Durante las últimas semanas se ha discutido bastante los severos efectos e impactos que produce el desarrollo minero en el medio ambiente y en las comunidades locales. En este sentido, incorporar, de manera activa y vinculante, las visiones ciudadanas en una estrategia de mediano y largo plazo para el sector sigue siendo un desafío y un tema pendiente, que los gobiernos no han siquiera comenzado a abordar. Sin embargo, en el territorio cada día son menos claros los beneficios de la mega minería, que sigue perjudicando el desarrollo local y fomentando una potencial crisis de gobernanza del sector debido a alta conflictividad que conlleva la actividad.
Pese a que Chile es un país esencialmente “minero” y que actualmente posee las mayores reservas de cobre del mundo –por ende, es uno de los mayores productores del mineral–, aún no se ha desplegado una discusión en la cual la ciudadanía en su conjunto determine qué tipo de desarrollo se espera para el sector y de qué forma éste beneficiaría a las comunidades y al desarrollo sustentable del país. En efecto, y dado las condiciones neoliberales del modelo económico chileno, existe un desarrollo minero profundamente extractivista que está minando gran parte de nuestro patrimonio natural, social y cultural, ya que el tener un Estado subsidiario facilita eludir las discusiones de fondo.
Es de vital importancia plantearse un escenario de extracción a escala humana y natural, ya que éste permitiría que las comunidades generen un desarrollo minero local que no afecte ni transforme de manera nociva su entorno.
Dado lo anterior, resulta necesario cuestionarse si la extracción minera nacional está resolviendo las necesidades locales de los territorios en donde se emplaza la actividad; o por el contrario, si su desarrollo está destruyendo los ecosistemas locales, socavando sus recursos naturales, contaminando su entorno, generando problemáticas sociales, en fin, empobreciendo las fuentes de bienestar de las personas. Por ello, el cuestionamiento al modelo minero debe ser aún mayor, considerando, como una necesidad innegable, una transformación del modelo minero que apunte hacia la sustentabilidad y la equidad intergeneracional.
Actualmente, la estatal Codelco –principal firma productora de cobre en el mundo– es una de las empresas que ha destruido la mayor cantidad de glaciares en el mundo, hecho que ha producido un gran debate a nivel nacional, ya que el desarrollo cuprífero está mermando las principales reservas de agua que se dispone, por ende está poniendo en jaque el derecho al agua y a la vida de las comunidades que se localizan en la regiones de gran parte del norte y centro del país. Un ejemplo claro de esto, es el proyecto Expansión Andina 244, perteneciente a Codelco, y el proyecto Pascua Lama que se encuentra a cargo de la minera Barrick Gold, ambas iniciativas han producido una alta conflictividad con las comunidades pertenecientes al Aconcagua y Valle del Huasco y, debido a los potenciales impactos que se generarán en sus localidades y a la destrucción de su principal reserva de agua dulce: los glaciares de la alta cordillera.
El desarrollo de éstos y otros proyectos mineros que afectan de manera sustantiva nuestro patrimonio natural, devela la débil institucionalidad que el país posee y la incapacidad que ésta presenta al momento de proteger y resguardar verdaderamente los ecosistemas y los derechos soberanos de las comunidades. Además, deja entre ver que las decisiones políticas que han presentando los últimos gobiernos en la materia, se toman a nivel central, transgrediendo toda posibilidad de que las regiones determinen su desarrollo y, más aún, que estás participen de manera efectiva y vinculante de los procesos de evaluación ambiental y seguimiento de los proyectos. Hecho que establece que la única vía de expresión de la ciudadanía sean los procesos judiciales.
En términos generales, es necesario fortalecer a los gobiernos locales y los procesos de participación ciudadana (al igual que los de consulta indígena), considerando que éstos presenten una intervención efectiva en la toma de decisiones del sector. De igual forma, es de vital importancia plantearse un escenario de extracción a escala humana y natural, ya que éste permitiría que las comunidades generen un desarrollo minero local que no afecte ni transforme de manera nociva su entorno. Asimismo, resulta crucial que la minería genere encadenamiento productivo y que además fomente desarrollo de las actividades económicas locales, ya que así y sólo así el país se puede plantear en un escenario post-extractivista, que fundamente su lógica de desarrollo en los pilares que establece la sustentabilidad.
