Cuando a fines de 2005 comenzamos a informar sobre lo que en ese momento era el proyecto de Endesa para construir cuatro (sí, al principio eran cuatro) represas en los ríos Baker y Pascua solo teníamos las ganas. Ganas y la claridad de qué queríamos y qué no para nuestra región, pensando que concretar el modelo Aysén reserva de vida sería lo mejor no solo para nosotros, sino también para todos los ayseninos presentes y futuros.
Un pequeño fondo de $ 2.500.000 del Ministerio Secretaría General de Gobierno permitió a cuatro organizaciones recopilar antecedentes sobre los emprendimientos hidroeléctricos, información que difundimos en encuentros abiertos a la comunidad.
Participación ciudadana, el Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental, los impactos sociales de las represas en el Alto Bío Bío, el sistema eléctrico nacional y el recientemente modificado Código de Aguas fueron algunos de los temas abordados en los talleres del proyecto que ejecutaron a fines de 2005 la Corporación Privada para el Desarrollo de Aysén, Codeff Aysén, la Corporación Costa Carrera y la Escuela de Guías de la Patagonia.
Tal fue el inicio de la futura Coalición Ciudadana por Aysén Reserva de Vida (2006), que junto a otras organizaciones formó posteriormente el Consejo de Defensa de la Patagonia (2007), que ha impulsado desde entonces la campaña “Patagonia sin Represas”.
Han pasado muchos años desde esos primeros pasos. Primeros solo con relación a las iniciativas de HidroAysén y Energía Austral, ya que la protección socioambiental en Aysén y el resto del país se ha llevado adelante desde hace mucho antes por múltiples dirigentes pioneros en cimentar la idea de que no es justa la imposición a las comunidades y territorios de iniciativas productivas con serios impactos ecosistémicos, sociales, culturales e incluso para las economías locales.
En el intertanto nacieron variadas organizaciones regionales, se formó la Agrupación Nacional Jóvenes Tehuelches, se instaló la movilización como una forma legítima de participación ciudadana y se relevaron los atractivos de Aysén y de la cultura de la Patagonia como nunca antes había ocurrido en el país.
En la actualidad presentar observaciones y reclamaciones en los procesos institucionales, recurrir a los tribunales, medios de comunicación o a cualquier herramienta legítima son parte de una práctica común para el ciudadano que se aburrió de los abusos.
Aún permanecen en millones de chilenos y chilenas las imágenes de las movilizaciones en rechazo de la aprobación de HidroAysén en Coyhaique, el 9 de mayo de 2011. Ese mayo chileno que fue el inicio de las más grandes jornadas de protesta social, de manos de los estudiantes, que recuerde Chile desde que Pinochet dejara el poder, por lo menos en el papel, el 11 de marzo de 1990. A poco más de un año del estreno del gobierno de Sebastián Piñera ese fue el comienzo del declive en su respaldo, que solo recuperara en los últimos meses, debacle parlamentaria y presidencial mediante.
Y qué decir del Movimiento Social por Aysén, donde “Patagonia sin Represas” fue protagonista. Tanto así que a pesar de decidir colectivamente dejar la Mesa Social (aunque manteniendo la adhesión a las demandas, al movimiento y a las eventuales movilizaciones), una de sus exigencias ha sido centro de la carrera presidencial. El único de los 11 puntos de ese petitorio despachado el 24 de febrero de 2012 a Sebastián Piñera con un simple “atentamente, envío a usted propuestas del Movimiento Social para la Región de Aysén” de relevancia nacional hoy es el de la consulta vinculante.
En estos años hemos corrido el cerco de lo posible. Incluso quienes desde un principio han sido proclives a todo tipo de mega emprendimiento y nunca han considerado que la opinión de la ciudadanía sea un eje relevante en la toma de decisiones, hoy en el naufragio de sus aspiraciones se aferran a lo último que les queda, la voz de la ciudadanía. Esa que ya ha dicho de todas las formas posibles “no queremos represas en Aysén”.
Mucha agua ha corrido por los campos de Aysén en estos años. Hace pocos días, la candidata con mayores posibilidades de ser la próxima Presidenta de Chile, Michelle Bachelet, señaló tajantemente que “no apoyará” a HidroAysén en su gobierno. Y Evelyn Matthei, cuyos asesores habían proclamado a los cuatro vientos las bondades de las grandes represas, dijo el viernes que “yo primero haría una consulta de tipo plebiscitaria para preguntarle a Aysén qué quiere».
En estos años hemos corrido el cerco de lo posible. Incluso quienes desde un principio han sido proclives a todo tipo de mega emprendimiento y nunca han considerado que la opinión de la ciudadanía sea un eje relevante en la toma de decisiones, hoy en el naufragio de sus aspiraciones se aferran a lo último que les queda, la voz de la ciudadanía. Esa que ya ha dicho de todas las formas posibles “no queremos represas en Aysén”.
Lograr que la candidata que por excelencia ha sido asociada al libre mercado y a la primacía de la economía por sobre lo social diga que le preguntará a la gente sobre la viabilidad de proyectos productivos abre una puerta hacia una demanda superior de todo Chile. ¿Por qué lo que pedimos en Aysén no será posible en Freirina, Alto del Carmen y tantas otras comunidades que ven cómo grandes corporaciones arrasan con sus territorios?
Los estudiantes convirtieron en anormal el lucro en la educación. Y Aysén está logrando que proyectos altamente cuestionados no se puedan imponer a contrapelo de la opinión mayoritaria.
Y eso vale más que un bono, una beca o un subsidio. Eso es un salto estructural. Es el salto hacia la democracia territorial.
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Foto: Wikimedia Commons
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