atención, nos daremos cuenta de que en Aysén la ecología es sin duda algo social y muy cultural, que involucra algo más que simplemente defender bosques y ríos, como muchos suelen creer. Es una forma y un planteamiento de vida, que solo se logra con ética, moral, respeto y buenas costumbres en todas las facetas del desarrollo social, lo que nos ha permitido en Aysén ser lo que somos y lo que representamos. La proposición que nos entrega la ecología social nos lleva al entendimiento de que debemos buscar por sobre todas las cosas, es un manejo humanista del medio ambiente y obtener así una relación sana de las comunidades con el medio en el cual están insertadas.
Los ecólogos sociales – y esto se aplica perfectamente en Aysén – asumen que la defensa de la naturaleza es un medio y no un fin para lograr la proyección tan anhelada y no tiene que ver con lo que se conoce como la ecología de profundad, que, como planteamiento, hace prevalecer la naturaleza por sobre el ser humano. La ecología social en Aysén es todo lo contrario: hacer que la naturaleza se relacione adecuadamente con los asentamientos humanos. Si está bien planteada se puede auto regular normalmente y solo debemos preocuparnos cuando la intervención es destructiva para la vida humana y la flora y fauna del lugar. No hay dos palabras en este sentido: el ser humano necesita de un medio ambiente limpio y controlado en positivo para subsistir y sobre todo para proyectarse. Cuando se interrumpe el proceso natural de la relación entre el hombre y la naturaleza, las alarmas deben ser escuchadas y se debe actuar para solucionarlo. La ecología social parte con el inexorable fundamento de que los descalabros ecológico son esencialmente producidos por desajustes sociales y por la pérdida de la perspectiva social, entendiéndolo como bien infinito, cuando en verdad son finitos.
Cuando convivimos en comunidades rurales –y de eso en Aysén tenemos mucha experiencia – nos enfrentamos a una serie de problemas cotidianos en la relación con el medioambiente que se solucionan pensando en el bien general, pero esto se complica enormemente cuando se introducen planteamientos e ideologías que modifican las actitudes y merman nuestras capacidades de valoración de lo que tenemos, depreciando la realidad en la cual nos desenvolvemos, haciéndonos aceptar teorías y fundamentos que no nos representan y que además pretenden utilizarnos para usufructuar de lo que tenemos.
En Aysén, la ecología se funde integralmente con lo social y lo cultural, son un solo planteamiento dividido en tres y eso no es un secreto para nadie que haya vivido en la región. Dependemos en casi todos los aspectos de cómo nos relacionamos con el medio ambiente, de acuerdo con su calidad. Por eso luchamos por su cuidado ante la posible intervención de las transnacionales. El medio ambiente es el plus comparativo de Aysén, la denominación de origen que marca la diferencia en todo aspecto del resto de Chile y lo posiciona a nivel mundial, representado lo que somos como un bien único y de gran valor que debe cuidarse, que a veces por tenerlo tan a la mano no se sabe valorar como corresponde y como dicen por ahí, los mismos arboles no nos dejan ver el bosque.
Actividades como la ganadería, pesca artesanal y el turismo de intereses especiales,que son la base de sustentación actual de la región, dependen de la sana convivencia con la naturaleza. Todo aquello que lo interfiera y lo destruya no puede ser bienvenido si queremos avanzar hacia un presente futuro que está a la vuelta dela esquina.
La lucha por salvar los ríos de Aysén es mucho más que no permitir la llegada de las transnacionales, como se suele cree desde fuera de la región. Salvar los ríos de Aysén es entender la valoración de un bien que no es durable, que se plantea en beneficio de sus habitantes en total armonía. Si se concretara finalmente la pretendida intervención, se transformaría la región en una aberración irreconocible. Perdería, así su fundamento social y cultural y con ello Chile perdería la gran oportunidad que representa Aysén de hacer las cosas bien y permitir un nuevo punto de partida.
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