Por Telye Yurisch
Economista asociado a Fundación Terram
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peon
Parecen necesarios los puntos que menciona el último párrafo, pero, al parecer se hace primeramente necesario vivir en una verdadera democracia y no precisamente una donde pretenda gobernar la actual «mafia social», promoviendo cambios radicales que terminen quebrando al sistema. Se necesita inteligencia colectiva y al mismo tiempo mantener a raya toda futura inversión de las transnacionales, al mismo tiempo que se hace necesario quitarles el poder absoluto a la mafia política y económica de los partidos políticos que han repartido «derechos de explotación» mineros a mansalva. Lo que hizo la Concertación fue horroroso en esta materia y cuando llegó la extrema derecha a gobernar recientemente se aseguró de repartir nuevos «derechos de explotación» a los chiquillos del barrio…
Sin democracia, no se puede… Las nuevas inversiones en cobre debiera hacerlas todas el pueblo chileno e incluso terminar los proyectos en desarrollo con capitales nacionales, devolviendo lo ya invertido por las multinacionales de forma paulatina. Se pueden encontrar caminos con buenas soluciones, pero, primero el pueblo chileno debe tomar posesión de la heredad de su patria…
También parece necesario que haya un juicio misericorde respecto de quienes han sido los lobos-siervos de las multinacionales que se hayan vestido de ovejas patriotas que clamaban por la «necesidad de inversión extranjera», no por condenar a quienes han regalado el cobre, sino por esclarecer los hechos en torno a los cuáles se produjo semejante vandalismo y daño al patrimonio nacional. Se sobreentiende que tenemos debilidades humanas y que ello pudo haber llevado a sas personas a cometer semejantes barbaridades, pero, necesitamos que nuestros hijos aprendan de esos errores y que sean clarificados para convertirse en parte de nuestra historia, una historia clara y evidente, para que no se vuelvan a cometer…
Si la tierra y el mar entregarán sus muertos el día de la resurrección, bueno sería que antes de ello quienes hayan cometido los delitos mineros a los que me he referido, entreguen su versión de los hechos, para vivir en un marco de verdad y perdón…
Alfredo A. Repetto Saieg
Es fundamental, dado que somos un país minero por excelencia, que debatamos sobre el modelo de desarrollo que queremos para Chile. Lo es porque la manera actual de producir, extractivista desde siempre, al reivindicar la lógica neoliberal, es decir un «desarrollo» de corto plazo y en beneficio exclusivo de la patronal, está destruyendo parte importante de nuestro patrimonio natural, social y cultural. El autor de este artículo nos coloca como ejemplo el proyecto Expansión Andina 244 y el de Pascua Lama que generan una alta conflictividad con las comunidades aferctadas porque precisamente alteran la calidad de vida de esa población. En otras palabras, todos los conflictos medioambientales que existen en nuestro país tienen relación directa con el modelo primario- exportador que defienden los sectores de poder representantes de una élite que nunca dejó de ser la propietaria de nuestros recursos, trabajo y vidas.
Por último, para ampliar el debate me gustaría insistir en un tema que acá no es abordado, no por lo menos de forma directa: me refiero a que el cobre no es el sueldo de Chile. En realidad, nunca lo ha sido porque las transnacionales son dueñas del mismo y porque además la ganancia relacionada con el metal rojo aporta como máximo un 10% al financiamiento del sector público. De hecho, un poco más del 50% de los recursos del Estado surgen del IVA que pagamos entre todos. Así, no solo somos la amplia mayoría de los chilenos los que generamos las riquezas y quienes financiamos nuestro país sino que también el cobre no es nuestro sueldo. Intentó serlo en una época pero esa osadía le costó la vida a Allende y a otros miles de compatriotas que desaparecieron, que fueron torturados, arrojados al mar, exiliados, exonerados y un largo y muy cruel etcétera.