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El agua y el sacrificio

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Hubo un tiempo en que el planeta y el agua eran parte de un ciclo estacional: lluvioso-seco. Sin embargo, actualmente la estructura y del clima está cambiando. No existen barreras claras entre alimentos y fenómenos de una estación u otra. Nuestra intervención, la del Homo Sapiens sobre el globo, ha tenido y seguirá teniendo efectos sobre el agua, el territorio y el clima que se manifiesta sobre las comunidades. Tanto la escasez de agua, el deterioro del suelo y la proliferación de zonas de sacrificio son muestra de esto.

Hace pocas horas la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en su sesión abierta 2019 ha escuchado la audiencia pública sobre Chile y los derechos a la Salud y Medioambiente. En esta audiencia se ha dado lugar a escuchar a la Sociedad Civil, a los representantes del Estado y a los Miembros de la Comisión encabezada por su Presidenta Esperanza Troiti y acompañada del relator especial para Chile, Luis Ernesto Vargas, entre otros personeros.

En la audiencia se construyó con fuerza el argumento respecto de la existencia de 5 zonas de sacrificio en nuestro país. Una zona de sacrificio es un término acuñado para indicar aquellos lugares donde existen industrias contaminantes, de alto impacto, ya sea en volumen o histórico, afectando a los territorios y comunidades pobres o vulnerables.

Este impacto y afectación se ajustaría a lo establecido por los parámetros de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y que ha podido verificar en terreno el INDH (Instituto Nacional de Derechos Humanos), y; ha consolidado la misma CIDH. Una zona de sacrificio involucra un daño a la salud y medio ambiente, provocado por tres elementos principales: el menoscabo a la salud y medio ambiente a causa de la contaminación preferentemente industrial en la zona; una normativa deficiente tanto en el control y supervisión estatal como en la estimación de mínimos tolerables respecto del daño a la salud y medioambiente, y; una permisión y laxitud por parte del Estado para la operación de la industria en el área específica.

Dos de estas zonas de sacrificio se encuentran en la Región de Antofagasta, específicamente se trata de Mejillones y Tocopilla. Ambos territorios generan indefensión y menoscabo de la salud y medio ambiente de las personas que los habitan, junto a ello se puede verificar una violación de los derechos humanos de las mismas personas y un empobrecimiento y vulnerabilidad de las familias por el solo hecho de vivir en estos territorios.

Esta es la realidad de las personas que viven en Ventanas, Coronel, Huasco, Tocopilla y Mejillones, entre otras localidades. Junto con ser territorios costeros, saturados de plantas termoeléctricas a carbón y, en algunos casos, de fundiciones de cobre, las comunidades de las zonas de sacrificio conviven con la emanación de gases tóxicos y metales pesados, con una carga de contaminación mayor a la de otros territorios de la costa de Chile.

Esta situación es la denunciada por los representantes de la sociedad civil en la Audiencia Pública de la CIDH 2019: «Nuestras autoridades cerraron las escuelas y no las industrias» señaló Katta Alonso representante de las Mujeres en Zona de Sacrificio en Resistencia en su presentación ante la Comisión Interamericana de Derechos Humano.

A pesar de acoger los esfuerzos indicados por los representantes del estado de Chile en cuanto a la mitigación que realiza Chile en asociación con las empresas privadas, sobre todo en el ámbito de la educación medioambiental en primera infancia. la Comisión fue enfática en señalar que el desafío es diferente. Ha sido el relator para Chile Relator Luis Ernesto Vargas quien ha sostenido que “es complejo ver cómo se enfrenta el desarrollo de la nación y cuidado ambiental”. Agregando que “interpondrá oficios para que se atienda recomendaciones de Naciones Unidas en temas de la salud y medioambiente, dado que el desafío está en la protección y reparación del daño a la salud y medioambiente en el país” y con énfasis en las 5 zonas de sacrificio en comento.

El conflicto por el agua es un sacrificio global que viven las comunidades de nuestro país. Sin el acceso y dominio de este elemento por la comunidad, el Estado es indefenso ante las emergencias como la que se encuentra ocurriendo en el norte de Chile

La Presidenta de la CIDH Esmeralda Troiti es enfática al resumir que “hay que buscar la obligatoriedad de protección de derechos en estas zonas”.

Es conocido por la mayoría que la legislación ambiental en Chile no cumple con estándares internacionales. Se trata de cuerpos normativos dispersos y que no siguen una columna vertebral en la Ley de Bases del Medio Ambiente. Seguido, además de los diversos problemas y conflictos con el tratamiento de las temáticas de recursos naturales como el agua, que en nuestro país constituye un bien de mercado y no pertenece su aprovechamiento y distribución a la comunidad sino a privados Lo que deriva en el mal uso por parte de Empresas Agrícolas, ganaderas, mineras e Industriales.

El conflicto por el agua es un sacrificio global que viven las comunidades de nuestro país. Sin el acceso y dominio de este elemento por la comunidad, el Estado es indefenso ante las emergencias como la que se encuentra ocurriendo en el norte de Chile, a pasos de Mejillones y Tocopilla donde desembocan algunas de las aguas desprotegidas, contaminadas y agotadas del largo Río Loa, el que con furia se tomó el lugar que el mercado quiso arrebatarle. El daño provocado es nuestra culpa, responsabilidad y desafío.

Los habitantes de las zonas diezmadas por las emergencias de fuego y agua en nuestro país se suman a las comunidades de las zonas de sacrificio que ven empobrecida su calidad de vida y vulnerados sus derechos a la salud, medioambiente, trabajo, entre otros.

Hoy hemos podido comprobar que la intervención humana ha podido derribar casi todas las fronteras naturales y físicas que le rodean; ha modificado su ecosistema; ha aniquilado y creado nuevas especies vegetales y animales y, sobre todo, ha adaptado el ambiente para su propia preservación y sustento, o al menos a eso aspira. Sin embargo, el agua sigue estando allí, presente y no. Dificultando y permitiendo nuestra existencia. Esa misma actitud del agua con nosotros es la que nosotros tenemos hacia ella. La reconocemos como el líquido vital, pero no dudamos ni un minuto al contaminarla, torcer sus cauces y aprovecharnos para usarla como moneda de cambio.

El agua es hoy, más que nunca un desafío, la última frontera por descubrir, adaptarse a ella o dominarla, como ha querido desde siempre el ser humano. El problema nace y lo hemos sufrido con creces cuando mantenemos nuestros territorios en condiciones de abandono, pobreza y contaminación, como ocurre en las zonas de sacrificio en Chile. Tanto en el mar como en la tierra, generamos sufrimiento que empobrece, daña y vulnera los derechos humanos de las personas, degrada los suelos, seca o inunda territorios arriesgando a la próxima generación de humanos y seres vivos en nuestro país.

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