El día lunes 29 de octubre de 2012, por la noche, iniciaremos la caminata hacia el tribunal de Ovalle. Seremos muchos en sus puertas con la esperanza de que la sensatez resulte más chilena que la estupidez.
El día martes 30 de octubre, por la mañana, se inicia un juicio en la ciudad de Ovalle donde, nuevamente, está involucrada la minera Pelambres. Siempre lo mismo: cómo ir venciendo las resistencias de las comunidades a sus propósitos de usar todo el territorio que les parezca para ganar más y siempre más.
A este juicio llegarán los vecinos del pueblo de Caimanes y también el señor Luksic a responder de sus actos. Miles de millones de pesos regarán las calles de Ovalle, en lugar de los miles de litros de las aguas frescas que corrían por las quebradas y bajando los cerros.
Un olor a substancias químicas dudosas traerán los vientos arremolinados encima de los territorios del norte chico chileno. Metales pesados, esos que se te pegan a los huesos y se van comiendo el alma de los niños mientras crecen, derramarán las cordilleras a preguntar en Ovalle dónde está la buena vida.
¿Quién responderá? ¿Los que aman el dinero o los que aman la vida?
Falso dilema, responderá alguno en el estrado: el dinero es el desarrollo, y el desarrollo es la única manera de ser felices, es el único sentido de la vida en este siglo. Entonces, si por ganar más y más es necesario envenenar más y más, peor para este mundo. Tal vez el mismo Dios lo quiere así.
El último dato “duro” acerca del agua en el pueblo de Caimanes viene en el informe de la PDI: agua mala, agua contaminada, agua con los efectos del tranque de relaves mineros de Mauro –a escasos kilómetros de Caimanes.
Bueno, pero, de eso se trata: hay que envenenar para ganar plata y para pasarlo bien. Nadie hace tortilla sin quebrar huevos. Tampoco si esos huevos son personas y comunidades que hay que hacer desaparecer del mapa.
Eso de hacer desaparecer comunidades enteras ya fue aprendido por los totalitarismos nazi y estalinista: cuando la gente es superflua, elimínela. Chile está aprendiendo.
Tenemos que ser desarrollados. De otro modo, parece que no merecemos siquiera el nombre de chilenos. Entonces, si hay que envenenar la mitad de Chile para que la otra mitad sea rica, nos compremos todos los años el auto del año, y bebamos agua importada (quizás de dónde porque el agua potable se está acabando por todas partes), ¡qué más da!
Falsos rumores; malas lenguas: ¿quién dijo que la contaminación llegará, tarde o temprano a Los Vilos, bajando por el valle del Pupío cuando arrase con Caimanes? Igual: ¿quién dijo que la gente del pueblo de La Greda en la bahía de Quintero está por todos lados enfermándose de cáncer?
¡Viva Chilito! ¡Echémosle pa‘ delante! Seamos ricos. Eso es lo único que hoy importa. Aunque mañana no quede Chilito–igual como mañana todo el valle del Pupío –de la cordillera al mar- puede quedar cubierto por la basura de la mina.
Entonces nos iremos de vacaciones a Cancún. De roto ir de vacaciones dentro de un país hediondo, con las playas hediondas, con el cielo hediondo, con los atardeceres hediondos. Ser ricos para ir a cualquier parte menos a… esa es nuestra felicidad.
El día lunes 29 de octubre de 2012, por la noche, comenzará el camino hacia el tribunal de Ovalle. Seremos muchos en sus puertas con la esperanza de que la sensatez resulte más chilena que la estupidez.
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Foto: Fernando Mandujano / Licencia CC
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