Lo que ocurre en la central nuclear de Fukushima no es ninguna sorpresa. Todo aquel que se interese en el tema, sabe que después de un terremoto de esa magnitud puede ocurrir una fusión, dando origen a una catástrofe con consecuencias fatales para los seres humanos y el medio ambiente. Otra cosa es que por intereses económicos no lo quieran aceptar.
Fusión nuclear, en sencillo, es el derretimiento, la licuación del núcleo del reactor que por medio de explosiones puede dañar el contenedor de seguridad y liberar a la atmosfera gases y partículas altamente radiactivas.
Si eso llega a ocurrir, el panorama se pone negro, muy negro.
Tan sombrío que ya comienzan a operar factores sobre los que no tenemos ningún control. Por ejemplo, el viento. Los japoneses rezan para que el viento sople desde la tierra hacia el mar. Que no gire en dirección a Tokio, la capital de 30 millones de habitantes. Pero eso es sólo una esperanza. Las agencias meteorológicas niponas indican que el viento que va al mar es débil en estos días; mientras que es fuerte hacia el sur y el oeste. O sea, la posibilidad de que la contaminación radiactiva alcance las grandes ciudades es inmensa.
Tampoco está claro si la crisis ha llegado a su apogeo.
Siguen las fuertes réplicas, que no podemos predecir. Con una infraestructura nuclear ya golpeada y debilitada, un nuevo sismo puede significar la fina diferencia entre la vida y la muerte.
Y no estamos hablando de un sólo reactor, sino de tres que están hirviendo en Fukushima. A eso se agrega la reciente declaración de emergencia por la alta radioactividad en la central de Onagawa. La información la entrega la Tokyo Electric Power Company, caracterizada por sus falsedades y culpable de muchos accidentes nucleares en Asia, los que nunca llegan a los oídos de los comunes mortales.
Todo ha salido mal en Japón en los últimos días. Primero un terremoto de 8.9 grados Richter, más de lo que el diseño de la central puede resistir, aunque Jorge Schaulson*, diga lo contrario.
El terremoto hace colapsar el sistema de refrigeración de los reactores al no contarse con electricidad. Entran a operar las bombas refrigerantes alimentadas con diesel, las que sólo sirven hasta que el tsunami las inunda y destruye, cuarenta y cinco minutos después del terremoto.
La esperanza que queda es utilizar un tercer sistema de refrigeración, alimentado por baterías y secundado con maniobras de evaporación, pero que se demuestra insuficiente para enfriar los reactores.
El núcleo del reactor está tan caliente, más de 2000 grados centígrados, que separa el hidrógeno del agua. El oxigeno libre forma una mezcla explosiva que con una chispa provoca la explosión, vista en todo el mundo, que destruye el edificio y deja escapar el gas.
Hasta ahora dicen que los contenedores de seguridad no están dañados y que la fusión del núcleo tiene lugar en su interior. Ojala sea así. Los próximos días serán una carrera contra el tiempo, ya que hay que enfriar los reactores para evitar una catástrofe mayor. Para ello anunciaron el uso de agua de mar, lo que fuera de parecer una solución "a la chilena“, es puesta en duda en su eficacia, por muchos expertos. Y que significa además la inutilización para siempre de los reactores, cuyo valor es de miles de millones de dólares.
Me gustaría que dijeran algo los políticos como Eduardo Frei*, Sergio Bitar* y Ricardo Núñez*, defensores acérrimos de la opción nuclear. O el biministro Golborne*. O los irresolutos perennes, como Ricardo Lagos*, que por años están con la cantinela de “que no hay que rechazar ninguna opción”, de que “quizás sí o tal vez no”, de “que podría ser”.
Les ofrezco la palabra.
* Políticos chilenos de diferentes pelajes con el común denominador de ser pro energía nuclear.
