En la mitología griega Casandra fue una de las princesas de Troya, hija de Príamo y Hécuba. Es descrita como una mujer asombrosamente hermosa, algo que cautivó al dios Apolo, hijo de Zeus, quien buscó por todos los medios seducir a la princesa. Apolo le ofreció el don de profecía, algo que Casandra aceptó, sin embargo, luego de obtener el regalo se negó a mantener relaciones sexuales con Apolo. Quien se enoja al sentirse traicionado y despreciado y la maldice. A partir de ese día las profecías de Casandra siempre se cumplirían, pero nadie las creería. Y nadie le creyó cuando predijo las desgracias que le ocurrirían a Troya por culpa de la llegada de Paris, el hermano perdido. Tampoco le hicieron caso cuando Paris llegó con Helena. Ni menos cuando predice que el caballo de madera, puesto en las puertas de Troya, traía en su interior guerreros enemigos.
En la actualidad, se considera el síndrome de Casandra a aquellas alarmas reales que no son aceptadas ni creídas.La industria petrolera actuó a modo del dios Apolo y maldijo al igual que a Casandra a científicos e investigadores ambientalistas, ellos tendrán la capacidad de predecir el futuro, pero nadie les va a creer
Un buen ejemplo del síndrome de Casandra es el caso de Sir Winston Churchill, quien, antes de comenzada la II Guerra Mundial (1939 a 1945), advirtió repetidas veces del peligro que significaba el ascenso de Hitler y el nazismo, pero, nadie le creyó.
Hoy podemos afirmar que los maldecidos son los científicos y ambientalistas que entregan informe tras informe con los resultados de sus investigaciones sobre el impacto del cambio climático para el planeta. Claro que aquí no fue el dios Apolo quien realiza la maldición, si no que el dios de los comerciantes, Mercurio.
Para ser honestos se debe agregar otro factor y es que desde mediados del siglo XX tenemos la dura y agresiva campaña de parte de la industria petrolera para minimizar el impacto de los combustibles fósiles en la atmósfera.
Durante la segunda mitad de los años 50 del siglo pasado Exxon e Imperial Oil, importantes empresas petroleras, contrataban científicos e ingenieros para investigar de cómo se relacionan la quema de combustibles fósiles con el calentamiento global y así entender los cambios en la atmósfera y cómo afectarían la industria petrolera.
El Dr. Martin Hoffert, físico y consultor de Exxon de la época, explica que predijeron en 1980 que para el 2020 el calentamiento atmosférico sería de alrededor de 1ºC. Es decir, hace más de 40 años los investigadores contratados por la industria del petróleo anticiparon el aumento en la temperatura global con gran exactitud.
En su momento, la industria del petróleo vio esto como una oportunidad de negocio, ya que al derretirse el hielo del polo norte les facilitaría y reduciría los costos de explotación de los yacimientos que se encontrarían bajo el hielo.
Anticipando lo que se venía, altos ejecutivos de Exxon tomaron la decisión de crear y financiar campañas para desinformar y en 1989 crean la Coalición para el clima global, que cuestionaba y sembraba la duda con el cambio climático. Al mismo tiempo ejercen un fuerte lobby, logrando que EE. UU. no firmara el Protocolo de Kyoto (1998), creado para controlar las emisiones de gases de efecto invernadero. El actuar de Exxon es igual al realizado por las empresas tabacaleras, que años antes, negaban la relación entre el hábito de fumar y el Cáncer.
Podríamos decir que la industria petrolera actuó a modo del dios Apolo y maldijo al igual que a Casandra a científicos e investigadores ambientalistas, ellos tendrán la capacidad de predecir el futuro, pero nadie les va a creer.
Así que, cuando nos afecte una sequía prolongada o una grave inundación o veamos cómo sube el nivel del mar o lleguen cada vez más migrantes climáticos, nos deberíamos preguntar si alguien anticipó lo que está ocurriendo, entonces tendremos que recordar que fue Casandra.
Mientras los países que van a las distintas COP sean representados por presidentes, políticos y ministros, seguiremos teniendo los mismos pobres avances y con acuerdos que terminan solo en buenas intenciones. Para tener acuerdos reales y con posibilidades de éxito, hay que lograr que asistan los grandes empresarios e inversionistas, por ejemplo, Larry Fink quien es fundador, CEO y presidente de BlackRock, una de las administradoras de activos más grandes y poderosa del mundo. Ella mueve un capital superior a la suma de los PIB de Estados Unidos, Inglaterra y Alemania juntos. Gracias a su enorme poder económico, le otorgan a personas como Larry Fink, influir con sus opiniones y decisiones, a través del FMI y del BM, en las políticas económicas de los países, interviniendo directa e indirectamente en nuestras jubilaciones, en la creación de empleo y calidad de vida a nivel global. Con personas como él es posible que se invierta menos en petróleo y carbón y más en fuentes de energía renovables.
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