¿Podemos pues, en Caleu, simplemente optar entre el agua para riego, en vez del agua para mantener viva la vegetación y fauna que la anima? ¿Es ese cálculo siquiera posible? ¿Qué hacemos si se genera un proceso irreversible? En estos tiempos, pareciera que uno termina por preguntarse si estos “avances” del desarrollo son tales, o solo responden a una mentalidad de poder y cálculo en la cultura moderna.
En el sector de los bellos altos de Caleu, en la comuna de Til Til, acaba de ser entregado un tranque ubicado en la parte más baja del caserío de Lo Marín, y destinado a servir con aguas de riego el sector de Espinalillo.
Este tranque suscita, una vez más, la cuestión de la intervención con proporcionalmente grandes obras humanas en un entorno de naturaleza vulnerable, amenazado.
El nuevo tranque implica aguas de riego para la comunidad de Espinalillo. Pero implica sacar del estero casi toda el agua que, naturalmente, riega la quebrada, prácticamente todo el año –aun en años de sequía.
De modo que el asunto pareciera resumirse en saber si los beneficios agrícolas del tranque justifican aumentar el grado de amenaza sobre toda la quebrada –y desde mucho más arriba del tranque, pues la tubería que lo alimenta comienza su buen par de kilómetros más allá.
De un lado, beneficios para pequeños agricultores –un apoyo al desarrollo económico local. Del otro, aumentar las condiciones de sequedad general de la quebrada y de su bosque nativo esclerófilo. Esta combinación de la quebrada y el bosque componen una belleza del paisaje que no solamente puede atraer turistas los fines de semana, sino que constituye la única base sólida sobre la que se asienta el modo de vida de la gente de Caleu.
Saque usted la naturaleza y se deshacen las comunidades de esta rinconada de cerros.
La libertad humana consiste en una capacidad de crear y plantearse opciones, y entonces decidir entre ellas. Se podría decir que el tranque refleja un tipo de decisión y cálculo como este: favorecemos un agua de riego que debería implicar mejorías agrícolas (no está probado que así sea, ni se sabe qué fiscalización de ello habrá), a cambio del aumento en el riesgo de destrucción de la quebrada y el bosque nativo (riesgo posible).
Cabe preguntarse si una decisión entre tales alternativas es más compleja de lo que parece. A modo de comparación, ¿se podría plantear hoy públicamente en Santiago la opción de aumentar todavía más de lo que está la contaminación del aire, a cambio de nuevos desarrollos industriales, inmobiliarios (o de aumento del parque automotriz)?
De hecho, eso está ocurriendo: aumenta la cantidad de industrias y vehículos contaminantes, se destruyen los espacios verdes alrededor de la metrópolis. Pero se hace solapada o indirectamente. Nadie lo plantea como una decisión abierta porque todos saben los riesgos que implica y el rechazo que produce.
Y es que, así como el aire de Santiago –o el aire, la tierra y el mar, en la bahía de Quintero; o, nuevamente, el aire y el agua en Huasco-, exhiben estados cercanos al límite en la capacidad humana de soportar la contaminación.
¿Podemos pues, en Caleu, simplemente optar entre el agua para riego, en vez del agua para mantener viva la vegetación y fauna que la anima? ¿Es ese cálculo siquiera posible? ¿Qué hacemos si se genera un proceso irreversible?
Consideremos, además, que el agua del tranque, aun con un año relativamente bueno en lluvias como 2012, no durará más allá de mediados de enero, y que su utilidad solo la obtiene una parte de las familias de Espinalillo.
Alrededor, el cauce seco al fondo de la quebrada, única fuente de humedad para el bosque que la cubre bajando desde las alturas de El Roble. Y para los cientos de especies de fauna, roedores, aves, herbívoros, zorros, que pueblan este bosque como único hábitat posible.
Es decir, un poco menos de agua en la quebrada por un poco más de agua en el tranque, y se rompe el delicado balance de humedad general. De pronto un año no habrá más Caleu, sino cerros pelados, donde el temido desierto da otro paso al sur.
El tranque Lo Marín tiene otro punto complicado: fue construido ocupando el fondo de la misma quebrada del estero, en un sector estrecho que ayudaba la junta de aguas. Pero esa estrechez hace que el estero pase ahora exactamente a los pies de la pared del tranque, y lo enfrente desde arriba en una curva. Si algún invierno –puede que nunca suceda- llueve mucho muy intensamente unas pocas horas, la rápida subida del estero va a ocupar enteramente el angosto espacio que le dejó el tranque. No hay que ser ingeniero para estimar que esa subida delas aguas puede horadar en un par de horas la pared del tranque –y hasta podría terminar por arrastrar la obra completa, dando paso a un aluvión quebrada abajo-.
En estos tiempos, pareciera que uno termina por preguntarse si estos “avances” del desarrollo son tales, o solo responden a una mentalidad de poder y cálculo en la cultura moderna. Que somos más poderosos que la misma naturaleza; que somos los propietarios de la vida.
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