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Foto: Boston.com
Comentarios
15 de marzo
Es un tema muy técnico que requiere de mucho rigor para opinar sin desinformar. Le recomiendo leer: http://mauriciobertero.espacioblog.com/post/2011/03/14/por-no-me-preocupan-reactores-nucleares-japoneses
Es una traducción de un post de un investigador del MIT. No digo que sea la verdad absoluta, pero vale la pena el nivel de detalle.
Por otro lado, sin ser defensor de la energía atómica que a todos nos pone nerviosos, cuál será el futuro energético de nuestros nietos? Las ERNC son muy útiles, pero su uso es muy caro. Se requeriría de un cambio de conciencia gloal, que no creo que pase muy luego, para que todos los países e industrias se cambiaran. Aún así, no creo que den para todos los requerimientos de 7000 millones de seres humanos. Slds. Guillermo Muñoz Herrera
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15 de marzo
Si bien entiendo el espíritu de la columna, creo que se confunden definiciones importantes al decir «Fusión nuclear, en sencillo, es el derretimiento, la licuación del núcleo del reactor que por medio de explosiones puede dañar el contenedor de seguridad y liberar a la atmosfera gases y partículas altamente radiactivas.»
El autor mezcla dos conceptos por error.
Fusión nuclear es la reacción radioquímica en la cuál una particula nuclear es incorporada al nucleo de un átomo más grande, haciéndolo más pesado y potencialmente radiactivo e inestable.
Fusión como proceso de cambio de estado es el paso de estado sólido a líquido de una substancia. En este caso, el autor confunde los dos términos provocando una falla que inmediatamente descalifica el argumento frente a quienes sepan del tema.
A partir de la información que se puede obtener desde los medios respecto a este reactor, el problema de fusión descrito en esta crisis tiene que ver con que los contenedores de la reacción nuclear no han podido ser enfriados una vez que los sistemas de seguridad actuaron para detenerla (eso si está bien descrito en esta columna). Esos sistemas de seguridad actúan mediante la instalación de barras de un metal en particular que detienen los procesos de fisión nucleares en el reactor, provocando una liberación importante de calor, que es la que no ha podido ser controlada, y por lo tanto la que provoca las reacciones química de separación de agua en hidrógeno y oxígeno, y por añadidura las explosiones que tanto se temen. Pero ojo, que las explosiones no están ocurriendo en el reactor, sino en los edificios aledaños.
Está bien la alarma, pero hay que ser cuidadoso con cómo se plantea creíble.
Saludos.
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16 de marzo
A Guillermo Muñoz le recomiendo leer: Centrales nucleares: Quién apaga la luz.
Ese artículo fue publicado en junio de 2010 por Qué Pasa, por Beltrán Mena, profesor asociado Facultad de Medicina UC.
Entre otras cosas dice:
«Después de un terremoto cualquiera sabe lo que hay que hacer: enterrar a los muertos y reconstruir la infraestructura. Pero frente a un desastre nuclear nadie tiene idea. Los muertos son el problema menor: lo grave son los sobrevivientes, incluso los que no han nacido».
«Poco después de que se anunciara con orgullo que Chile comenzaba a producir yodo radiactivo en cápsulas (lo que nos ubica «a nivel internacional»), nos enteramos de que se perdieron 8 envases del elemento. Un vocero tranquilizó al público afirmando que no estaban seguros de si, efectivamente, faltaban 8 frascos o si alguien rellenó mal el formulario»
«Hace meses que no oímos a los lobbistas de la energía nuclear: seguramente no les parece prudente hablar de centrales a un país en escombros. Pero el terremoto irá quedando atrás y entonces será el momento de tener muy presente el argumento de la inmadurez burocrática».
Y concluye: Creo en la ciencia, en la tecnología y en el desarrollo económico, pero no creo en nuestra madurez burocrática y no podemos hacer outsourcing de ella. Primero educación, primero una carrera de servicio público atractiva, primero un Estado técnicamente competente. Luego hablemos de juguetes de niño grande.
http://www.quepasa.cl/articulo/3_3618_9.html
Saludos
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